LA SALVACION DEL HOMBRE

(a) Condiciones para la Salvación

La gracia de Dios, que trae la salvación, es asequible a todos los hombres, por intermedio de la predicación del arrepentimiento hacia Dios y la fe en el Señor Jesucristo. El hombre es salvo por el lavacro de la regeneración y la renovación del Espíritu Santo, y justificado por la gracia, por intermedio de la fe, se convierte en heredero de Dios de acuerdo a la esperanza de vida eterna. Tito 2:11; Romanos 10:13–15; Lucas 24:27; Tito 3:5–7.

(b) Evidencias de la Salvación

El testimonio directo del Espíritu Santo constituye para el creyente la EVIDENCIA INTERNA de su salvación. Una vida de justicia y santidad constituye para todos la EVIDENCIA EXTERNA de la salvación del creyente.

4. LA SALVACION DEL HOMBRE

La palabra salvación, de tan profundo significado, es el tema de toda la Biblia y de todo sermón del evangelio. Los grandes himnos de la iglesia, casi sin excepción alguna ensalzan en sus estrofas la gran salvación consumada por el Señor Jesucristo. La definición del Dr. C. I. Scofield es tan amplia que merece aprenderse de memoria. Es la siguiente: “Los vocablos griegos y hebreos que se traducen salvación significan liberación, seguridad, preservación, sanidad y firmeza. Salvación es una palabra de amplio sentido, que comprende o abarca todos los actos y procesos redentores, a saber: justificación, redención, gracia, propiciación, imputación, perdón, santificación y glorificación.”

CONDICIONES PARA LA SALVACION

Veamos si podemos aclarar este importante tema presentando varias proposiciones de fácil comprensión.

1. LA SALVACION PROCEDE DE DIOS Y NO DEL HOMBRE. Lucas 3:6. Fué concebida por Dios el Padre, consumada por Jesús el Hijo, y ofrecida al creyente por intermedio del Espíritu Santo. Es así que el hombre no tuvo parte alguna en la creación del plan divino de la salvación. Le corresponde sí aceptar el don de Dios, Romanos 6:23; Lucas 19:10. Tan pronto como el hombre pecó, Dios anunció el proyecto divino para salvarlo. Génesis 3:15.

2. SOLAMENTE JESUS PUEDE SALVAR AL HOMBRE. Hechos 4:12. Fué el apóstol Pedro quien bajo la unción del Espíritu Santo declaró ante el senado judío que solamente Cristo podía salvar. El Señor Jesús vino a buscar y a salvar lo que se había perdido, Lucas 19:10. El Señor Jesús vino para dar su vida en rescate por muchos, Mateo 20:28. Es la propiciación por nuestros pecados, y por los pecados de la humanidad toda, 1 Juan 2:2. Por él hemos recibido la reconciliación, Romanos 5:11. “En el cual tenemos redención por su sangre, la remisión de pecados por las riquezas de su gracia.” Efesios 1:7. “Y sin derramamiento de sangre no se hace remisión.” Hebreos 9:22.

3. LA SALVACION SE OBTIENE POR LA GRACIA Y NO POR OBRAS. Efesios 2:8–10. Tanto estos versículos como otros procedentes de la pluma de Pablo nos enseñan con claridad que jamás podremos obtener la salvación por nuestras propias obras. Es solamente por la gracia. En el libro a los Romanos, Pablo afirma que tanto los gentiles como los judíos están perdidos: aquéllos, aunque sin ley, por no haber ajustado su conducta al conocimiento que tenían de Dios, capítulo 1; éstos por haber desobedecido los preceptos divinos contenidos en la ley, capítulo 2. Termina diciendo que todo el mundo es culpable ante Dios y está perdido. “Para que toda boca se tape, y que todo el mundo se sujete a Dios. Porque por las obras de la ley ninguna carne se justificará delante de él.” Romanos 3:19, 20. Esta verdad, percibida con claridad meridiana por Martín Lutero, dió origen a la Reforma en Europa. Mas ¡ay! de aquellos protestantes que hoy se olvidan de dicha verdad, y tratan de salvarse por su buen carácter, en vez de arrojarse en los brazos de aquél que es el único que puede salvar. Romanos 10:2–4.

