Amilenarismo

Literalmente amilenarismo es la idea de que no habrá milenio, que no habrá reinado de Cristo en la tierra. El gran juicio final se producirá inmediatamente después de la segunda venida y determinará directamente cuál será el estado final de los rectos y los malvados. El amilenarismo es una perspectiva más simple que cualquiera de las otras que hemos considerado. Sus defensores mantienen que está elaborada según varios pasajes escatológicos relativamente claros, mientras que el premilenarismo se basa principalmente en un único pasaje y en uno que además es poco claro.

A pesar de la simplicidad y claridad del principio central del amilenarismo, en muchas maneras es difícil de entender. En parte es porque, siendo su característica más destacada negativa, sus enseñanzas positivas no siempre se explican. A veces se ha distinguido más por su rechazo del premilenarismo que por sus afirmaciones. También, al tratar el problemático pasaje de Apocalipsis 20:4–6, los amilenaristas han sugerido una amplia variedad de explicaciones. Uno a veces se pregunta si estas explicaciones reflejan la misma perspectiva básica o son formas bastantes diferentes de entender la literatura escatológica y apocalíptica. Finalmente, no siempre ha sido posible distinguir amilenarismo de postmilenarismo, ya que comparten muchas características comunes. De hecho, varios teólogos que no han tratado los temas particulares que sirven para distinguir las dos perspectivas —como Agustín, Juan Calvino y B.B. Warfield—han sido reclamados como predecesores por ambos bandos. Lo que las dos perspectivas comparten es la creencia en que los “mil años” de Apocalipsis 20 hay que tomarla de forma simbólica. A menudo ambos también sostienen que el milenio es la edad de la iglesia. En lo que difieren es en que los postmilenaristas, al contrario que los amilenaristas, sostienen que el milenio implica que habrá un reinado de Cristo en la tierra.

A la luz de los problemas que aparecen al tratar de entender el amilenarismo, su historia resulta difícil de trazar. Algunos historiadores de la doctrina han encontrado amilenarismo en la Epístola a Bernabé,15 pero esto es algo que otros ponen en duda. Está claro que Agustín, deba o no ser clasificado como amilenarista, contribuyó a la formulación de esa perspectiva sugiriendo que la imagen de mil años es principalmente simbólica y no literal. Es probable que el postmilenarismo y el amilenarismo simplemente no se diferenciaran durante la mayor parte de los primeros diecinueve siglos de la iglesia. Cuando el postmilenarismo empezó a decrecer en popularidad en el siglo xx, en general fue sustituido por el amilenarismo, ya que el amilenarismo está mucho más cerca del postmilenarismo que del premilenarismo. En consecuencia, el amilenarismo probablemente ha disfrutado de su mayor popularidad recientemente en el periodo a partir de la primera guerra mundial.

Cuando los amilenaristas tratan Apocalipsis 20, normalmente tienen en mente todo el libro. Consideran que el libro del Apocalipsis está formado por varias secciones, siendo siete el número mencionado con más frecuencia. Estas siete secciones no tratan de sucesivos periodos de tiempo; más bien, son recapitulaciones sobre el mismo periodo, el periodo entre la primera y la segunda venida de Cristo.16 Se cree que en cada una de estas secciones el autor recoge los mismos temas y los elabora. Si esto es así, Apocalipsis 20 no se refiere únicamente al último periodo de la historia de la iglesia, sino que es más bien una perspectiva especial de toda su historia.

Los amilenaristas también nos recuerdan que el libro del Apocalipsis en su totalidad es muy simbólico. Señalan que incluso los premilenaristas más fanáticos no toman todo el libro del Apocalipsis de forma literal. Las copas, sellos y trompetas, por ejemplo, normalmente se interpretaban como símbolos. Por simple extensión de este principio los amilenaristas afirman que los “mil años” de Apocalipsis 20 puede que tampoco deban tomarse de forma literal. Además, señalan que el milenio no se menciona en ningún otro sitio en las Escrituras.17

Surge la cuestión de si la imagen de los mil años hay que tomarla de forma simbólica y no literal, ¿qué simboliza? Muchos amilenaristas utilizan la interpretación de Warfield: “El número sagrado siete en combinación con el número igualmente sagrado tres forman el número de la perfección santa, el diez, y cuando este diez se eleva al cubo hasta obtener mil, el profeta ha dicho todo lo que puede decir para comunicar a nuestras mentes la idea de la perfección absoluta.”18 Las referencias a “mil años” en Apocalipsis 20, pues, expresan la idea de perfección o finalización. En el versículo 2 la cifra representa la victoria absoluta de Cristo sobre Satanás. En el versículo 4 sugiere la gloria y el gozo perfectos de los redimidos en el cielo en el tiempo actual.19

Sin embargo, el principal problema exegético del amilenarismo no es el de los mil años, sino el de las dos resurrecciones. Entre la variedad de las opciones amilenaristas sobre las dos resurrecciones, el factor común es una negación de la afirmación premilenarista de que Juan está hablando de dos resurrecciones físicas que afectan a dos grupos diferentes. La interpretación amilenarista más común es que la primera resurrección es espiritual y la segunda corporal o física. Uno que ha argumentado esto con cierta amplitud es Ray Summers. A partir de Apocalipsis 20:6 (“Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene poder sobre estos.”) concluye que la primera resurrección es una victoria sobre la primera muerte. Ya que es costumbre en las discusiones escatológicas considerar que la segunda muerte es espiritual en vez de física, la primera resurrección también debe ser espiritual. La primera muerte, que no se menciona, pero está implícita, debe ser seguramente la muerte física. Si esto hay que relacionarlo con la segunda resurrección, al igual que la segunda muerte está relacionada con la primera resurrección, la segunda resurrección tiene que ser física. La primera resurrección, pues, es el nacimiento nuevo; los que la experimentan no serán condenados. La segunda resurrección es la resurrección corporal o física que tenemos normalmente en mente cuando utilizamos la palabra resurrección. Todos los que participan en la primera resurrección también participan en la segunda, pero no todos los que experimentan la segunda resurrección habrán participado en la primera.20

