LA DERROTA DE GOG Y EL RECONOCIMIENTO UNIVERSAL DE YAHVÉ (38:1–39:29)

En el capítulo 7 escuchamos las profecías de Ezequiel dirigidas a naciones de su propio tiempo, que están recogidas en Ezequiel 25–32. Vimos que pertenecen a un periodo de la historia de Israel concreto (habiendo sido emitidas en su mayoría durante o poco después del sitio de Jerusalén), y que tenían como propósito principal hablar a los exiliados mismos. Por un lado, las profecías aseguraban a los exiliados que Dios no iba a pasar por alto la crueldad y el comportamiento arrogante de sus enemigos; y por otro lado, echaban por tierra cualquier esperanza que pudieran estar albergando acerca de la liberación de Israel gracias a la intervención de Egipto. Sin embargo, en estos dos capítulos, 38–39, tenemos una colección de oráculos sin fecha, dirigidos contra un enemigo cuya identidad es deliberadamente vaga y misteriosa —Gog, de la tierra de Magog. No sabemos cuándo fueron pronunciados ni quién era el objetivo.

La posición en la que se han colocado estos dos capítulo resulta a primera vista un tanto extraña. En realidad habríamos esperado encontrarlos en la colección de oráculos contra las naciones en los capítulos 25–32. No obstante, la diferencia consiste en que aquellas profecías están relacionadas principalmente con eventos que tuvieron lugar mientras los israelitas estaban en el exilio; sin embargo, los capítulos 38–39 prevén específicamente el regreso de Israel a su tierra para vivir en paz en una época futura no especificada (38:8, 11). Otra diferencia es que, mientras los capítulos 25–32 hablan de naciones claramente identificables que existían en la época de Ezequiel, la identidad de las personas y las naciones de los capítulos 38–39 es todo un misterio.

También podríamos preguntarnos por qué Ezequiel, o el editor final de su libro, permite que la narración de estos capítulos tan grotescos interrumpa la corriente que va entre los grandes capítulos que prometen restauración (33–37) y la visión final de esa restauración ya realizada (40–48). La respuesta viene probablemente con los capítulos 38–39, pues éstos indican que cuando Dios restaure definitivamente a su pueblo para disfrutar de las relaciones perfectas descritas en 37:24–28 y presentadas a modo de «realidad virtual» en 40–48, ya no habrá nunca más peligro de que esa paz y bendición sean amenazadas o destruidas. La destrucción de Gog como último gran enemigo de Israel y de Yahvé se alza así como una reafirmación por parte de Dios a su pueblo de que su futuro está asegurado. Ningún enemigo podrá romper jamás la paz del pueblo de Dios en la tierra de Dios. Del mismo modo, el libro de Apocalipsis, haciendo buen uso de los recursos que le proporciona Ezequiel, describe la derrota final de las huestes del mal (incluyendo a Gog y Magog),2 antes de llegar al clímax de la visión de Dios habitando en medio de su pueblo redimido en la nueva creación.3

Los capítulos 38–39 presentan una cuidada estructuración interna semejante a la que encontramos en los capítulos 25–32. A gran escala, la sección se divide en dos partes equivalentes (que corresponden a los dos capítulos respectivamente) en las que se describe en dos ocasiones la destrucción de este enemigo, en una serie de escenarios de dibujos animados, por así decirlo. En un nivel más detallado podemos apreciar que la narración se divide en siete secciones (lo cual no nos sorprende, después de observar el diseño y la organización a base de sietes de los capítulos 25–32), fácilmente identificables gracias a la frase introductoria Así dice el Señor Omnipotente. Primero resumiremos la historia, y después haremos un breve repaso de las siete secciones.

a. La historia

A pesar de cierta irregularidad y repetición, los capítulos 38 y 39 cuentan esta historia lisa y llanamente. Gog, de la tierra de Magog, príncipe soberano de Mesec y Tubal, liderará la alianza con otras naciones del norte para atacar por sorpresa a Israel, que estará viviendo pacíficamente en su propia tierra. Con todo, Yahvé estará controlando lo que ocurre desde bastidores de modo que, lejos de llevarse el botín como esperan, estos aliados hostiles sufrirán una derrota masiva y caerán muertos. Además al mismo tiempo tendrán lugar muchos fenómenos cósmicos (terremotos, plagas, sangre, fuego, granizo y azufre). Los israelitas tendrán que pasar siete meses enterrando a los muertos, y durante ese tiempo los animales y aves carroñeras comerán hasta saciarse. Y las armas capturadas en la guerra proporcionarán leña para siete años. El resultado final será que tanto Israel como las demás naciones sabrán sin lugar a dudas que Yahvé es Dios y que los hitos históricos del exilio y la restauración eran obra suya. La grandeza, la santidad y la gloria de Yahvé serán reveladas y vindicadas de una vez por todas en la tierra.