4. LA SALVACION ABARCA EL ESPIRITU, EL ALMA Y EL CUERPO DEL HOMBRE. Isaías 53:10; Romanos 8:19–23. La salvación no significa simplemente el perdón de nuestros pecados y la justificación ante el tribunal de Dios. Comprende la purificación y protección, y como lo demuestra la definición citada al comienzo de este capítulo, abarca asimismo la sanidad del cuerpo. Así lo enseña con claridad Isaías en los capítulos 35 y 53, y también en otros versículos. En el capítulo 8 a los Romanos, el apóstol Pablo demuestra que la redención de Cristo comprende la anulación de la sentencia divina que se cierne cual sombría nube sobre la creación, tanto animal como inanimada. Por causa del hombre, cayó la maldición sobre la tierra, Génesis 3:17–19. Tanto el género humano como los seres irracionales han sufrido indeciblemente a causa del pecado cometido por el hombre, mas Cristo fué hecho maldición por nosotros, Gálatas 3:13, y a su tiempo librará a la creación toda de la condenación que pende sobre ella. Lea Isaías 11:6–9. En Mateo 8:17 se interpreta correctamente Isaías 53:4, demostrándose que Cristo vino para salvar no solamente del pecado, sino de la enfermedad también. El mundo ha comenzado a compenetrarse gradualmente de esta verdad, como ocurrió con las multitudes que acompañaron a Jesús por la costa del Mar de Galilea.

Rom. 8:19–23

Vea la página 43.

5. LA SALVACION SERA PARA LA ETERNIDAD, Efesios 2:8; Hebreos 5:9. Cierto escritor sagrado manifestó que la salvación está expresada en tres tiempos verbales: pasado, presente y futuro. Hemos sido salvados de la culpabilidad y la pena del pecado, 2 Corintios 2:15; Efesios 2:5–8; 2 Timoteo 1:9; Efesios 1:7. Somos salvos ahora del hábito del pecado, de su poder y dominio, Romanos 6:14; Filipenses 2:12, 13; 2 Corintios 8:18. Y seremos salvos no solamente de la pena, contaminación y poder del pecado, sino también de su presencia y consecuencias. “Porque ahora nos está más cerca nuestra salud que cuando creímos.” Romanos 3:11. “Para nosotros que somos guardados en la virtud de Dios por fe, para alcanzar la salud que está aparejada para ser manifestada en el postrimero tiempo.” 1 Pedro 1:5. A su retorno, el Señor Jesús transformará nuestros cuerpos mortales, los cuales serán entonces como el suyo. Filipenses 3:20, 21. No quedará vestigio alguno de pecado en nuestro cuerpo y “la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como cubren la mar las aguas.” Isaías 11:9. Esta será salvación completa.

6. EL DESCUIDO DE LA SALVACION PROVOCARA MALES TERRIBLES, Hebreos 2:1–4. El pecado mayor es la incredulidad, la cual envuelve desechar a Cristo. Este es el pecado que llevará al hombre al infierno. Juan 3:18–21, 36. La incredulidad hace de Dios un mentiroso. 1 Juan 5:10. Constituye un terrible pecado descuidar una salvación tan grande, y este descuido o negligencia trae sobre el impenitente un castigo más terrible que la misma muerte. Hebreos 2:14; 10:28, 29.

7. LA FE EN CRISTO COMO NUESTRO SALVADOR CRUCIFICADO Y RESUCITADO constituye el medio de la salvación, mientras que la incredulidad provocará nuestra perdición. Estas verdades están claramente presentadas en Juan 3:14–36. “Para que todo aquel que en él creyere, no se pierda, sino que tenga vida eterna,” versículo 15. En el versículo 16 la misma verdad se repite, pues la Biblia nos dice: “… no se pierda, mas tenga vida eterna,” y en el versículo 36 leemos lo siguiente: “El que cree en el Hijo, tiene vida eterna.” Compare Juan 5:24. “Justificados pues por la fe,” Romanos 5:1. “Porque por gracia sois salvos por la fe,” Efesios 2:8. Mas la fe que salva presupone arrepentimiento genuino, y es seguida de la obediencia. “Arrepentíos, y creed al evangelio,” Marcos 1:15. “Para la obediencia de la fe,” Romanos 1:5. “Para que obedezcan a la fe,” Romanos 16:26. “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros,” Hechos 2:38. El arrepentimiento queda evidenciado por la confesión, seguida de la reforma y obtiene el perdón y la limpieza, 1 Juan 1:7.

