Métodos de interpretación de Apocalipsis

1. La interpretación pretérita. La interpretación de Apocalipsis que prevalece entre los estudiosos de la escuela crítica trata al libro como un ejemplo típico del género de la literatura apocalíptica y lo interpreta de la misma manera que el Apocalipsis de Enoc (1 Enoc), La Asunción de Moisés, 4 Esdras y Apocalipsis de Baruc.1 Apocalipsis es una serie de “tratados para tiempos adversos”. Surgen en tiempos de males y persecución fuera de lo común. El pueblo de Dios no puede entender el problema del mal en la Historia o por qué le sobrevienen semejantes sufrimientos y terribles persecuciones. Los apocalipsis se escribieron para responder a este problema y para animar a un pueblo en desazón. La solución se encuentra en la idea de que Dios ha entregado a este siglo a los poderes del mal, pero pronto intervendrá para destruirlo y establecer su Reino. El mensaje de los apocalipsis se dirige a sus propios contemporáneos y no contiene de ninguna forma profecías del futuro, sino pseudo-profecías de la historia vuelta a escribir bajo el disfraz de profecía.2 Todas las alusiones a eventos o personajes históricos deben buscarse en el contexto histórico del mismo libro.

Esta interpretación asume que Apocalipsis fue producido por una iglesia que se enfrentaba a la amenaza de una terrible persecución de Roma, quizá en la provincia de Asia, donde florecía el culto al emperador. Por tanto la bestia es uno de los emperadores romanos, y el falso profeta es el culto de la adoración del emperador. El autor asegura a los cristianos que aunque puede producirse un gran martirio, Cristo regresará pronto, destruirá a Roma y establecerá en la tierra su reino.3

Debe de haber un elemento de verdad en este enfoque, porque sin duda Apocalipsis se escribió para dirigirse a su propia generación. Pero para la interpretación preterista Apocalipsis no es más verdadera profecía que un apocalipsis de la época, 4 Esdras. Hay, sin embargo, algunas diferencias claras entre Apocalipsis y los apocalipsis judíos,4 la más importante es su conciencia de formar parte del curso de la Heilsgeschichte o Historia de la redención, elemento que está ausente en la apocalíptica judía. Por tanto, aunque podemos reconocer en Apocalipsis algunos matices de eventos de la época, debemos concluir que el elaborado simbolismo de la literatura apocalíptica judía se utilizó con el propósito de una predicción profética de la consumación del propósito redentor de Dios.5

2. El método histórico. Esta interpretación, que los reformadores apoyaron, ve en Apocalipsis una profecía de la Historia de la Iglesia. En esa historia se buscan eventos, naciones y personajes concretos que encajen con los sellos, trompetas, etc. La identificación más importante de esta interpretación es la de la bestia y la del falso profeta con el Papado en sus aspectos políticos y religiosos. Este método puede ser milenarista (I. Newton, Bengel, H. Alford), amilenarista (Lutero, Hengstenberg), o postmilenarista (D. Brown). Una dificultad importante que encontramos en esta posición es que no se ha logrado un consenso en cuanto a cuál es en realidad el esquema histórico previsto en Apocalipsis.

3. El método simbólico o idealista. Uno de los métodos más atractivos es el que ve en Apocalipsis sólo símbolos de poderes espirituales en acción en el mundo. El mensaje del libro es la seguridad dada a los santos que sufren de que Dios finalmente triunfara, sin predecir eventos concretos, ni pasados ni futuros. William Milligan es un exponente destacado de esta opinión (Expositor’s Bible). La objeción en contra de esta opinión es que el género literario apocalíptico utilizaba el simbolismo para describir eventos en la historia; y deberíamos esperar que Apocalipsis comparta por lo menos este rasgo con otros libros de su misma naturaleza.

