Introducción
Este proyecto presenta una explicación al tema del bautismo por el Espíritu expuesto en 1 Corintios 12:13. El escrito tiene el objetivo de presentar una introducción al significado del bautismo, su uso en las Escrituras, presentar vías alternas acerca del bautismo que se han propuesto, y observar la conexión que tiene con la salvación y la obra del Espíritu Santo. Además, como fin, propone que el tema del bautismo por el Espíritu Santo en el cuerpo de Cristo este ligado a una dimensión práctica que unifique a la iglesia para que actúe a favor de la misión de Dios.
El bautismo y su trasfondo bíblico
¿Qué es el bautismo? Esta pregunta ancla es la base para comprender la idea de “un bautismo por el Espíritu”. El bautismo significa: el acto de sumergir algo en agua (momentáneamente) como un rito ceremonial de purificación e iniciación.[1] La primera vez que se utiliza en las Escrituras es en Mateo 3:7 y está asociada de forma intrínseca con las aguas.[2] Sin embargo, el bautismo no se limita un acto específico, dependiendo el contexto el significado puede variar y ser más amplio. Por ejemplo, Lerry Chafer menciona diferentes bautismos “… el bautismo de arrepentimiento, el bautismo para remisión de pecados, el bautismo en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo; el bautismo por la copa del sufrimiento, el bautismo de Israel por “Moisés en la nube y en la mar”, y el bautismo por el Espíritu de Cristo”.[3]
Desde la perspectiva teológica y eclesiástica la definición es bastante significativa, ya que puede ser visto como “bautismo cristiano”, así lo expone J.I. Parker cuando afirma:
El bautismo cristiano, que tiene la forma de una ablución ceremonial (como el bautismo precristiano de Juan), es un símbolo que viene de Dios para simbolizar la purificación interna y la remisión de los pecados (Hch 22:16; 1 Co 6:11; Ef 5:25-27), la regeneración que obra el Espíritu y la nueva vida (Tit 3:5) y la presencia permanente del Espíritu Santo como el sello de Dios que testifica y garantiza que la persona va a estar guardada y segura en Cristo para siempre (1 Co 12:13; Ef 1:13-14). El bautismo contiene estos significados porque primera y fundamentalmente, simboliza la unión con Cristo en su muerte, sepultura y resurrección (Ro 6:3-7; Col 2:11-12), y esta unión con Cristo es la fuente de todo otro elemento de nuestra salvación (1 Jn 5:11-12).
El énfasis más común del bautismo es presentar un símbolo de unión con la persona de Cristo. Esto implica que el bautismo en aguas señala la unión que experimentan los creyentes con la muerte y resurrección de Cristo. Pero para que esto sea posible es necesario la intervención directa del Espíritu Santo. Este panorama muestra la obra salvífica que hace el Espíritu en el hombre, ya que él es el agente que sumerge a los creyentes en Cristo, como se explicará en la siguiente sección.
El bautismo en el Espíritu en el cuerpo de Cristo
Se puede argumentar que el bautismo es una referencia al nuevo nacimiento (regeneración) y que este tiene conexión con la muerte y resurrección de Cristo. Sin embargo, en la teología paulina la conexión del bautismo con el Espíritu y el cuerpo presenta una dimensión comunitaria que está sujeta a la cabeza que es Cristo (1 Co 12). Esto puede ser visto en la carta a los Efesios cuando Pablo afirma: “Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también ustedes fueron llamados en una misma esperanza de su vocación; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos” (4:4-6).[4]
El bautismo entonces sumerge a los creyentes en el cuerpo de Cristo, formando una comunidad de fe, que camina y vive en el poder del Espíritu Santo. Pero, aun así, la iglesia en Corinto se encontraba enfrentando problemas de carnalidad que estaban causando divisiones en el cuerpo. En cierto sentido, este conflicto estaba desvirtualizando la obra del bautismo que el Espíritu Santo había hecho. La unión del Espíritu en el cuerpo forma un vínculo perfecto de paz, donde el creyente puede experimentar plena seguridad de que es salvo en Cristo y esto debe producir unidad en la comunidad de fe.