Las siete secciones de la narración que acabamos de resumir se presentan, junto a algunas repeticiones, de la siguiente forma:

i. 38:3–9

La gran alianza de muchos pueblos se junta para llevar a cabo la invasión. Pero desde el principio se puede ver la soberanía de Dios obrando por detrás de esas maquinaciones humanas: «Y te haré volver […] y te sacaré. Las expresiones parecidas De aquí a muchos días […] Al cabo de años le indican al lector que se está hablando de un futuro no especificado. Ésta es una visión escatológica, no una predicción histórica ajustada, excepto porque se prevé con toda certeza que tendrá lugar mucho después de la vuelta desde el exilio y el reasentamiento en la tierra (8).

ii. 38:10–13

La maldad diabólica detrás de las intenciones de Gog se hace evidente. No se trata de una guerra normal entre ejércitos armados por igual, sino de un ataque devastador sobre gentes tranquilas que habitan confiadamente. Se describe al pueblo de Dios como uno lleno de recursos y que ha sido restaurado para ocupar el lugar central en la elección de Dios (que mora en la parte central de la tierra, v. 12, nos recuerda la afirmación tan significativa en 5:5 acerca de la centralidad de Jerusalén en el propósito de Dios), pero indefenso desde el punto de vista físico y militar. Éste no es un estado militar como el de Judá o Israel en el tiempo de la monarquía, con sus ciudades fortificadas, sus ejércitos listos y sus alianzas estratégicas. Otra indicación de que estamos ante una visión escatológica que no encaja cien por cien con la historia post-exílica es la descripción del pueblo como uno que habita sin muros, y no tiene cerrojos ni puertas (11), mientras que 36:35 hablaba de la refortificación de los asentamientos después de la restauración, y por supuesto de la muralla de Jerusalén que fue reconstruida por Nehemías. El versículo 13 prevé la avaricia de otras naciones que calculan sacar provecho del botín que se lleven Gog y sus aliados.

iii. 38:14–16

La invasión se pone en marcha, con un ejército sobrecogedor en número y fuerza. La referencia que se hace de su venida desde las regiones del norte, llegando como un nubarrón (cf. v.9) es un eco de las predicciones proféticas sobre la invasión hechas anteriormente4, que hace que crezca aún más la sensación de misterio escatológico que rodea a esta visión. De acuerdo con sus profecías anteriores, Ezequiel insiste en que, aunque las perversas intenciones de Gog son cosa suya, en el fondo la fuerza que actúa por detrás de todo ello es la de Yahvé mismo. Es más, el propósito último de este ataque definitivo y de la derrota subsiguiente es que las naciones me conozcan, cuando sea santificado en ti, [oh Gog], delante de sus ojos (16). Igual que en el caso de Faraón5 y de Ciro,6 Dios controla los resultados de los planes y las acciones de los hombres a fin de que salgan beneficiados, en última instancia, su nombre y su gloria en el mundo.

iv 38:17–23

Esta sección cierra la primera parte de la narración con la buena noticia para Israel de que Yahvé intervendrá personalmente para defender a su pueblo, que de otra manera estaría absolutamente indefenso. Gog y sus hordas se llevarán su merecido cuando se enfrenten con la ira y el enojo de Yahvé. El mensaje se refuerza por medio de ecos verbales de las secciones precedentes: «Esta «gran multitud» (v. 15) se encontrará con un «gran temblor» de tierra (v. 19) que demostrará la «grandeza» de Yahvé (v. 23)».7 Las muchas naciones que componen la fuerza invasora (6) serán más tarde las muchas naciones sobre las que caiga el juicio destructor de Dios (22), lo que a su vez prueba la grandeza y la santidad de Dios ante los ojos de muchas naciones (23, haciendo eco de 16). Pero aún hay más: los ecos textuales de los profetas precedentes se convierten en el v. 17 en una referencia explícita a los mismos. No sólo se hallan bajo el control de Dios los ataques futuros y la derrota de Gog, sino que, desde el principio, ya entraban dentro de la previsión profética de Dios. Se puede pillar por sorpresa al pueblo de Dios, confiado e indefenso; pero jamás a Dios mismo.8

