Incluso aquellos que nunca han estudiado la Biblia han oído hablar de armagedón. Cualquiera que haya investigado alguna vez el término habrá leído indudablemente que se refiere a una batalla que tendrá lugar en o cerca de Meguido, el supuesto homónimo geográfico del término Armagedón. Una investigación más profunda tal vez repararía en el hecho de que en Zacarías 12:11 el topónimo “Meguido” se escribe (en hebreo) con una “n” al final, reforzando la relación entre ese lugar y el término Armagedón.
Por muy congruente que suene todo esto, no es correcto. Tal como veremos en este capítulo, la identificación de Armagedón con Meguido no se sostiene. Con respecto a la palabra en sí, la descripción escritural del evento y los conceptos sobrenaturales vinculados a ambos elementos, la interpretación normativa de Armagedón es manifiestamente deficiente.
EL SIGNIFICADO DE “ARMAGEDÓN”
Los problemas de la identificación tradicional comienzan con el término mismo. En Apocalipsis 16:12–16 leemos:
12 El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Éufrates; y el agua de éste se secó, para que estuviese preparado el camino a los reyes del oriente. 13 Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos a manera de ranas; 14 pues son espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso. 15 (He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza. Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón.
Juan, el autor de Apocalipsis, nos dice explícitamente que “Armagedón” es un término hebreo. El autor lo hace, en parte, porque el libro de Apocalipsis está escrito en griego. Hay algo acerca del término griego traducido como “Armagedón” que, para los lectores griegos, hacía necesario aclarar que el término se había incorporado al versículo desde el hebreo.
Aquellos que pueden leer griego, o que al menos conocen el alfabeto, se darán cuenta de que el término griego (Ἁρμαγεδών) se transliteraría en caracteres castellanos como j-a-r-m-a-g-e-d-o-n. Si usted no sabe griego, se preguntará inmediatamente de donde sale la “j” inicial de la transliteración. La “j” del principio de la palabra se corresponde con el apóstrofe que hay delante de la letra “A” mayúscula en el griego (lo que se conoce como un espíritu áspero en griego). En griego no existía la letra “j”, así que en lugar de eso usaban esta marca para transmitir ese sonido.
Como resultado, el término (hebreo) correcto que Juan utiliza para describir la batalla culminante de los últimos tiempos es jarmagedon. Esta ortografía resulta significativa cuando tratamos de descubrir qué significa este término hebreo. La primera parte (jar) es fácil. En hebreo, jar significa “montaña o monte”. Así que nuestro término se puede dividir en jarmagedon, “Monte (de) magedon”. La pregunta es, ¿qué es magedon?
Históricamente se han ofrecido dos opciones para responder a esta pregunta. La primera es la tradicional “Meguido”, que he mencionado al principio. El significado de la frase sería “Monte Meguido”. Muchos maestros bíblicos bienintencionados aceptan esta frase después de ver imágenes de Meguido como la de abajo:

El problema es que este es un tell arqueológico, un montículo artificial creado por las sucesivas capas de edificación y ocupación a lo largo de los milenios. No se trata de una formación natural. No es un monte, y no hay montañas en toda la región. La fotografía muestra lo llana que es en realidad la zona de Meguido.
Apocalipsis 19:11–21 nos informa con bastante claridad que cuando Jesús regrese corporalmente a la tierra, lo hará para poner fin al conflicto de Armagedón y derrotar a la bestia, el anticristo. Según 16:16, este acontecimiento culminante tiene lugar en Armagedón. Estos versículos resultarán muy familiares para los estudiantes de la profecía bíblica.
Ahora echemos un vistazo a Zacarías 12:9–11, recordando que 12:11 es el versículo que mencioné al comienzo del capítulo, donde encontramos que el término hebreo “Meguido” se escribe con una n final. Si leemos 12:11 dentro de su contexto, veremos que Armagedón no puede ser Meguido, así que la aparición de la n final en ese versículo no puede probar que el término apunte a esa ciudad:
9 “Y sucederá aquel día que me dispondré a destruir a todas las naciones que vengan contra Jerusalén. 10 “Y derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén, el Espíritu de gracia y de súplica, y me mirarán a mí, a quien han traspasado. Y se lamentarán por El, como quien se lamenta por un hijo único, y llorarán por El, como se llora por un primogénito. 11 Aquel día habrá gran lamentación en Jerusalén, como la lamentación de Hadad-rimón en la llanura de Meguido” (Zac 12:9–11 lbla).