Por eso Pablo expone a lo largo de su carta a los corintios que el creyente es parte del templo de Dios (el cuerpo es templo del Espíritu; 1 Co 3:17; 6:19; 2 Co 6:16), conformando un nuevo pueblo por el Espíritu (Ef 2:20-22), que debe ser administrado bajo la sujeción de Cristo (“somos el cuerpo de Cristo” 1 Co 12:27; Ef 1:22; 4:15; 5:23; Col 1:18; 2:10). Esto tiene implicación eclesiológica, donde el creyente como cuerpo va creciendo y funcionando de forma correcta. Por tal razón, el Espíritu Santo se encuentra suministrando y repartiendo dones para que el crecimiento en el cuerpo sea saludable. También hace posible el crecimiento de la iglesia como pueblo de Dios.
Pero surge una pregunta: ¿Cómo podía la iglesia en Corinto ser una iglesia carnal cuando estaban experimentando el bautismo por el Espíritu y recibiendo dones? Hay ciertos debates en cuanto si la iglesia era carnal o espiritual. Algunos afirman que, la iglesia de Cristo no puede ser carnal, pero en la iglesia en Corinto se observa otro escenario.[5] La carnalidad se ve reflejada por la inmadurez que presenta esta iglesia, ya que creían que por haber sido bautizada en el cuerpo y por la experiencia recibida de los dones serían una iglesia superior.
Es posible que la iglesia en Corinto a causa de la “experiencia” se sintiera bajo una dimensión espiritual mayor. Específicamente por las manifestaciones en el don de géneros de lenguas (Pablo hace hincapié a algo superior a las lenguas, el camino a seguir, el amor; cf. 1 Co 13). Como señala Gordon Fee referente a 1 Corintios 12–14:
En este pasaje Pablo trata la idea excesivamente espiritualizada que tenían los corintios del tiempo del fin. Al parecer, hacían tanto hincapié en el “ya” que restaban cualquier validez al “todavía no”. “¡Ya tienen todo lo que desean! ¡Ya se han enriquecido! ¡Han llegado a ser reyes!”, les dice el apóstol (1 Co 4:8). Es probable que, para ellos, las lenguas fueran la “señal” (cf. 14:20–22) de que ya habían llegado.[6]
Es posible que la iglesia en Corinto había sobrevalorado las experiencias de los dones. Pero habían dejado a un lado el efecto positivo del bautismo con el Espíritu Santo. ¿Qué significado podía tener el bautismo para ellos? La dimensión del bautismo por el Espíritu que había sido expuesta por Pablo tenía connotaciones mesiánicas. Había un bautismo doble que se había anunciado, uno que traería empoderamiento para la misión y unificaría un pueblo de gente llamada de afuera. Por lo tanto, era imperativo que la iglesia en Corinto se revistiera de Cristo bajo una dimensión de poder para que creciera a la estatura del bajo perfecto, que es Cristo Jesús.
El bautismo y la investidura de poder
El bautismo en el cuerpo de Cristo era necesario, pero la iglesia en Corinto debía entender la esencia de ese evento. Tenían que volver a Pentecostés a rescatar la promesa que Jesús les dio a los doce en Hechos 1:5, 8 para que pudieran experimentar un crecimiento mayor que abarcara la evangelización con el respaldo pleno del Espíritu. Esta idea del bautismo en el cuerpo y la investidura de poder crea un problema para algunos, ya que se entiende como un evento subsecuente y distinto al propio bautismo por el Espíritu en el cuerpo de Cristo (1 Co 12:13). Creando así dos bautismos diferentes, uno bajo el lente de Lucas-Hechos y otro bajo el lente paulino.