4. La interpretación futurista extrema: dispensacionalismo.6 Una opinión que ha penetrado profundamente en muchas iglesias evangélicas americanas interpreta Apocalipsis de acuerdo con una premisa dispensacionalista que afirma la existencia de dos programas divinos diferentes: uno para Israel y otro para la Iglesia. Todos los sellos, trompetas y copas pertenecen a la gran tribulación; y como éste es el tiempo de “angustia para Jacob” (Jer. 30:7), por definición se refiere a Israel y no a la iglesia. En los capítulos 2 y 3 se ve a la iglesia en la tierra, pero en el libro no vuelve a aparecer “iglesia” hasta 22:16. Los veinticuatro ancianos que están delante del trono de Dios se consideran como la iglesia, arrebatada y recompensada (4:4). Por tanto el rapto de la iglesia debe haber ocurrido en 4:1; y el pueblo de Dios en la tierra son los judíos, doce mil de cada una de las doce tribus (7:1–8), que proclaman el “evangelio del Reino” durante la tribulación y ganan a una gran cantidad de gentiles (7:9–17). La bestia es la cabeza del imperio romano, que va a ser restaurado en los últimos días.7 La profecía de Daniel 9:27 también se interpreta como una referencia a la cabeza de este imperio restaurado. Los últimas siete días comenzarán con un pacto entre la bestia (anticristo) e Israel,8 pacto que la bestia conculcará después de tres años y medio para después pasar a perseguir a los judíos con ira. El gran conflicto de Apocalipsis se da entre el Anticristo e Israel, no entre el Anticristo y la Iglesia. Como los capítulos 4–19 tienen relación con el período de la tribulación, sólo los capítulos 2–3 se aplican a la Iglesia y a su era. La opinión usual ha sido que las siete iglesias representan siete períodos sucesivos de la historia de la Iglesia, siendo el período final uno de apostasía y apatía espiritual.9 Esta opinión, sin embargo, va siendo descartada por los teólogos dispensacionalistas contemporáneos.10

5. La opinión futurista moderada.11 Apocalipsis pretende describir la consumación del propósito redentor de Dios, que implica tanto juicio como salvación. Uno de los problemas clave en la interpretación del libro es la relación entre los sellos, las trompetas y las copas. En la solución a este problema puede hallarse la clave para la interpretación del libro. Juan ve un libro en forma de rollo, sellado con siete sellos en su borde exterior, y que reposa en la mano de Dios. Ninguna criatura puede romper los sellos y abrir el libro, excepto el León de la tribu de Judá, que es el Cordero inmolado. Esta es la clave del libro. El León vencedor, único que puede revelar los propósitos ocultos de Dios, es el Jesús que murió en la cruz.

El pequeño libro tiene forma de testamento antiguo, el cual solía sellarse con los sellos de los siete testigos. El libro contiene la herencia de Dios para su pueblo, basado en la muerte de su Hijo.12 La herencia de los santos es el Reino de Dios; pero las bendiciones de ese Reino no se pueden dar aparte de la destrucción del mal. De hecho, la destrucción de todos los malos poderes es una de las bendiciones del gobierno real de Dios. He aquí el doble tema de Apocalipsis: el juicio del mal y la venida del Reino.

La rotura sucesiva de los sellos nos va abriendo gradualmente el libro. Su contenido no se puede manifestar hasta que se haya roto el último sello. Sin embargo, a medida que se van rompiendo, sucede algo. Después del primer sello, la victoria invade la tierra; después del segundo, la guerra; luego el hambre, la muerte y el martirio. El sexto sello nos conduce al final del siglo y a la venida del gran Día del Señor y de la ira del Cordero (6:16–17). Esto sugiere que los eventos que rodean la rotura de los sellos no constituyen el fin, sino que son eventos que llevan hacia el fin. Esta estructura tiene su paralelo en Mateo 24, donde las guerras, las hambrunas y otros males no son sino el “principio de dolores”, todavía no es el fin (Mt. 24:8). Además, el caballo blanco que vence tiene su paralelo en Mateo 24:14, y describe los triunfos de la predicación del evangelio en el mundo. Muchos comentaristas opinan que los cuatro jinetes deben ser del mismo tipo, y que por tanto el caballo blanco debe representar algún poder malo. Sin embargo, no se menciona ningún dolor, como es el caso de los otros jinetes, y el blanco en Apocalipsis siempre se asocia con Cristo o con el triunfo espiritual.13 Que la predicación del Evangelio se asocie con plagas no es en este caso más incongruente que puede serlo en Mateo 24:1–14. No es una objeción válida decir que el evangelio en el orden actual nunca triunfará. Esto es verdad; pero el Evangelio obtiene triunfos.14 Tanto la espada (He. 4:12; Ap. 2:12) como el arco (Is. 49:2–3) son símbolos de que Dios actúa entre las personas.15 En la rotura de los cinco sellos se ponen de manifiesto las gestaciones que Dios utiliza antes del fin para llevar al cumplimiento de la salvación y el juicio: la predicación del Evangelio y los males de la guerra, la muerte, el hambre y el martirio. Estos son, por así decirlo, anticipos de la salvación y el juicio consumados que contiene el libro sellado.