Está más claro que el agua que el conflicto final se produce en Jerusalén, no en Meguido. Se hace referencia a Meguido únicamente para comparar el terrible lamento que se va a producir.1 Zacarías 12 no solo sitúa la batalla final donde las naciones ven al Cristo traspasado y resucitado en Jerusalén, sino que el versículo 11 nos dice explícitamente que Meguido es una llanura, ¡no un monte!
Entonces, ¿dónde nos deja esto? ¿Apunta magedon a Jerusalén? Parecería que tiene que ser así, a la luz de que (1) el término jar-magedon describe esta batalla final, y (2) Zacarías 12:9–11 claramente sitúa el conflicto en Jerusalén.
EL MONTE SOBRENATURAL DE REUNIÓN
De hecho, magedon ciertamente apunta a Jerusalén, y lo hace de una forma especialmente impactante. Jar-magedon es Jerusalén. La clave consiste en recordar que el término deriva del hebreo.
Para aquellos que no saben hebreo, “Meguido” parece una explicación obvia de magedon ya que ambas palabras contienen las letras m-g-d. Pero en hebreo en realidad hay dos letras que se transliteran con la “g” en griego (y en las versiones castellanas). Aquí están las letras hebreas que subyacen a la palabra “Meguido”:
mem | – | guímel | – | dalet |
M | – | G | – | D |
La misma secuencia “m-g-d” se puede representar de otra manera, con una letra hebrea distinta en medio:
mem | – | ʿ ayin | – | dalet |
M | – | ʿ | – | D |
Ni en griego ni en español existe una letra (aparte de una “g” dura) que se aproxime al sonido de la ʿayin. Es por esto que en la transliteración académico se representa como un apóstrofe escrito al revés. El sonido de la letra ʿayin se forma en la parte trasera de la garganta, y suena parecida a una “g” dura, muy gutural. Quizás el mejor ejemplo de una palabra hebrea que comienza con la letra ʿayin en hebreo pero se representa mediante una “g” en la transliteración castellana sea “Gomorra” (ʿamorah).2 Esta palabra tan familiar no se deletrea con una “g” hebrea (guímel) como la “g” de “Meguido”. Se escribe con ʿayin.
Esto quiere decir que la frase hebrea que subyace a la transliteración griega que hace Juan de nuestro misterioso término hebreo realmente es j-r-m-ʿ-d. Pero ¿qué significa eso? La primera parte (j-r) es la palabra hebrea jar (“monte, montaña”), pero ¿hay algún jar m-ʿ-d en el Antiguo Testamento hebreo?
Sí lo hay, y es asombroso cuando lo consideramos a la luz de la batalla de “Armagedón” y de lo que hemos visto en el capítulo anterior acerca del norte sobrenatural y el anticristo.
La frase en cuestión aparece en la Biblia hebrea como jar moʿed.3 Por increíble que parezca, se encuentra en Isaías 14:13, un pasaje que muchos lectores reconocerán de inmediato:
12 ¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. 13 Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio [jar moʿed] me sentaré, a los lados del norte [zafon]; 14 sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo. 15 Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo (Is 14:12–15).
En el capítulo 11 vimos que la frase jar moʿed era uno de los términos que se usaban para describir la morada de Yahvé y su consejo divino, el monte cósmico. La frase evidentemente habría estado repleta de significado teológico para cualquiera que conociera bien el hebreo y el Antiguo Testamento. Pero, ¿por qué llamar a la morada de Yahvé “las alturas de Safón”? ¿No acabamos de ver en el último capítulo que esa era la morada de Baal?
Recuérdese que en el Salmo 68:15–16, Yahvé deseaba el “Monte Basán” como propio, esto es, quería derrotar a las fuerzas de las tinieblas y reclamar su morada habitual como suya. Lo mismo ocurre con Safón. Veamos lo que dice el Salmo 48:
1 Grande es Jehová, y digno de ser en gran manera alabado
En la ciudad de nuestro Dios, en su monte santo.
2 Hermosa provincia, el gozo de toda la tierra,
Es el monte de Sion, a los lados del norte (lit., “alturas del norte”),
La ciudad del gran Rey.