En esta temática los pentecostales han aportado excelentes argumentos.[7] El mejor caso es la distinción teológica de Lucas-Hechos y Pablos; ambos hablaron del bautismo, pero uno (Lucas) hizo referencia al “bautismo de Cristo en el Espíritu” como una promesa subsecuente; mientras Pablo habló del bautismo “en el cuerpo de Cristo” equiparándolo como un suceso que ocurre en la salvación, no de forma subsecuente.[8] Esto crea cierta dicotomía, ya que Lucas tiende a tener un énfasis misionero y Pablo uno eclesiástico-salvífico.[9] Esto es un tema de debate, pero puede ayudar a unificar pensamientos y la práctica cristiana.
Hay argumentos sólidos en ambos campos, por ejemplo, David Suazo argumenta:
La voz del verbo en 1 Co 12:13 es pasiva, dando a entender que el sujeto, en este caso «todos nosotros» es un sujeto pasivo que no tiene nada que hacer para que la acción se ejecute. Esto muestra que el bautismo del Espíritu Santo no es algo buscado ni merecido. Se trata de una acción basada única y exclusivamente en Dios.[10]
Según Suazo, el bautismo por el Espíritu ocurre de forma instantánea en el acto de salvación. Sin embargo, esto no niega la búsqueda que el creyente requiere, hay un mandatado hacer lleno (Ef 5:18). Pero, es coherente entender que esa llenura puede iniciar en parte a través de una experiencia subsecuente con el Espíritu Santo (cf. Hch 2; 8[?]; 10; 19). En todo caso, Lucas-Hechos demuestra la acción de ser “lleno” como indicativo y ser “llenado” como algo continuo.[11]
El punto enfático sobre el bautismo por el Espíritu Santo en el cuerpo de Cristo es que, debe estar alineado con la búsqueda de llenura del Espíritu. Horton como todo buen teólogo pentecostal se mantuvo firme en la distinción que hay entre ambos bautismos mencionados, pero avanzó en la idea de crecer en la unidad del cuerpo de Cristo… él explica que:
A los bautizados en el Cuerpo único «se les da a beber el mismo Espíritu», o «se les hace beber con el mismo Espíritu» (traducción del autor). Se trata de un hecho nuevo y puede significar que somos regados, impregnados o saturados con el único Espíritu, y por tanto puede referirse a una experiencia de efusión del Espíritu como la del día de Pentecostés (cf. Is 29:10, donde la Septuaginta traduce el hebreo nasakh, «derramar», por pepotiken, «hacer beber»; véase también Is 32:15; 44:3). Esto implica no sólo el bautismo inicial en el Espíritu, sino una experiencia continua con el Espíritu, «que alimenta a la comunidad escatológica».[12]
Aunque se presente una distinción de bautismos, no debe haber duda del motivo de ambos autores (Pablo/Lucas-Hechos): guiar a la iglesia a una neumatología cristológica con efectos positivos en la misión de Dios. Esto se puede lograr cuando la iglesia crece a la estatura de Cristo. La idea de Horton y de la mayoría de los cristianos pentecostales es conectar toda la narrativa bíblica para presentar el panorama de salvación alineado siempre con la misión de Dios. Por esto mismo, Horton ve que el bautismo mencionado en 1 Co 12:13 ocurrió en Pentecostés.[13] Este bautismo tiene un fin, es unificar a la iglesia como cuerpo de Cristo. Y a su vez, invitar a todos a que participen de esta nueva era del Espíritu que se está dando como parte del cumplimiento profético de Dios (Hch 2–3; cf. Joel 2:28).
La necesidad del bautismo por el Espíritu y el poder de lo alto en nuestro contexto
El bautismo por el Espíritu como algo instantáneo es un hecho bíblico como se ve en la teología paulina. La iglesia debe reconocer esa verdad. No obstante, debe avanzar en una búsqueda continua del Espíritu como las “llenuras” que aumentan el vigor de la iglesia como ocurría en el libro de Hechos. El pensamiento de la iglesia actual es el de poder caminar como una iglesia que representa a Cristo, que tiene características que Pablo expone a la iglesia en Éfeso. Hoy día, muchos se han enfocado solo por buscar su propia satisfacción personal, pero ha disminuido el anhelo por permanecer unidos en el bautismo de Cristo por el Espíritu.
