Pedro continúa disertando acerca de que tenemos grandes privilegios. Las frases del versículo 9 tienen un significado especial porque ese fue el nombre con que el Señor Ilamó al pueblo judío en el Antiguo Testamento (Exodo 19:6, Deuteronomio 7:6).
Ahora sabemos que en la actualidad la iglesia es el pueblo de Dios, y él aplica las mismas expresiones a los cristianos. Para los gentiles esta era una idea revolucionaria, el ser identificados con estas frases: linaje escogido, real sacerdocio, nación santa y pueblo adquirido por Dios. Estos nombres representan grandes privilegios que solamente los judíos habían disfrutado.
Linaje escogido v. 9
La nación judía fue elegida con el fin de mediar entre Dios y el resto de la humanidad y ese era el papel del sacerdote. El deber de su pueblo era manifestar el carácter y las obras del Altísimo para que todo el mundo lo conociera y se sometiera a él. En algunas épocas la nación judía cumplió su tarea, pero en muchas otras no fue así. Su mal testimonio hizo que los gentiles blasfemaran contra Jehová (Romanos 2:24).
Se debe aclarar que Pedro utiliza los conceptos de linaje, sacerdocio, nación y pueblo que anteriormente se referían a los judíos para designar a los cristianos, quienes pueden ser llamados así, porque en esta época la iglesia es el pueblo de Dios y su instrumento para alcanzar al mundo. La iglesia ahora cumple algunas de las funciones que Israel tenía antes de la venida de Cristo. Sin embargo, no hemos de pensar que la iglesia puede sustituir de una vez y para siempre a Israel ni tampoco que esa nación se debe confundir con la iglesia. Cuando Dios complete la formación de su iglesia, volverá a ocuparse de la nación judía para hacerlos sacerdotes y testigos en el mundo (por ejemplo Romanos 9:11–32 y Apocalipsis 7:1–8)
Real sacerdocio v. 9
Somos un real sacerdocio porque tenemos la responsabilidad de anunciar las virtudes de Dios, sus atributos y obras, todo lo que revela su gloriosa excelencia. Pablo enseñaba que Dios tiene el propósito de que lleguemos a ser conformes a la imagen de Cristo (Romanos 8:29). Cuando nuestras vidas manifiesten su divino carácter, entonces los demás conocerán las excelencias de Dios.
Así, los hombres deben reconocer que el Señor de los cristianos es el único Dios Soberano, Eterno y Salvador de la humanidad. Cuando los creyentes no muestran una vida santa y no testifican a los demás, entonces fallan como lo hicieron los judíos. El mundo blasfema de Dios y no cree en él, ni en su Hijo.
Esta misma expresión indica que el Altísimo nos honra con la posición de reyes. En el Antiguo Testamento, los reyes no podían ser sacerdotes porque éstos tenían que ser de la tribu de Leví. Los reyes eran de la tribu de Judá. Sin embargo, Pedro dice que somos sacerdotes pero al nivel de reyes.
Afirmar esto significa varias cosas:
1) Los sacerdotes estaban consagrados al servicio del Rey de reyes y nosotros hemos de entregarnos también a obedecerlo y servirlo.
2) Los sacerdotes cuidaban su vida personal, espiritual y moral para agradar a Dios. En el versículo 9, Pedro dice que somos una nación santa y hemos de vivir separados del pecado y la inmundicia del mundo, pero no aislarnos de los incrédulos sino anunciarles las virtudes del Padre Celestial. Para hacerlo, ellos tienen que conocernos, observarnos y oírnos. Hemos de estar en contacto con los hombres del mundo pero no contaminarnos con sus valores y su mala conducta.
3) No todos los sacerdotes judíos tenían las mismas responsabilidades, pero todos se identificaban con el sumo sacerdote. Nuestra labor difiere en la manera de servir a Dios, pero también somos sumisos a Jesucristo, que es la cabeza de la iglesia.
EL CREYENTE ES UN SACERDOTE QUE OFRECE SACRIFICIOS ESPIRITUALES Y ANUNCIA LAS VIRTUDES DE DIOS.
Nación santa v. 9
En el capítulo 1, Pedro exhortó a los creyentes a ser santos porque Dios dice: “Yo soy santo”. Esto mismo dijo primero a la nación judía y era responsable de obedecer las normas de la ley de Moisés y demostrar la santidad divina. A través de su vida nacional, su vida comunitaria y su ética personal, el mundo comprendería que Jehová era el único Señor santo y verdadero.
Pero en muchas épocas las naciones que los rodeaban sólo veían el pecado del pueblo y no podían apreciar en ellos el reflejo del carácter de su Creador.
Actualmente, nuestro Padre ha dado a la iglesia el privilegio y la responsabilidad de cumplir ese propósito, por lo que debe ser santa y reflejar al mundo que el Soberano del universo es santo y verdadero, para que los hombres crean en él. ¿Impactan al mundo en esa forma nuestras vidas e iglesias?
Pueblo adquirido por Dios v. 9
Además, somos un pueblo que pertenece al Altísimo. La mayoría de los lectores de esta carta no eran hebreos. En tiempos antiguos, Dios tenía que decir a los gentiles no erais pueblo porque no pertenecían a los que había elegido para ser sus representantes en el mundo. Pero ahora llama a todos los creyentes por igual, sean judíos o no, ahora sois pueblo de Dios (v. 10). Hemos recibido su misericordia y somos su pueblo (vv. 9–10) porque Cristo nos compró por su muerte en la cruz. ¡Es maravilloso saber que nos considera como su pueblo especial!
¡PENSEMOS! |
¿Cuál de las frases de los versículos 9 y 10 le motiva más? ¿Por qué? Apunte una aplicación para su vida. Repaso: ¿Cuáles son las dos responsabilidades del creyente que Pedro subraya en los versículos 4–10? (Note los vv. 5 y 9) |
Los creyentes de Asia Menor vivían en medio de gente que los odiaba. Pedro les escribe para animarlos y retarlos. Lo primero que debían recordar era que Cristo también había sido rechazado por los hombres pero que Dios lo escogió y exaltó, de la misma manera en que a nosotros se nos hace acreedores de privilegios muy grandes porque hemos sido elegidos para ser su pueblo y sus sacerdotes.
Pero el apóstol también les deja unos encargos. En primer lugar, han de ofrecer sacrificios espirituales a Dios. En segundo, tienen que exhibir públicamente que el Señor es santo, poderoso y misericordioso. Esto se lograría por medio de su conducta y testimonio.
Orth, S. (1991). Estudios Bı́blicos ELA: Remando contra la corriente (1ra Pedro) (pp. 60–64). Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C.

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