El premilenarismo está comprometido con el concepto de un reinado en la tierra de Jesucristo de aproximadamente unos mil años (o al menos un periodo de tiempo sustancial). Al contrario que el postmilenarismo, el premilenarismo considera que Cristo estará presente físicamente durante este tiempo; cree que regresará personalmente y de forma corporal para comenzar el milenio. Siendo así el caso, el milenio debe considerarse como algo futuro todavía.
El premilenarismo fue probablemente la perspectiva dominante durante el periodo de la iglesia primitiva. Los cristianos de los tres primeros siglos tenían una gran esperanza en cuanto a un pronto regreso de Cristo. En lugar de creer en un crecimiento gradual del reino, ellos esperaban que el escatón se iniciara con un suceso cataclísmico. Justino Mártir, Ireneo y varios otros teólogos tempranos mantenían esta teoría.8 Mucho del milenarismo de este periodo – a menudo denominado “quiliasmo”, de la palabra griega para “mil” – tenía un gusto bastante sensual. El milenio sería un tiempo de gran abundancia y fertilidad, de renovación de la tierra y de la construcción de una glorificada Jerusalén.9 Esto tendía a ofender a la escuela alejandrina de Clemente, Orígenes y Dionisio. Un factor importante para el declive del quiliasmo fue el punto de vista de Agustín sobre el milenio, que discutimos anteriormente. En la Edad Media, el premilenarismo se hizo un tanto raro, a menudo restringido a las sectas místicas.
Hacia mediados del siglo xix, el premilenarismo empezó a hacerse popular entre los círculos conservadores. Esto en parte fue debido al hecho de que los liberales, cuando tenían una perspectiva sobre el milenio, eran postmilenaristas, y algunos conservadores consideraban cualquier cosa asociada con el liberalismo sospechosa. La creciente popularidad del sistema dispensacionalista de interpretación y de la escatología también dio un impulso al premilenarismo. Tiene una adherencia considerable entre los bautistas conservadores, los grupos pentecostales y las iglesias fundamentalistas independientes.
El pasaje clave para el premilenarismo es Apocalipsis 20:4–6:
“Vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar. Y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, ni recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección. Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene poder sobre estos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con él mil años.”
Los premilenaristas observan que aquí hay evidencia de un periodo de mil años y dos resurrecciones, una al principio y otra al final. Insisten en una interpretación literal y consistente de este pasaje. Como el mismo verbo—ἔζησαν (ezēsan)—se utiliza para referirse a las dos resurrecciones, deben ser del mismo tipo. Los amilenaristas, y, de hecho, los postmilenaristas, a menudo se ven forzados a decir que son de distinto tipo. La explicación que se suele dar es que la primera resurrección es espiritual, o sea, regeneración, mientras que la segunda es literal, física, o resurrección del cuerpo. Por tanto los que toman parte en la primera resurrección también pasarán por la segunda. Sin embargo, los premilenaristas rechazan esta interpretación por considerarla insostenible. George Beasley-Murray observa que atribuye confusión y pensamiento caótico al autor bíblico.10 Henry Alford hace un siglo afirmaba que si una resurrección es una vivificación espiritual y la otra es una vivificación física: “entonces se acaba todo significado en el lenguaje, y las Escrituras quedan eliminadas como testimonio definitivo de cualquier tema.”11 George Ladd dice que si ἔζησαν significa resurrección del cuerpo en el versículo 5, debe significar resurrección del cuerpo en el versículo 4; si no es así, “hemos perdido el control de la exégesis.”12
Todos estos estudiosos están sensibilizados con el hecho de que el contexto puede alterar el significado de las palabras. Sin embargo, señalan que en este caso los dos usos de ἔζησαν se dan juntos, y nada en el contexto sugiere ningún cambio en el significado. En consecuencia, lo que tenemos aquí son dos resurrecciones del mismo tipo, que implican a dos grupos diferentes en un intervalo de tiempo de mil años. También parece según el contexto que los que participan en la primera resurrección no lo hacen en la segunda. Es “el resto de los muertos” (οἱ λοιποὶ τῶν νεκρῶν—hoi loipoi tōn nekrōn) los que no vienen a la vida hasta que no han pasado los mil años. Aunque no se dice que vendrán a la vida en ese momento, se implica que así será. Hay un contraste obvio entre los que están implicados en la segunda resurrección y los que están implicados en la primera.