La naturaleza escatológica de este retrato se ve reforzada por el lenguaje altamente simbólico utilizado para describir los medios que Dios empleará para destruir a los enemigos de su pueblo que aparecen en los versículos 19–22. Estos medios incluyen terremotos, desastres medioambientales, temblor y desmoronamientos de montañas, espada, pestilencia, derramamiento de sangre, granizo, fuego y azufre. Los elementos que conforman este catálogo nos traen a la memoria el diluvio, Sodoma y Gomorra y las plagas de Egipto, junto a las calamidades que habían venido sobre Israel más recientemente. Aquí sin embargo, se está hablando de una destrucción total y definitiva de sus enemigos.

v. 39:1–16

La segunda parte de la sección retoma la historia repitiéndola con algunos detalles adicionales. Se nos recuerda que el ejército invasor estará totalmente bajo la autoridad de Yahvé, cuyo propósito es su destrucción definitiva (notemos que 39:1–2 funciona como eco de 38:3–4). Los arqueros montados eran guerreros muy temidos, pero el versículo 3 afirma que Yahvé los dejará desarmados e indefensos de un plumazo. No se nos dice cómo; sólo sabemos que Dios intervendrá directamente. La predicción de Ezequiel refleja la absoluta destrucción de éste ejército, pues afirma que las armaduras y las armas capturadas (que se describen con siete palabras diferentes) servirán de leña para Israel durante siete años (9–10)9; y la matanza será tan grande que se necesitarán siete meses para enterrar a los muertos (12–16). Igual que la amenaza «Enviaré fuego» sobre la patria de los enemigos (6), el uso por tres veces del número siete es simbólico y resulta muy importante a la hora de elevar la narración desde un plano de expectación de cumplimiento literal a uno mucho más figurativo, en el que se describe la derrota definitiva de los enemigos de Dios en el día del cual he hablado (8, otro elemento escatológico). El enorme cuidado y la meticulosidad que han de mostrar a la hora de enterrar los cuerpos de los enemigos tiene como fin limpiar la tierra. Esta preocupación proviene del ámbito religioso de la ley de Israel,10 y será en los capítulos 40–48 cuando se muestre su significado más amplio. Si Dios va a habitar de nuevo en plena armonía con su pueblo, entonces el lugar de su morada debe ser limpio y santo. No quedará ni rastro de la contaminación de sus enemigos.

Podemos encontrar estas mismas implicaciones prácticas acerca de la santidad de Dios y de su morada en medio de su pueblo en la visión de la nueva creación en Apocalipsis 21:1–8.

vi. 39:17–24

Ya hemos podido comprobar la habilidad de Ezequiel para sorprender. Y también nos hemos encontrado con su destreza a la hora de crear cuadros mentales grotescos llenos de detalles enormemente gráficos, como si fuera una tira de cómic salvaje. Aquí tenemos un ejemplo de ambas cosas. Incluso si se fueran a enterrar todos los cadáveres de los enemigos, el tiempo que llevaría sería tal que daría absoluta libertad a las aves y animales carroñeros para hacer su labor. Esa es la terrible realidad de la guerra en cualquier época, y ya había sido predicho en 39:4. Aquí, sin embargo, la palabra Diles indica que Ezequiel recibe la orden de entregar tarjetas de invitación de parte de Dios a las aves de toda especie, y a toda fiera del campo. Se les invita a que se reúnan para el gran banquete sacrificial que Dios les ha preparado. Esta viñeta no sólo describe con pelos y señales la fiesta misma, sino que incluso dibuja a los animales sentados en mi mesa —pegándose el atracón en este espantoso banquete en presencia del anfitrión divino (19–20). Ante de reaccionar ante esta imagen horrible debemos reconocer, en primer lugar, que se está utilizando un lenguaje exagerado y caricaturesco, y que por lo tanto, no nos hallamos ante una predicción literal. «Del mismo modo que ocurre con las tiras políticas de humor, este cuadro debe considerarse no como si fuera una fotografía literaria profética, sino como un sketch literario impresionista».11 En segundo lugar, tenemos que tener en cuenta que si para nosotros resulta repulsivo, debe haberlo sido mucho más para el propio Ezequiel, quien, habiendo sido preparado para ser sacerdote, debió encontrar insoportable este espectáculo sacrílego. Aparte del tabú evidente de los cuerpos muertos, la escena torcía o violaba todo tipo de actividades rituales del sistema de Israel. En lugar de seres humanos ofreciendo animales limpios en sacrificio a Dios, aquí tenemos a Dios invitando a toda clase de animales inmundos (todos los carroñeros lo eran) a un sacrificio que él ha preparado, violando así el mayor tabú de todos —comer carne humana. Son unas imágenes horribles que, no en vano, expresan un realidad horrible: aquellos que se empeñan en ser enemigos implacables de Dios y de su pueblo tendrán que enfrentarse en última instancia a la destrucción más absoluta. La imagen de gusanos y un fuego que nunca se apaga puede sonarnos algo más familiar, pero su resultado no es menos devastador.