El sexto sello nos lleva al fin; pero con la rotura del séptimo sello, cuando por fin se puede abrir el libro y manifestar su contenido, no sucede nada (8:1). No hay ningún dolor. Aunque esto armoniza con la flexibilidad del simbolismo apocalíptico, que el libro desaparezca ahora de la vista y nunca se mencione de forma explícita su contenido, el hecho de que al séptimo sello no se le dé ningún contenido específico sugiere que todo lo que sigue, comenzando con las siete trompetas, constituye el contenido del libro. Aquí comienza la manifestación real de los eventos judiciales y redentores que constituyen la consumación.

Podemos concluir que una interpretación futurista moderada entiende las siete cartas como dirigidas a siete iglesias históricas que representan a toda la Iglesia. Los sellos representan las fuerzas de la Historia, por mucho que dure, con las cuales Dios realiza sus propósitos redentores y judiciales en ella, que conducen al fin. Los eventos que comienzan con el capítulo 7 son futuros y rodearan la disposición final de la voluntad divina en lo que respecta a la Historia humana.

1 Ver M. Stuart, A Commentary on the Apocalypse, 2 tomos (1845); F. C. Porter, The Messages of the Apocalyptical Writers (1905); H. H. Rowley, The Relevance of Apocalyptic (1947).

2 Ver G. E. Ladd, “Apocalyptic, Apocalypse,” en Baker’s Dictionary of Theology, ed. E. F. Harrison (1960), 50–54.

3 Ver H. C. Kee y F. W. Young, Understanding the NT (1957), 335–37. La mayor parte de los comentarios críticos modernos han sido escritos desde este punto de vista. Ver R. H. Charles (ICC); J. Moffatt (Expositor’s Greek Testament); I. T. Beckwith; C. A. Scott (Century Bible); A. S. Peake; H. B. Swete (en parte); M. Rist (IB).

4 Ver G. E. Ladd, “The Revelation and Jewish Apocalyptic,” EQ 29 (1957), 94–100.

5 Algunos intérpretes han tratado de adaptar la opinión preterista a un enfoque conservador. Ver A. Pieters, Studies in the Revelation of St. John (1943, 1954); R. Summers, Worthy is the Lamb (1951). El mejor esfuerzo es el de G. R. Beasley-Murray en The New Bible Commentary (ed. F. Davidson; 1953), que combina los métodos pretérito y futurista. Ver también L. Morris, Revelation (1969); G. E. Ladd, Revelation (1972).

6 Uno comentario con esta perspectiva es el de J. Walvoord (1966).

7 Ver J. D. Pentecost, Things to Come (1958), cap. 19.

8 Ibid., 295.

9 The Scofield Reference Bible, 1331ss.; J. D. Pentecost, Things to Come, 152.

10 Ver A. J. McClain, The Greatness of the Kingdom (1959), 419; C. C. Ryrie, Biblical Theology of the NT (1959), 355.

11 Ver H. Lilje, The Last Book of the Bible (1955); L. Morris, The Revelation of St. John; G. E. Ladd, The Revelation of St. John.

12 La idea está también en He. 9.

13 Ver 1:14; 2:17; 3:4, 5, 17; 4:4; 6:11; 9:7, 13; 14:14; 19:11, 14; 20:11.

14 J. A. Seiss, The Apocalypse (1913), 1:310.

15 Esta interpretación es seguido por T. Zahn, Die Offenbarung des Johannes (1926), 2:352s.; H. Alford, The Greek Testament (1877), 4:613s.; J. Schneider, Die Offenbarung Jesu Cristi (1942), 56s.

Donald A. Hagner, «Prefacio a la Edición Revisada», en Teología del Nuevo Testamento, ed. Gary S.:Ozuna Shogren Nelson Araujo:Ortiz, Anabel Fernández:Fernández, Lidia Rodríguez:Raya, Joana Ortega, trans. José-María Blanch y Dorcas González Bataller, Colección Teológica Contemporánea (Viladecavalls, Barcelona: Editorial Clie, 2002), 814–818.

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