El reto de la iglesia es continuar en el cuerpo de Cristo ejerciendo la función que le compete, pero creciendo de forma saludable. Aunque nuestro contexto apunta a problemas similares a los que ocurrían en Corinto, hay una respuesta que puede traer unidad de pensamiento y es que, todos hemos sido sumergidos por el mismo Espíritu en el cuerpo. Ya no hay distinción de raza, ni clases sociales que valgan (Gá 3:28; Col 3:11). La misión de Dios es la misma, solo hace falta la ayuda del Espíritu y el poder de lo alto para ser efectivo como pueblo del Señor.
La iglesia como pueblo escatológico, permanece sellada con el Espíritu (Ef 1:13) esperando ser efectiva para la sociedad. Los problemas que el mundo enfrenta tienen respuesta si la iglesia permanece alineada a la cabeza que es Cristo Jesús. De ese modo, la iglesia marchará de forma saludable y los pasos serán dirigidos por el mismo Espíritu. Las áreas de necesidad, como la pobreza, la injusticia, la enemistad, no serán obstáculo para que la iglesia permanezca cumpliendo la misión que se le ha entregado (Mt 28:19-20; Mr 16:15-20; cf. Hch 1:8; firmeza y constancia; 1 Co 15:58).
Conclusión
Este escrito no busca ser exhaustivo, como se ha expuesto el fin es crecer en unidad porque ese es el propósito del bautismo. La doctrina del bautismo en todas sus dimensiones tiende a ligar al creyente a Cristo y a la vida del Espíritu. Aun desde la perspectiva de “bautismo cristiano” no hay duda de que los símbolos y los hechos señalan a la unidad y vínculo de paz que Dios desea para con su pueblo. Por lo tanto, la práctica cristiana puede llevar al creyente a vivir una vida de fe en el Espíritu y anhelar experiencias en el Señor como las que brinda el bautismo, y, a no imitar ejemplos negativos como los que se presentaron en la iglesia en Corinto.
Si se valora el hecho de un bautismo soteriológico que nos incorpora en el cuerpo de Cristo y nos da garantía de salvación, también sería útil dale valor y cabida a una experiencia subsecuente que abre paso y capacita al creyente para un mover misiológico mayor. Donde la misión de Dios se vuelve prioridad. Lo importante es que el Espíritu a través de su poder llevará a la iglesia a puerto seguro en Cristo Jesús, Señor nuestro. Amén.
[1] Rick Brannan, ed., Léxico Lexham del Nuevo Testamento Griego (Bellingham, WA: Lexham Press, 2020).
[2] Otros versos que hablan sobre el bautismo desde la perspectiva de las aguas se encuentran en Mt 21:7; Mr 1:4; 11:30; Lc 3:3; 7:29; 20:4; Hch 1:22; 10:37; 13:24; 18:25; 19:3-4; 1 P 3:21. También se ve la referencia del bautismo en la muerte de Cristo en Mr 10:38-39; Lc 12:50; Ro 6:4; Col 2:12. Esto implica que el bautismo no solo se limita a las aguas, sino que la perspectiva inicial del bautismo en las Escrituras (en el NT) está ligado al acto de sumergir en las aguas, pero tiende hacer más amplio que eso.
[3] Lewis Sperry Chafer, Teología sistemática de Chafer, trans. Evis Carballosa et al., vol. 2, Teología sistemática (Barcelona, España: Clie, 2009), 874.
