Ciudadanos del cielo-colonizando la tierra

Antes de llegar a eso, miramos otra imagen real, que se encuentra en Filipenses 3:20-21. El tema es muy parecido al de 1 Corintios 15, citando de hecho en el punto crucial el mismo Salmo (Salmo 8), enfatizando la autoridad de Jesús sobre todos los demás poderes.

Filipos era una colonia romana. Augusto había instalado allí a sus veteranos después de las batallas de Filipos (42 a.C.) y Actium (31 a.C.). No todos los residentes de Filipos eran ciudadanos romanos, pero todos sabían lo que significaba la ciudadanía. El objetivo de la creación de colonias era doble. En primer lugar, su objetivo era extender la influencia romana por el mundo mediterráneo, creando células y redes de personas leales al César en la cultura más amplia. En segundo lugar, era una forma de evitar los problemas de superpoblación en la propia capital. El emperador no quería que los soldados retirados, con tiempo (y sangre) en sus manos, rondaran por Roma dispuestos a causar problemas. Era mucho mejor que establecieran granjas y negocios en otros lugares.
Por eso, cuando Pablo dice «somos ciudadanos del cielo», no quiere decir en absoluto que cuando acabemos con esta vida nos vayamos a vivir al cielo.6 Lo que quiere decir es que el salvador, el Señor, Jesús el Rey -todos ellos eran, por supuesto, títulos imperiales- vendrá del cielo a la tierra, para cambiar la situación y el estado actuales de su pueblo. La palabra clave aquí es «transformar»: «transformará nuestros humildes cuerpos actuales para que sean como su cuerpo glorioso». Jesús no declarará que la fisicalidad actual es superflua y puede ser desechada. Tampoco se limitará a mejorarla, quizás acelerando su ciclo evolutivo. En un gran acto de poder -el mismo poder que llevó a cabo la propia resurrección de Jesús, como dice Pablo en Efesios 1:19-20-, cambiará el cuerpo actual en uno que corresponda en especie al suyo, como parte de su obra de someter todas las cosas a sí mismo. Filipenses 3, aunque habla principalmente de la resurrección humana, indica que ésta tendrá lugar en el contexto de la transformación victoriosa de todo el cosmos por parte de Dios.7

[6] Esto lo da por sentado, por ejemplo, Alister E. McGrath, A Brief History of Heaven (Oxford: Blackwell, 2003), 12f. McGrath llega a sugerir que esta (mala) interpretación es «uno de los temas principales de la teología de Pablo».

[7] Sobre Fil. 3:20s., véase The Resurrection of the Son of God (Londres: SPCK; Minneapolis: Fortress Press, 2003), 229-36.

Wright, T. (2007). Surprised by Hope (pp. 111-112). Londres: Society for Promoting Christian Knowledge.

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