La destrucción de Gog y sus hordas es total, pero ¿qué tenemos que aprender de estos sucesos? En una primera reflexión (21–24) Ezequiel prevé una enseñanza doble —para Israel y para las naciones. Israel conocería la realidad y el poder de Yahvé, su Dios, cuando presenciaran su juicio contra las naciones (21–22); las naciones conocerían la verdad acerca de Yahvé cuando comprendiesen la razón del juicio sobre Israel (23–24). Ambos «conocimientos» constituirían en sí mismos un reconocimiento de la gloria de Yahvé. En este contexto el énfasis recae —muy apropiadamente después de la descripción gráfica de la derrota y la destrucción de Gog— sobre la gloria de Dios que se despliega a través del ejercicio de su justicia. Algunas traducciones utilizan en el versículo 21 la expresión el castigo que yo inflijo; pero parece ser que la traducción más correcta es «la justicia (mišpāṭ) que yo ejecuto». Obviamente, «castigo» es una interpretación correcta de lo que les ocurrió a Gog y sus aliados como consecuencia de su maldad injustificada, pero lo importante aquí es que la justicia de Yahvé actúa en pro de su pueblo (castigando a sus enemigos) y al mismo tiempo en contra de su propio pueblo (castigándoles también a ellos). Así la gloria de Yahvé se manifiesta a través del reconocimiento de su coherencia. Y para eliminar cualquier sospecha de favoritismo, el castigo de Israel se explica si cabe con mayor énfasis y lujo de detalles, utilizando palabras que formaban parte de las anteriores acusaciones de Ezequiel: habían sufrido el exilo por su pecado, su infidelidad, su impureza y sus ofensas. Conviene recordar que estos capítulos que describen la gran victoria definitiva sobre sus enemigos fueron dirigidos en primer lugar a los israelitas que aún estaban en el exilio soportando la ira de Dios por su propio pecado. Cualquier sentimiento de autocomplacencia y regocijo lleno de arrogancia debía ser eliminado por completo. Como pueblo redimido de Dios, no podemos albergar ningún sentimiento de superioridad moral al contemplar la derrota definitiva del mal y la destrucción de los impíos. Porque sabemos perfectamente que, de no haber sido por la gracia de Dios, que nos ha llevado al arrepentimiento y la restauración, nosotros correríamos la misma suerte.

vii. 39:25–29

La sección final de esta gran narración nos hace volver de golpe desde la descripción apocalíptica del futuro distante y, con la palabra ahora (25) nos recuerda que la audiencia de Ezequiel estaba compuesta por exiliados cuya mayor preocupación era su situación inmediata. ¿Iba a durar el exilio para siempre?¿Sería Babilonia la tumba de Israel? Seguro que no. El futuro de Israel estaba asegurado gracias a la promesa de Dios. Este pasaje nos recuerda y resume muchos de los temas y de las promesas que vimos en los capítulos 34–37. Gog y sus hordas quedan ya muy lejos, ni siquiera entran en el cuadro. La amenaza externa ha desaparecido, y la paz interna hará acto de presencia una vez restaurada la relación adecuada entre el pueblo y su Dios. Sin embargo, sí hay una frase novedosa, que Ezequiel no había utilizado hasta ahora excepto en sentido negativo. A pesar de haberse anticipado ya en los capítulos 34–37, ahora es la primera vez que Dios dice explícitamente: «Tendré misericordia de toda la casa de Israel» (25). Anteriormente Dios sólo había dicho, en un contexto de juicio irrevocable, que no tendría misericordia ni mostraría ninguna piedad hacia ellos (por ejemplo 5:11; 7:4; 8:18; 9:10). Pero ahora está a la vista la nueva era de compasión y restauración, que vindicará (tal como ya se había argumentado en 36:16–38) el santo nombre de Yahvé como lo había hecho anteriormente su juicio.