[4] El bautismo implicado es la combinación del bautismo del Espíritu y el bautismo de agua que lo representa (1 Co 12:13; Col 2:12). Todo ello está relacionado con lo que ha logrado la obra de Cristo en la muerte. Darrell L. Bock, Ephesians: An Introduction and Commentary, ed. Eckhard J. Schnabel, vol. 10, Tyndale New Testament Commentaries (London: Inter-Varsity Press, 2019), 120. De acuerdo con Bock, el bautismo que habla en Efesios tiene conexión con el bautismo que menciona en 1 Corintios, ya que es un bautismo por el Espíritu. Gary Shogren también ve un paralelismo, él explica que… “[e]sto se ha vuelto aún más difícil por varias oraciones en las cartas paulinas que podrían interpretarse como bautismo en agua, bautismo en el Espíritu, o ambos (Ro 6:3-4; Gá 3:27; Col 2:12)”. Gary S. Shogren, Comentario de Primera de Corintios, Colección Teológica Contemporánea (Viladecavalls, Barcelona: Clie, 2021), 361.
[5] Pablo inicia su carta a los corintios con la afirmación de que son llamados hacer santos (1 Co 1:2).
[6] Gordon D. Fee, Pablo, el Espíritu y el Pueblo de Dios (Miami, FL: Vida, 2007), 189.
[7] Véase, Roger Stronstad, The Charismatic Theology of St. Luke: Trajectories from the Old Testament to Luke-Acts, Second Edition. (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2012); Guy P. Duffield y Nathaniel M. Van Cleave, Fundamentos de Teologı́a Pentecostal (San Dimas, CA: Foursquare Media, 2006); Stanley M. Horton, ed., Teología sistemática: Una perspectiva pentecostal (Miami, FL: Vida, 1996).
[8] Ambos autores, Lucas y Pablo, presentan un contexto diferente. Por lo tanto, es plausible entender que ambos hablaron del bautismo, pero bajo dos dimensiones distintas. El bautismo de Cristo en el Espíritu y el bautismo en el cuerpo de Cristo por el Espíritu. La preposición por (ἐν) ha sido de debates, no obstante, en las mayorías de las traducciones se utiliza por (específicamente en 1 Co 12:13), aunque normalmente en otras partes de las Escrituras ἐν se traduce como en. Shogren observa que la Biblia NVI (como RVR y VP, LBLA) traduce la preposición griega ἐν (en) como “por”; también afirma que podría traducirse como “en” como es el caso de la Biblia de Jerusalén (BJ) Comentario de Primera de Corintios, 361. Esto aumenta la dificultad de interpretación, pues, los asuntos gramaticales no son tan claros; véase, Fee en Primera Epístola a los Corintios (Grand Rapids, MI: Nueva Crecion, 1994), 682–686; cf. Stanley Horton en El Espíritu Santo revelado en la Biblia (Miami, FL: Vida, 1992), 201–203. Para una crítica a la postura de Fee, véase, William y Rober Menzies en Espíritu y poder: Fundamentos de la experiencia pentecostal, (Miami, FL: Vida, 2004), 133–146.
[9] Para ampliar esta idea recomiendo leer a Robert Menzies, en Pentecostés: Esta historia es nuestra historia, trans. Maximiliano Gallardo (Springfield, MO: Gospel Publishing House, 2013), 45–52.
[10] Notas de Neumatología por David Suazo J, SETECA.
[11] En Hechos 2:4 se utiliza la palabra griega πίμπλημι (pimplēmi; aoristo, indicativo) para “llenos”, mientras Hechos 13:52 utiliza πληρόω (plēroō [“llenos”]; verbo, imperfecto) para denotar una obra continúa en cuanto a la llenura que está ligada al Espíritu. Aunque no es el mejor caso para demostrar el bautismo con el Espíritu Santo de forma subsecuente, de muestra que hay experiencias posteriores a la salvación y están ligadas con ser “llenos”. Un argumento balanceado sobre la llenura en Hechos lo expuso Carlos Calderón, en “¿Qué es la llenura del Espíritu Santo en Hechos?”, Kairós 34: Enero-Junio 2004 (2004): 27.
[12] Stanley M. Horton, I & II Corinthians: A Logion Press Commentary (Springfield, MO: Logion Press, 1999), 118-119.
[13] Ibid.
Escrito por Alfredo J. Velázquez
11 de diciembre de 2022

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