La crítica premilenarista más común a la idea de que la primera resurrección sea espiritual y la segunda sea física es que no es coherente en la interpretación de términos idénticos (ἔζησαν) en el mismo contexto. Algunos amilenaristas han aceptado esta crítica y han tratado de desarrollar una posición en la que las dos resurrecciones sean del mismo tipo. James Hughes ha elaborado una posición de este tipo. Acepta el punto de vista premilenarista de que la primera y la segunda resurrección se deben entender en el mismo sentido.21 Sin embargo sugiere una posibilidad lógica que los premilenaristas pueden haber pasado por alto: ambas resurrecciones pueden ser espirituales.

Hughes defiende que Apocalipsis 20:4–6 es una descripción de almas sin cuerpo en un estado intermedio. Cita como evidencia el hecho de que a los que están implicados en la primera resurrección se les denomina “almas” (v. 4). Además argumenta que ἔζησαν se debería interpretar no como un aoristo ingresivo (“¡volvieron a vivir!”), sino como aoristo constativo (“vivieron y reinaron con Cristo mil años”). Concluye que la primera resurrección es la ascensión del alma justa a los cielos para reinar con Cristo; no hay nada aquí sobre que el cuerpo regrese a la vida. Los que participan en esta resurrección son los muertos “vivientes.” En contraste los muertos “muertos” no forman parte de la primera resurrección y sufrirán la segunda muerte (espiritual). Sus almas sobreviven a la primera muerte (física), pero nunca regresan a la vida. Aunque ambos grupos están físicamente muertos, los primeros están espiritualmente vivos durante los mil años; los últimos no. Aunque algunos comentaristas han concluido del versículo 5 (“Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años.”) que los muertos “muertos” volverán a la vida al final del milenio, Hughes interpreta la oración de la siguiente manera: “No vivieron durante los mil años, ni después.” Entonces, ¿qué pasa con la segunda resurrección? Hughes considera muy significativo que el término “segunda resurrección”, que tiene que ver con la supervivencia de las almas de los justos y de los injustos durante el estado intermedio, no se encuentre en Apocalipsis 20. Al contrario que la primera resurrección, por lo tanto, la segunda es casi hipotética. Sin embargo, al igual que la primera, es de naturaleza espiritual. Por tanto, Hughes ha sido capaz de interpretar las dos ocasiones en las que aparece ἔζησαν de forma consistente.22

Otra característica del amilenarismo es una concepción más general de la profecía, especialmente de la profecía del Antiguo Testamento, que la que se encuentra en el premilenarismo. Hemos señalado que los premilenaristas tienden a interpretar la profecía bíblica de forma bastante literal. Por otra parte, los amilenaristas con frecuencia tratan las profecías como históricas o simbólicas y no como algo futuro. Por regla general, la profecía ocupa un lugar mucho menos importante en el pensamiento amilenarista que en el premilenarista.

Finalmente, deberíamos observar que el amilenarismo no suele mostrar el optimismo típico del postmilenarismo. Puede que se crea que la predicación del evangelio tendrá éxito, pero un gran éxito a este respecto no es necesario dentro del esquema amilenarista, ya que no se espera un reinado literal de Cristo, ni una venida del reino antes de la venida del rey. Esto ha hecho que la perspectiva amilenarista sea más creíble que la postmilenarista en el siglo xx. Esto no quiere decir que el amilenarismo sea como el premilenarismo a la hora de esperar que se produzca un gran deterioro en las condiciones antes de la segunda venida. No obstante, no hay nada en el amilenarismo que excluya esa posibilidad. Y como no habrá ningún milenio antes de la segunda venida, el regreso del Señor puede que esté cerca. Sin embargo, en su mayor parte, los amilenaristas no se implican en ese tipo de búsqueda ansiosa de signos de la segunda venida que a menudo caracteriza a los premilenaristas.

15 Diedrich Kromminga, The Millennium in the Church: Studies in the History of the Christian Chiliasm (Grand Rapids: Eerdmans, 1945), p. 40.

16 Floyd Hamilton, The Basis of Millenial Faith (Grand Rapids: Eerdmans, 1942), pp. 130–31.

17 William Hendriksen, More Than Conquerors (Grand Rapids: Baker, 1939), pp. 11–64; Anthony Hoekema, “Amillennialism,” in Meaning of the Millennium, pp. 156–59.

18 Benjamin B. Warfield, “The Millennium and the Apocalypse,” in Biblical Doctrines (New York: Oxford University Press, 1929), p. 654.

19 W. J. Grier, “Christian Hope and the Millennium,” Christianity Today, October 13, 1958, p. 19.

20 Ray Summers, “Revelation 20: An Interpretation,” Review and Expositor 57, nº 2 (April 1960): 176.

21 James A. Hughes, “Revelation 20:4–6 and the Question of the Millennium,” Westminster Theological Journal 35 (1973): 300.

22 Ibid., pp. 299–300.

Millard J. Erickson, Teología sistemática, ed. Jonatán Haley, trans. Beatriz Fernández, Segunda Edición., Colección Teológica Contemporánea (Viladecavalls, Barcelona: Editorial Clie, 2008), 1213–1217.

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