8. EL PADRE, EL HIJO Y EL ESPIRITU SANTO COOPERAN CON EL PECADOR EN LA SALVACION DE ESTE.

En las declaraciones que anteceden, hemos estudiado la salvación desde el punto de vista humano. Debemos confesar y olvidar el pecado, Proverbios 28:13. Debemos buscar al Señor y volvernos a él, y tendrá misericordia de nosotros, y nos perdonará con magnanimidad. Isaías 55:6, 7. Mas la salvación tiene dos fases: la humana y la divina. El Padre trae el pecador hacia sí, Juan 6:44; el Espíritu Santo convence al hombre de su pecado, Juan 16:8, y el pecador es regenerado por el poder del Espíritu Santo, es “nacido del Espíritu,” “nacido de nuevo.” Juan 1:11–13; 3:3–7. En la regeneración, somos partícipes de la naturaleza divina, la cual nos capacitará para huir “de la corrupción que está en el mundo por concupiscencia.” 2 Pedro 1:4. Esta naturaleza divina en nosotros expulsará el deseo de pecar, y nos hará amar la santidad y procurarla. “Cualquiera que es nacido de Dios, no hace pecado”—no practica el pecado—“porque su simiente”—la vida divina implantada en el hombre—“está en él y no puede pecar”—vivir en pecado—“porque es nacido de Dois.” 1 Juan 3:9, versículo que ha sido interpretado según otros pasajes de la misma epístola.

LA EVIDENCIA DE LA SALVACION

La evidencia de la salvación es interna o subjectiva y externa u objetiva. El recién convertido quizá tenga la tendencia de recalcar el hecho de que la salvación le liberó de la carga del pecado, Salmo 32:3–6; de poner énfasis en el nuevo gozo que ha inundado su alma al tener conciencia del perdón y limpieza. “Hazme oír gozo y alegría; y se recrearán los huesos que has abatido.” Salmo 51:8, 12. Quizá el nuevo creyente se refiera a la historia de su salvación basándose en sus sentimientos o emociones, mas las emociones deben de tener por base una fe sólida, que a su vez descanse en algo firme e imperecedero: las promesas de Dios en las Sagradas Escrituras. Cuando el pecador se arrepiente, cree y acepta al Señor Jesús como su Salvador personal, su propio espíritu se constituye en testigo de la salvación obtenida por intermedio de Cristo. Luego el Espíritu Santo corrobora el testimonio del espíritu del hombre, en el sentido de que es hijo de Dios. Puede entonces el creyente decir con toda sinceridad: PADRE NUESTRO. “Mas habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos, Abba, Padre.” Romanos 8:15, 16.

Juan, el apóstol del amor, cita otra evidencia interior. “Cualquiera que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios.” 1 Juan 4:7. “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, está en muerte.” 1 Juan 3:14.

Dios nos da asimismo otra prueba interior: el revestimiento del Espíritu Santo. “En esto conocemos que estamos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu.” 1 Juan 4:13.

La evidencia exterior, que se trasunta en una conducta de obediencia a Dios y sus preceptos, es aparente tanto para el recién convertido como para los que le conocen. El Señor Jesús reproduce en el creyente su propia vida, revistiéndolo de poder para trabajar por su causa, capacitándolo para vivir una vida de santidad, y preparándolo para el cielo futuro. Los pasajes bíblicos a este respecto son tan numerosos que cualquiera puede encontrar varios de ellos, de manera que no los citaremos aquí.

Nelson, P. C. (1979). Doctrinas Bíblicas (pp. 45–57). Miami, FL: Editorial Vida.

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