A parte de lo dicho, estos versículos repiten las grandes promesas de gracia. Incluso la promesa «Ahora volveré la cautividad de Jacob» lleva implícito el recordatorio de la historia de Jacob. Porque Jacob, el paradigma de la gracia si es que ha habido alguno, también había ido al exilio en Mesopotamia y había sido traído de vuelta por Dios sano y salvo a la tierra. También se repite la idea de que, a pesar de que la gracia borra los pecados del pasado, no deja que caigan en el olvido. Desgraciadamente la NVI presenta una enmienda innecesaria que algunos eruditos proponen que se debería hacer en el texto hebreo, con lo que el versículo 26 diría «[Ellos] olvidarán su vergüenza». Sin embargo, muchas versiones antiguas demuestran que el hebreo en realidad dice «[Ellos] llevarán su vergüenza» —queriendo decir que serán responsables del pecado que causó su vergüenza, y que aceptarán el hecho de que deberían sentirse avergonzados por su conducta. Tal como vimos en nuestra exposición de 36:30–32, no existe contradicción alguna entre experimentar la restauración plena de Dios y, al mismo tiempo, ser plenamente conscientes del pecado que nos llevó a merecer su ira. Ese recuerdo tan saludable servirá para hacer que crezca la gratitud y el gozo con el que alabemos al Salvador por su infinita paciencia y misericordia. Recordar la misericordia de Dios es recordar con infinito dolor y vergüenza la falta que nos hacía. «La misericordia no es una llamada a olvidar ciegamente».12

El capítulo acaba con un eco de otro pasaje mucho más cercano. El exilio fue un tiempo en el que Israel experimentó el silencio de Dios. Las palabras «Escondí de ellos mi rostro» (23–24) expresan el clímax del juicio que había caído sobre ellos. El hecho de que Dios escondiera su rostro significaba, por encima de todo, que ya no se podía adorar en condiciones.13 Con todo, la gracia restauradora de Dios y su protección acabarán con dicha barrera. La mirada sombría del juicio dará paso a una sonrisa contenida en las palabras «No esconderé más de ellos mi rostro» (29).14 Mientras que en el pasado Ezequiel había hablado de cómo Dios «derramaría su ira» sobre Israel,15 ahora las tornas giran para dar lugar a algo bien distinto —el derramamiento que Dios hace de sí mismo a través de su Espíritu, cubriendo, ungiendo, inundando y reclamando su pueblo para sí: «Derramaré mi Espíritu sobre la casa de Israel» (29).16 Por fin el camino queda despejado para que Dios habite en medio de su pueblo en una relación de adoración renovada y eterna —que es lo que vendrá a continuación, en los capítulos 40–48.

b. El significado

Entonces, ¿quién fue realmente este misterioso Gog de la tierra de Magog? A decir verdad, nadie lo sabe, pero no por no haberlo intentado o por falta de ganas. Desde luego no existe ninguna persona con ese mismo nombre en la historia del Antiguo Testamento. Muchos eruditos reconocen que el nombre podría ser una corrupción de Giges, que fue un famoso rey de Lidia en el siglo séptimo a.C. Lidia está en Anatolia (actual Turquía), en la misma región que Mesec y Tubal. Estos últimos eran enemigos muy temidos a causa de las barbaries que se les atribuían (32:26).17 Sin embargo, dado que Ezequiel sitúa la gran invasión y la derrota en un futuro distante, parece probable que esté simplemente escogiendo o inventando nombres para estos enemigos a partir de una idea algo vaga de enemigos terribles procedentes del norte.

No obstante, estos capítulos y su desenlace sangriento han despertado una fascinación tremenda a lo largo del tiempo, que ha dado lugar a un sinfín de interpretaciones por parte tanto de judíos como de cristianos. Es probable que la historia de Gog ejerciera cierta influencia en Daniel 11:40–45. Posteriormente, muchos comentarios rabínicos acerca de las Escrituras hebreas incluían la derrota de Gog y Magog como parte de las esperadas victorias del Mesías que había de venir.18 Con este trasfondo no es de extrañar que la escatología cristiana temprana también utilizase la imagística de Ezequiel para representar el gran conflicto entre las fuerzas del mal, tanto humanas como satánicas, y el reino de Dios y de Cristo. Apocalipsis 19:11–20:15 prevé un ataque terrible de las fuerzas del mal —agrupadas bajo el mando de Satanás e incluyendo a «Gog y Magog»—19 que sufrirán una derrota aplastante.

