En el Salmo 2:7–9, el rey repite el decreto de Yahvé. Acabamos de observar cómo Lucas, bajo la inspiración del Espíritu Santo, atribuye este salmo a David en Hechos 4:25. También hemos observado que en la época de David no había templo y, sin embargo, en 2:6 se describe a Sion como el monte santo de Yahvé. Estas realidades funcionan con la redacción del decreto para sugerir que, si bien David es el autor del Salmo 2, presenta al orador como el rey de su línea, su simiente, el trono de cuyo reino Yahvé prometió establecer para siempre en 2 Samuel 7:13. Yahvé dijo de la simiente que prometió suscitar para David en 2 Samuel 7:14: “Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo”.
David escuchó las palabras de 2 Samuel 7:14 de boca del profeta Natán (2 Sa 7:4), ya que Yahvé las pronunció sobre la descendencia que prometió levantar para David (7:12–14). David sabría, por tanto, que estas palabras se dirigían a su descendiente y no a él. Esto indicaría que la voz que habla en primera persona del singular en Salmos 2:7, “Diré… me dijo” debe entenderse como la voz de la semilla de David, el descendiente prometido, y no como la voz del propio David.
David presenta así al rey prometido de su línea, cuyo trono Yahvé juró que establecería para siempre, hablando de cómo Yahvé se convirtió en su padre y él en hijo de Yahvé. Este lenguaje de filiación sugiere que el rey de la línea de David ha asumido el papel de Adán, el hijo de Dios (Gn 5:1–3; Lc 3:38). La relación padre-hijo también establece al rey de la línea de David como representante de Israel, ya que en el éxodo Yahvé denominó a Israel como su hijo primogénito (Éxodo 4:22).17 Cuando Yahvé nombra hijo suyo al rey davídico, lo convierte en su hijo adánico vicerregente, el representante de la nación de Israel, la semilla individual de la mujer que representa al colectivo, el que reinará a imagen y semejanza de Yahvé, estableciendo el dominio de Yahvé sobre toda la creación.18
El derecho de dominio sobre toda la creación es lo que Yahvé invita a pedir al rey en Salmo 2:8. La herencia de las naciones en 2:8 muestra el resultado del complot que las naciones meditaron en 2:1. Simultáneamente, estas palabras anuncian el cumplimiento de la bendición de Abraham: Yahvé prometió bendecir a los que bendijeran a Abraham y maldecir a los que lo deshonraran, y prometió bendecir en él a todas las familias de la tierra (Gn 12:2–3). El Salmo 2:8 promete poéticamente que la bendición de Abraham se cumplirá a través del rey davídico.
La posesión de los confines de la tierra en el Salmo 2:8 también proclama que el rey del linaje de David tendrá éxito donde Adán e Israel fracasaron. Adán debía ampliar los límites del jardín, ser fructífero y multiplicar para llenar la tierra con los que son a imagen y semejanza de Dios, pero pecó, fue expulsado y la serpiente se apoderó del dominio (cf. Da 7:1–14; Ef 2:2). La tierra fue prometida a Abraham (Gn 12:7) y recibida por Israel en la conquista, y al igual que Adán, Israel debía ampliar los límites de la tierra, ser fructífero y multiplicarse, para que toda la tierra se llenara de la gloria de Yahvé (cf. Nm 14:21). Sin embargo, al igual que Adán, Israel pecó y fue expulsado de la tierra. El exilio estaba en el futuro en la época de David, pero Moisés ya lo había profetizado en Levítico 26; Deuteronomio 4:25–31 y Deuteronomio 28–32. Adán e Israel no lograron cubrir las tierras secas con la gloria de Yahvé, pero Yahvé decreta en Salmos 2:8 que el rey que prometió levantar del linaje de David poseerá los confines de la tierra.
El Salmo 2:9 retrata el resultado de la conspiración contra Yahvé y el ungido de Yahvé representado en 2:1–3. El rey de Yahvé destrozará a sus enemigos con una vara de hierro (cf. 110:5), y el término traducido como vara en Salmos 2:9 es el mismo que se utiliza para describir el cetro que no se apartará de Judá en Génesis 49:10 y que surgirá de Israel en Números 24:17. En el contexto de Números 24, los moabitas intentan maldecir a Israel. Dios dijo a Abraham que bendeciría a los que le bendijeran y maldeciría a los que le deshonraran (Gn 12:2), vinculando a los que deshonran a Abraham con el serpiente que Dios mismo maldijo en Génesis 3:14. Los moabitas intentan maldecir a Israel, entonces, son semilla de la serpiente, y Números 24:17 afirma que el gobernante que se levantará en Israel “aplastará la frente de Moab”. El rey escatológico que heredará las naciones y poseerá los confines de la tierra (Sal 2:8) aplastará la cabeza de la semilla de la serpiente (2:9; 110:5; 137:9) que trama una vana rebelión contra Yahvé y la semilla de la mujer (2:1–3).19 Los que no aprenden de la Torá son como la paja ante el viento (Sal 1:4). Tienen la misma posibilidad frente a Yahvé que una vasija de barro frente a una barra de hierro. Una criatura no derribará al creador, como la vasija de un alfarero no romperá una barra de hierro. La vara de hierro en la mano del poderoso rey romperá la vasija de barro.
17 Curiosamente, el Midrash Tehillim [midrash sobre los Salmos] sobre este pasaje cita Éx 4:22; Is 52:13; 42:1; Sal 110:1; y Da 7:13. Véase Edwards, Exegesis in the Tárgum of Psalms, 151–55.
18 18 Cf. el Tárgum, “Me eres tan querido como un hijo a un padre, puro como si te hubiera creado hoy”, traducción de Stec, Tárgum of the Psalms, 30.
19 Véase la discusión de los salmos 110:5 y 137:9 en el segundo volumen, y nótese que el mismo verbo hebreo, נפץ, aparece en los salmos 2:9 y 137:9. En inglés, la ESV utiliza “dash”, estrellar, en ambos lugares. Desgraciadamente, en español, prácticamente todas las versiones utilizan “quebrantar” (salvo la BJL, que prefiere “machacar”) en 2:9 y “estrellar” en 137:9, lo que oscurece la conexión.
James M. Hamilton Jr., Salmos, ed. T. Desmond Alexander, Thomas R. Schreiner, y Andreas J. Köstenberger, vol. 2, Comentario Evangélico de Teología Bíblica (Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico, 2021), Sal 2:7–9.

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