El Salmo 48 hace una atrevida declaración teológica. Desahucia a Baal de su morada y saca a patadas a su consejo de la propiedad. El salmista presenta a Yahvé gobernando el cosmos y los asuntos de la humanidad, no a Baal. El Salmo 48 es un bofetón con el reverso de la mano en la cara de Baal.
Lo mismo ocurre con Isaías 14.
Estos dos pasajes son ejemplos de manual de cómo los autores bíblicos adoptan y luego reutilizan materiales presentes en la literatura de otras culturas (paganas), en este caso, Ugarit, para exaltar a Yahvé y despreciar a los dioses inferiores. La Biblia hebrea tiene muchos ejemplos, pero solamente los aprecian aquellos lectores de hebreo que son conocedores de la antigua cosmovisión de los hagiógrafos.
El resultado en el caso de Armagedón es espectacular. Cuando Juan se basa en esta antigua frase hebrea, de hecho está apuntando hacia una batalla culminante que tendrá lugar en Jerusalén. ¿Por qué? Porque Jerusalén es un monte, el monte Sion. Y si a Baal y a los dioses de otras naciones no les gusta que Yahvé afirme ser el Altísimo y el que gobierna el cosmos desde las alturas de Safón/Monte Sion, pueden intentar hacer algo al respecto.
Y naturalmente eso es lo que hacen. Armagedón tiene que ver con las naciones no creyentes, empoderadas por el anticristo, empoderado por el príncipe de las tinieblas —Señor (baʿal) de los muertos, príncipe Baal (zbl baʿal), Beelzebul— que harán un último esfuerzo desesperado por derrotar a Jesús en el lugar donde Yahvé se reúne con su consejo, el Monte Sion, Jerusalén. El Apocalipsis y Zacarías concuerdan.4 Armagedón es una batalla todas las maravillas sobrenaturales y terrenales en Jerusalén. Meguido no de el perfil de ningún modo.
UNA BATALLA DE DIOSES Y HOMBRES: Otra conexión con Zacarías
Zacarías 12:9–11 no es el único pasaje de ese libro veterotestamentario que hay que tener en cuenta al hablar del evento de Armagedón. Antes, en el capítulo 30, vimos que Zacarías profetizó la venida de Yahvé con sus santos, otros seres divinos de su consejo, en el conflicto final contra los malvados de todas las naciones que todavía se oponen a su gobierno:
3 Después saldrá Jehová y peleará con aquellas naciones, como peleó en el día de la batalla. 4 Y se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén al oriente; y el monte de los Olivos se partirá por en medio, hacia el oriente y hacia el occidente, haciendo un valle muy grande; y la mitad del monte se apartará hacia el norte, y la otra mitad hacia el sur. 5 Y huiréis al valle de los montes, porque el valle de los montes llegará hasta Azal; huiréis de la manera que huisteis por causa del terremoto en los días de Uzías rey de Judá; y vendrá Jehová mi Dios, y con él todos los santos (Zac 14:3–5).
En este pasaje se presenta a Yahvé con apariencia humana (“sus pies se afirmarán sobre el monte de los Olivos”). Juan se basa en este pasaje y su imaginería de un Yahvé humano en Apocalipsis 19:11–16, el clímax de Armagedón:
11 Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. 12 Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo. 13 Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS 14 Y los ejércitos celestiales [que están en los cielos], vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. 15 De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. 16 Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES.
El Yahvé encarnado tiene el Nombre del Altísimo. Él es la Palabra de Dios en forma humana y está acompañado por los ejércitos celestiales. El lenguaje deriva, evidentemente, de la frase veterotestamentaria “Señor de los ejércitos”, que se refiere a seres divinos.
Los enfoques escatológicos tradicionales han reconocido que Jesús regresa con un ejército divino (“angélico”), pero a menudo pasan por alto la divinización de los hijos terrenales de Dios y su entrada en la familia-consejo de Yahvé debido a una desafortunada traducción de hagioi (“santos”) como “saints” (en inglés, en lugar de “holies”). Los ejércitos celestiales que asisten a la destrucción final del anticristo y sus hordas son una combinación de los elohim de Yahvé y de los humanos convertidos en divinos:
Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria (Mt 25:31).
Para que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos (1 Tes 3:13).
Y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder (2 Tes 1:7).