También es importante observar la naturaleza del milenio. Mientras que los postmilenaristas creen que el milenio será introducido gradualmente, quizá incluso de forma imperceptible, los premilenaristas anticipan un suceso cataclísmico repentino. Según la perspectiva premilenarista, el reinado de Jesucristo será completo desde el principio mismo del milenio. El mal habrá sido prácticamente eliminado.
Según el premilenarismo, pues, el milenio no será una extensión de tendencias que ya están funcionando en el mundo. Más bien, habrá una ruptura brusca con las condiciones existentes en la actualidad. Por ejemplo, habrá paz mundial. Esto está muy lejos de la situación actual, donde la paz mundial es, desde luego, algo raro y la tendencia no parece que vaya a mejorar. La armonía universal no estará restringida a los humanos. La naturaleza, que ha estado “gimiendo con dolores de parto,” esperando su redención, será liberada de la maldición de la caída (Ro. 8:19–23).13 Incluso los animales vivirán en armonía unos con otros (Is. 11:6–7; 65:25) y las fuerzas destructivas de la naturaleza se calmarán. Los santos gobernarán el mundo junto con Cristo en este milenio. Aunque la naturaleza exacta de su reinado no se explica, ellos como recompensa a su fidelidad, participarán con él en la gloria que es suya.
Todos los premilenaristas anticipan también que Israel tendrá un lugar especial en el milenio. Sin embargo, no están de acuerdo en la naturaleza de ese lugar especial. Los dispensacionalistas mantienen que Dios sigue teniendo un pacto incondicional con el Israel nacional, de manera que cuando Dios haya completado sus tratos con la iglesia, retomará de nuevo sus relaciones con el Israel nacional. Jesús literalmente se sentará en el trono de David y gobernará el mundo desde Israel. Todas las profecías y promesas sobre Israel se cumplirán dentro del milenio, que tendrá por tanto un marcado carácter judío. Los no dispensacionalistas ponen un énfasis mucho menor en el Israel nacional, afirmando que el lugar especial de Israel, siendo de naturaleza espiritual, se encontrará dentro de la iglesia. Muchos en Israel serán convertidos durante el milenio.14
Los premilenaristas también sostienen que el milenio supondrá un cambio tremendo sobre lo inmediatamente anterior, es decir, la gran tribulación. La tribulación será un tiempo de agitación y confusión sin precedentes, con alteraciones cósmicas, persecuciones y gran sufrimiento. Aunque los premilenaristas no están de acuerdo en si la iglesia estará presente o no durante la tribulación, sí están de acuerdo en que la situación mundial se encontrará en su peor momento justo el momento antes de que Cristo llegue para establecer el milenio, que será, por contraste, un periodo de paz y rectitud.
8 Justino Mártir, Diálogo con Trifo 80.1.
9 A. J. Visser, “A Bird’s-Eye View of Ancient Christian Eschatology,” Numen 14 (1967): 10–11.
10 George R. Beasley-Murray, “The Revelation,” in The New Bible Commentary, Revised, ed Donald Guthrie and J. A. Motyer (Grand Rapids: Eerdmans, 1970), p. 1306.
11 Henry Alford, The New Testament for English Readers (Chicago: Moody, n. d.), pp. 1928–29.
12 George E. Ladd, “Revelation 20 and the Millennium,” Review and Expositor 57, nº 2 (April 1960): 169.
13 El teólogo Ken Gnanakan de India ha señalado la conexión íntima de la humanidad con la creación. La crisis ecológica es otra manifestación del pecado humano y, en consecuencia, el concepto de un nuevo cielo y una nueva tierra debería ser tomado en serio, como parte de la terminación de la salvación. “Creation, New Creation, and Ecological Relationships,” in Emerging Voices in Global Christian Theology, ed. William A. Dyrness (Grand Rapids: Zondervan, 1994). pp. 127–54.
14 George E. Ladd, “Israel and the Church,” Evangelical Quarterly 36, nº 4 (October–December 1964): 206–13.
Millard J. Erickson, Teología sistemática, ed. Jonatán Haley, trans. Beatriz Fernández, Segunda Edición., Colección Teológica Contemporánea (Viladecavalls, Barcelona: Editorial Clie, 2008), 1210–1213.

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