A lo largo de los siglos de la era cristiana, las diferentes generaciones han identificado a Gog con el enemigo de turno más temido que pareciese encajar mejor, o acerca del cual se necesitase albergar la esperanza consoladora de que Dios lo destruiría por completo. Agustín, por ejemplo, veía a Gog en los furiosos ataques de los Godos contra el Imperio romano, que parecían marcar el final de la civilización cristiana tal como se conocía entonces. Lutero identificó a Gog y Magog con los temidos turcos de su tiempo (contando al menos con alguna correspondencia geográfica a su favor). En el siglo veinte, una rama del cristianismo fundamentalista que contaba con muchos simpatizantes identificó sin dudarlo a Gog y Magog con el Imperio Comunista Soviético. «Rosh» (palabra hebrea que significa «cabeza» y que la NVI y la RV60 traducen como príncipe soberano, 38:2) era, obviamente, Rusia; Mesec debía ser, por lo tanto, Moscú, y Tubal, Tobolsk. Basándose en esta asociación de palabras tan poco sólida (que, por otra parte, no tiene ninguna credibilidad desde el punto de vista etimológico), pretendían advertir al mundo cristiano acerca de una invasión inminente del territorio del estado moderno de Israel por parte del imperio soviético del norte. Esta invasión provocaría la terrible y definitiva batalla de Armagedón y otros acontecimientos ya previstos en un calendario milenialista bastante particular. Igual que Gog, Dios ya había recibido la orden de ponerse en marcha.

A aquellos que se mostraban escépticos a la hora de aceptar todo este planteamiento se les acusaba de no estar preparados para tomar lo que la Biblia decía al pie de la letra —acusación a la que se podría contestar diciendo simplemente que si había que identificar literalmente al enemigo del norte con el ejército ruso que iba a invadir Israel, entonces tendríamos que esperar también que montasen a caballo y luchasen con arcos y flechas. Incluso los literalistas tienen a veces problemas con la coherencia. Y además, conviene destacar que esta clase de literalismo tampoco tiene mucho de humildad. Después de que el imperio soviético se viniera abajo, sin que un solo soldado ruso hubiera puesto un pie en el territorio de Israel —y no digamos ya hordas de ellos enterrados allí— no hemos oído por ningún lado a un coro de profetas del «Armagedón en nuestros días» decir: «Muchas gracias por todo el dinero que hemos ganado con los libros que hacían esta predicción…eh, bueno, lo lamentamos pero parece que por fin estábamos equivocados».

Si empezamos a especular y entrar en disquisiciones acerca de la identidad precisa de Gog, pretendiendo ser muy literales en nuestra interpretación del cómo y cuando va a suceder, supuestamente, lo que narra Ezequiel 38–39, corremos el peligro de pasar por alto el mensaje principal de estos capítulos. El propósito prioritario de toda esta narración es hacer patente de una vez por todas que Yahvé es Dios, y hacer que Israel y las naciones reconozcan la verdadera identidad de Dios y la justicia de sus caminos. En resumen, sea quien sea Gog, haya sido o vaya a ser en el futuro, su existencia tiene como único propósito exhibir la gloria de Dios. Esto se repite a lo largo de los dos capítulos y también en el clímax final (38:16, 23; 39:6–7, 13, 21–24, 27–28).

Pero aún hay más; frente a todos los esfuerzos literalistas por limitar la identidad de Gog exclusivamente a un solo personaje histórico o nación, parece claro que Ezequiel está utilizando lenguaje figurado y una serie de imágenes proféticas ampliamente aceptadas para hacer una aseveración fundamental acerca de la victoria de Dios y la certeza de seguridad absoluta de su pueblo. En el análisis de los dos capítulos anteriores ya señalamos ciertas claves que nos hacen pensar que la narración no es literal, sino más bien simbólica. Entre ellas se incluyen la vaguedad de la amenaza de «los enemigos del norte»; los resultados cósmicos del juicio de Dios (terremotos, montañas que se desmoronan, pestes, fuego y azufre, etc.); el uso recurrente del siete; la expresión «en aquel día»; y la personificación de los animales sentados a la mesa de Dios.