Miren, el Señor viene con millares y millares de sus ángeles [santos] 15 para someter a juicio a todos (Judas 14–15 nvi).
Por último, hay una sutil adición a la descripción del retorno triunfante de Jesús en Apocalipsis 19: “y él las regirá con vara de hierro” (v. 15). El lenguaje proviene del Salmo 2:2, que Juan había cita antes, en Apocalipsis 2:26–28, para referirse a creyentes humanos hechos divinos en la resurrección en el más allá, que gobernarían con Jesús sobre las naciones:
26 ‘Y al vencedor, al que guarda mis obras hasta el fin, le daré autoridad sobre las naciones; 27 y las regirá con vara de hierro, como los vasos del alfarero son hechos pedazos, como yo también he recibido autoridad de mi Padre; 28 y le daré el lucero de la mañana (Ap 2:26–28 lbla).
La implicación, naturalmente, es que los ejércitos celestiales que regresan con Cristo serán algo más de meros miembros no humanos del consejo divino. Las huestes incluirán a creyentes que han sido exaltados e integrados en el mismo, y que vuelven para reemplazar a los dioses de las naciones. Cristiano, ¿sabes quién eres? Llegará el día en que los elohim morirán como hombres—y vosotros juzgaréis ángeles (1 Cor 6:3).
lbla La Biblia de las Américas
1 La lamentación de Hadad-rimón en la llanura de Meguido se refiere a la intempestiva muerte del amado rey Josías en esa llanura (2 Cr 35:20–25).
2 Véase la transliteración en James Swanson, Dictionary of Biblical Languages with Semantic Domains: Hebrew (Old Testament) (Oak Harbor, WA: Logos Research Systems, 1997). El número de la palabra en DBL es 6686 (número de Strong 6017).
3 Conozco a un erudito evangélico que establece estas conexiones. Véase Meredith Kline, “Har Magedon: The End of the Millennium”, Journal of the Evangelical Theological Society 39.2 (June 1996): 207–22. Kline usa estos puntos para defender la interpretación del libro de Apocalipsis como una recapitulación. Hacerlo así le permite considerar Ap 20:7–10 como una repetición episódica de Ap 16 y 19, requiriendo así la admisión de que el refrán de los “mil años” de Ap 20:1–6 no se refiere a un reino milenial literal tras la Era de la Iglesia, sino que en realidad es la Era de la Iglesia. A partir de ahí argumenta “el final del milenio”. Mis propios puntos de vista escatológicos no son los de Kline (amilenial), y tampoco encajarían con los de cualquier otro sistema. Sin embargo, Kline captó claramente lo que estaba sucediendo con el término Armagedón y vio las implicaciones. Véase también C. C. Torrey, “Armageddon”, Harvard Theological Review 31 (1938): 237–48. Greg Beale, hablando del análisis de Kline, observe lo siguiente: “[Kline] demuestra la existencia de paralelos orgánicos con los contextos inmediato y general. Dando por correcto que en última instancia ‘Armagedón’ deriva de har mô‘ēd, el análisis contextual que hace Kline de Apocalipsis es bastante plausible” (véase G. K. Beale, The Book of Revelation: A Commentary on the Greek Text, New International Greek Testament Commentary [Grand Rapids, MI; Carlisle, Cumbria: Eerdmans; Paternoster Press, 1999], 840).
4 En cuanto a la “n” al final de la palabra magedon, Juan adoptó la extraña ortografía que encontramos en Zac 12:11 no porque quisiera señalar a Meguido como una ubicación (puesto que ese versículo claramente llama a Meguido una llanura y el resto del pasaje apunta a Jerusalén). Más bien, lo que quería era vincular el retorno visible del Mesías en Zac 12:10 con el conflicto cósmico-geográfico final por el destino de la tierra en Ap 16:16. En otras palabras, al tomar un término familiar y con gran carga teológica como har moʿed y añadirle la “n” de Zac 12:11, lo que Juan estaba haciendo en la práctica era unir las imágenes teológicas de Is 14:13 y Zac 12:10 con la batalla que describe en Ap 16:16.
nvi Nueva Versión Internacional
lbla La Biblia de las Américas
Heiser, M. S. (2019). El Mundo invisible: Recuperando la cosmovisión sobrenatural de la Biblia. (D. Lambert, Ed.) (Primera edición). Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico.

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