En la religiosidad popular latinoamericana se cree que el cielo, en sentido religioso, es un lugar (físico) que se encuentra arriba (espacialmente) y a donde uno va al morir. Sin embargo, bíblicamente, el cielo con connotación físico-espacial parece ser más simbólico que un sitio concreto; además, como destino trascendente, no parece ser para todos.
Aunque los significados y usos de “cielo” en la Biblia son variados, nos concentramos aquí en su uso teológico. Cuando el AT usa el lenguaje del “cielo” más allá de una descripción del cosmos y el mundo natural, se refiere a la esfera espiritual desde la cual Dios es y actúa (Is 66:1; Sal 11:4). En el profeta Isaías, el “cielo” hace referencia a la anticipación de una realidad última donde habrá un orden nuevo de cosas, de paz y plenitud de vida (65:17; 66:22).
El Nuevo Testamento habla del cielo como la dimensión espiritual del reinado y presencia de Dios (Mt 5:10; 6:20; Jn 3:27). Dios es nuestro Padre que está en el cielo (Mt 5:16; 6:1; 7:11), desde donde se origina su voluntad, revelación y justicia (Mt 11:27; Ro 1:18). Con Jesucristo se inicia la irrupción del reino de Dios. Todo poder en el cielo y la tierra se le ha conferido a Jesucristo. Por lo tanto él es el Señor, quien envía al Espíritu Santo desde el cielo para formar una nueva comunidad, la iglesia (Mt 28:18; Hch 2:17). En su retorno, la señal del Hijo del Hombre aparecerá desde el cielo (Mt 24:30).
En la esperanza cristiana del cielo se entrelazan tanto las enseñanzas acerca de la salvación (soteriología) como del destino final (escatología). Estas enseñanzas advierten que las bendiciones futuras no son para todos, por cuanto hay necesidad de responder a la gracia de Dios (Ro 6:23; Ef 1:3–7; 2:1–10; Tit 3:4–7), del arrepentimiento sincero (Mt 3:2; Lc 23:39–43; Ap 3:19, 21), la limpieza de corazón (Mt 5:8) y el hacer la voluntad de Dios (Mt 25:31–46). La resurrección de Jesús es la clave para la esperanza cristiana del cielo (1 Co 15:20, 42, 51–57).
Confiamos que los que han muerto en Cristo gozan de su presencia (Fil 1:21–26). La esperanza cristiana encuentra su consumación cuando haya una nueva creación. En Apocalipsis 21:1–2 hay una sorpresa: el orden nuevo representado en la nueva Jerusalén, baja a la Tierra. El Dios trino recreará todas las cosas; sufrimiento, violencia y desposesión serán eliminados para siempre (Ap 21:1–4). Allí la absoluta misericordia, justicia y amor de Dios serán vividos de forma plena, en la hermandad y armonía de todos sus hijas e hijos, y con la creación (Is 65:17–25); además de la sublime realidad y completa experiencia de la vida eterna con Dios (Ap 21:22–23). Frente a toda realidad contraria al evangelio de la salvación, la visión consagrada del cielo como plenitud de vida, mueve a los creyentes a invocar y esperar en el Dios que promete vida y felicidad.
Por Jules Martinez
Juan Stam, «APOCALIPSIS», en Comentario Bíblico Contemporáneo: Estudio de toda la Biblia desde América Latina, ed. C. René Padilla, Milton Acosta Benítez, y Rosalee Velloso Ewell, Primera edición. (La Paz, Bolivia; Barcelona, España; Buenos Aires; Lima: Certeza Unida; Andamio; Ediciones Puma; Ediciones Kairos; Certeza Argentina; Editorial Lampara, 2019), 1684.
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