En vista de esto, podemos apreciar dos niveles de cumplimiento. Por un lado, el simbolismo nos habla de una realidad siempre presente, a saber, una oposición humana y satánica contra Dios y su pueblo. La historia está llena de «Gogs» —aquellos que han creído que podían erradicar al pueblo de Dios. Hasta el momento no lo han conseguido, y esta visión afirma que no lo lograrán jamás. Por otro lado, la ampliación y la aplicación que Juan hace de la visión de Ezequiel en el libro de Apocalipsis nos lleva a esperar que la batalla entre Dios y sus enemigos llegará por fin a un clímax definitivo en el que las fuerzas de Satanás y aquellos que se hayan aliado con él serán vencidos y destruidos para siempre por el poder de Cristo.20 Así pues, la destrucción de Gog es la garantía profética de la derrota y destrucción definitivas de todos los que se oponen a Dios y ponen en peligro a su pueblo.21 Igualmente, del mismo modo que el panorama de destrucción total del mal en los capítulos 38–39 hace posible la perspectiva de Yahvé habitando con el pueblo de Israel reconstituido, en su tierra, y adorándole en la perfección de su santuario restaurado (capítulos 40–48), así la derrota de Satanás en Apocalipsis 19–20 da paso a la gran visión de Dios morando en medio de su pueblo venido de todas las naciones, en la nueva creación, adorando al Cordero en la perfección de su presencia, pues ya no habrá necesidad de templo.22

2 Apocalipsis 20:7–10.

3 Apocalipsis 21–22.

4 Por ejemplo Isaías 10:5–11; Jeremías 1:13–16; 4:5–6, 11–17.

5 Éxodo 9:16.

6 Isaías 45:5–6. Cf. también el llamamiento de Dios a los babilonios, Habacuc 1:5–11.

7 Allen 29, p. 207.

8 Hay cierto desacuerdo sobre las implicaciones de la pregunta en el versículo 17. Tal como lo traduce la RV60 («¿No eres tú aquel de quien hablé yo […]?») la pregunta hace esperar un «Sí» por respuesta, implicando así que Gog es el cumplimiento de todas las profecías anteriores sobre las invasiones llevadas a cabo por los enemigos de Dios. Sin embargo, Block sostiene que la pregunta sería más bien algo como «¿Eres tú aquel […]?», que requiere un «No» por respuesta. De acuerdo con la primera interpretación, la pregunta implica que Gog será el máximo exponente en el cumplimiento de todas las profecías de los siglos pasados, que hacían referencia a los enemigos que Dios traería sobre su pueblo, reforzando así la afirmación de que cualquier cosa que Gog intente o lleve a cabo, Dios ya lo ha previsto y lo tiene bajo control. No obstante, Block señala que ninguno de los profetas anteriores había mencionado a Gog por nombre. Es más, las profecías precedentes relativas a los enemigos destructores que venían del norte habían encontrado cumplimiento histórico en las invasiones de Asiria y Babilonia. De modo que si Ezequiel intentara «reciclarlas» para convertirlas así un nuevo futuro apocalíptico, en realidad lo que estaría haciendo sería clamar por una reinterpretación radical de las profecías de Isaías y Jeremías. Y lo más importante de todo es que los invasores precedentes predichos por los profetas anteriores habían sido agentes del juicio de Dios sobre Israel, enviados por Dios para castigarles por su maldad y su rebeldía. En contraste, a Gog sólo le motiva su codicia, y en Ezequiel 38–39 no existe el menor indicio de que sea un instrumento de juicio. Más bien, su enemistad injustificada contra el pueblo de Dios se convierte en una ocasión única para que Dios demuestre su propia gloria al derrotarlo y destruirlo. De ahí que Block interprete el v. 17 del capítulo 38 de la siguiente manera: «Tú no eres aquel del que yo hablé en tiempos pasados, aunque pretendas serlo, porque no eres el instrumento de la ira de Yahvé contra su propio pueblo. Más bien te convertirás tú mismo en el blanco de su ira». Block (2), páginas 453–456.

9 Estos versículos utilizan, aunque de modo imaginativo y bastante más elaborado, el cuadro que encontramos en Isaías 9:5, en el que los despojos de la guerra se usan como combustible. También reflejan el acto definitivo con el que Dios pondrá fin a todas las guerras (Salmo 46:9). Resulta irónico que el uso que se dé a las armas destruidas preservará los recursos naturales de la tierra (v. 10) durante siete años sabáticos. Éste es probablemente el modo peculiar y colorista de Ezequiel para embellecer las ilustraciones más conocidas de Isaías y Miqueas, en las que el final de la guerra se hará evidente con la transformación de las espadas en arados y las lanzas en hoces (Isaías 2:4; Miqueas 4:3). ¡La preocupación que sentimos hoy día por el fin de las guerras y de la carrera armamentística en pro del medioambiente (entre otros beneficios, por supuesto), no es tan nueva como pudiéramos pensar!

10 Números 19:11–22; Deuteronomio 21:1–9.

11 Block (2), p. 473.

NVI Nueva Versión Internacional

12 Zimmerli, Ezekiel 2, p. 320.

13 Otros profetas se refieren a este hecho de que Dios escondiera su rostro de su pueblo a causa de su maldad extrema, queriendo decir que él ya no aceptaría su adoración y sus plegarias (Isaías 1:15; Miqueas 3:4). A nivel personal, esta experiencia de sentir el rostro de Dios apartarse de uno ha originado algunos de los lamentos más agudos de los salmistas, estando asociado normalmente con la sensación de la ira de Dios, o en algunos casos con un deseo lleno de impaciencia para que Dios actúe en contra de los opresores (Salmo 13:1; 27:9; 44:24; 69:17; 88:14; 89:46). Para Job, la peor parte de su sufrimiento consistía en la imposibilidad de «contactar» con Dios (Job 13:24). Encontrar que Dios había escondido su rostro equivalía a ser considerado un enemigo de Dios. En último término, toda vida en la tierra depende del favor de Dios. Un salmista llega a describir cómo todas las criaturas de la tierra y del mar morirían si Dios escondiese su rostro de ellas (Salmo 104:29). Por lo tanto, utilizada como metáfora del exilio, esta circunstancia refleja una realidad espiritual desoladora.

14 Cuando Dios perdona y restaura, esconde su rostro del pecado pero no ya del pecador (Salmo 51:9).

15 Ezequiel 7:8; 9:8; 20:8, 13, 21, 33, 34; 36:18; etc.

16 El derramamiento del Espíritu de Dios aparece en otros cuatro textos proféticos, todos los cuales miran hacia la era de de la restauración futura de su pueblo. Será una era caracterizada por la transformación de la naturaleza, y por la justicia y la paz (Isaías 32:15–17); de crecimiento y conversión (Isaías 44:3–5); una era generalizada por la salvación y el don profético (Joel 2:28–32); y de gracia, oración, arrepentimiento y limpieza (Zacarías 12:10–13:1). En el día de Pentecostés, Pedro escogió uno de estos pasajes (Joel 2:28–32) para presentarlo como la explicación que daban las Escrituras acerca del derramamiento del Espíritu de Dios que inauguró la nueva era mesiánica. Probablemente podría haber utilizado cualquiera de estos cinco pasajes con el mismo fin.

17 Cf. Salmo 120:5. Para un análisis más detallado de las diferentes naciones y lugares que se mencionan en Ezequiel 38–39, véase Block (2), páginas 432–444.

18 Cf. 3 Enoch 45:5. Para estudiar en profundidad éste y otros textos judíos que mencionan a Gog, véase Block (2), páginas 489–490.

19 Apocalipsis 20:8.

NVI Nueva Versión Internacional

RV60 Reina Valera, revisión de 1960

20 Esta interpretación con su doble aplicación (por un lado los enemigos del pueblo de Dios que se han venido sucediendo en la historia, y por otro el momento climático en el que se producirá la derrota escatológica del último enemigo de Dios y de su pueblo) se asemeja bastante a la que muchos adoptan con respecto a la figura del «Anticristo» que aparece en el Nuevo Testamento.

21 También debemos ser muy cautos en cuanto al momento preciso en el que tendrá lugar ese enfrentamiento, y la identidad de las personas o fuerzas que se vean involucradas. La narración sobre Gog nos habla de un ataque-sorpresa sobre un pueblo confiado. No parece muy probable que estos acontecimientos se desarrollen siguiendo una secuencia tan clara y ordenada como la que defienden algunas escuelas de pensamiento «profético». Y eso porque en el Nuevo Testamento se nos advierte continuamente acerca de la necesidad de velar y estar preparados para los acontecimientos que darán paso a la venida del Señor. Su primera venida sorprendió a los expertos bíblicos de su tiempo. Es muy probable que en la segunda ocurra lo mismo.

22 Apocalipsis 21–22.

Christopher Wright, Ezequiel: Un nuevo corazón y un nuevo espíritu, trans. Dámaris Stunt, 2a Edición., Comentario Antiguo Testamento Andamio (Barcelona; Grand Rapids, MI: Andamio; Libros Desafío, 2011), 372–384.

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