José Cruz
¿Qué es la iglesia de Cristo? Nosotros necesitamos hacer una pausa para reflexionar bíblicamente sobre lo que dice la Palabra de Dios a cerca de la comunidad de fe, a que denomina de iglesia.
Somos un solo Cuerpo en Cristo. En 1 Corintios 12, la iglesia surge como una, con distintos dones espirituales. La iglesia son las personas redimidas por la cruz de Cristo, por obra del Espíritu Santo. Todo creyente es miembro de la iglesia universal de Cristo. En ella no hay ciudadanos de segunda clase, nadie es menos ni más que otro (22); todos somos iglesia (14). Concluimos, entonces, que no hay razón bíblica para pensar que un miembro del Cuerpo de Cristo que realiza un ministerio fuera de una determinada congregación no es parte de la iglesia de Cristo.
El Espíritu Santo de Dios es el único que puede hacer que alguien se convierta en miembro de Cristo (1 Co. 12:13). La única entrada al Cuerpo de Cristo es por obra y poder del Espíritu Santo, y esto no depende de donde venga la persona. El Espíritu es el único que puede convencerle a alguien del pecado, de la justicia y del juicio (Jn. 16:8). Somos miembros del Cuerpo de cristo solamente por obra del Espíritu Santo de Dios. Nadie que haya nacido de nuevo por obra del Espíritu está fuera del Cuerpo. Cada creyente es iglesia y parte de la iglesia, esté donde esté.
La iglesia es universal. Algunos hacen la diferencia entre iglesia militante—iglesia sobre la tierra—y la iglesia triunfante—en el cielo. El hecho es que la iglesia no puede ser derrotada, como leemos en Mateo 16:18 (cf. Hch. 20:28 y Ef. 1:22).
La iglesia es regional. En este caso, la Biblia se refiere a los cristianos de determinada región o área específica. En el Nuevo Testamento, hay referencias a los creyentes de las regiones de Judea y Samaria (Hch. 8:1), Fenicia, Chipre y Antioquía (Hch. 11:19) y Asia Menor, conocida como Turquía hoy (Ap. 1:11).
La iglesia es también una congregación en un determinado local. Pablo envía saludos a la iglesia que estaba en la casa de Priscila y Aquila (Ro. 16:5), al igual que se dirige a la iglesia que está en Tesalónica (1 Ts. 1:1), por ejemplo. El término santos conlleva la misma connotación. Encontramos este término en 1 Corintios 1:2 refiriéndose a la iglesia universal.
La expresión “iglesia local” no se encuentra en las Escrituras—lo que no quiere decir que sea una expresión equivocada. Sin embargo, muchas veces utilizamos esa expresión para exaltar nuestros pequeños reinos más que para exaltar a Cristo, Señor de la iglesia. Hay que tomar cuidado para no tomar una parte por el todo.
Si por un lado es cierto que hay referencias bíblicas a la iglesia en una determinada ciudad, también hay referencia a la iglesia en casa de un hermano o hermana. Las dos son igualmente iglesias y tienen funciones y ministerio específicos a su realidad y llamamiento (Hch. 15 y Flm. 2).
Sin embargo, no olvidemos de los que están en proceso de hacerse iglesia, como los discípulos encontrados por Pablo en Éfeso (Hch. 19:1–7). El mismo Pablo, cuando tuvo que regresar a su ciudad natal (Hch. 9:30 aparentemente no estaba vinculado a una iglesia local; aún así, Bernabé lo reconocía como miembro del Cuerpo de Cristo y fue en pos de él para que ministraran juntos en Antioquia de Siria (Hch. 11:25–26).
El modelo bíblico es variado, pero harmonioso. Las congregaciones regionales, locales y hogareñas buscaban cooperar entre sí, para crecimiento del Reino de Dios. Lo opuesto es lo referido por Pablo, quien critica la carnalidad de la envidia y la soberbia humanas (1 Cor. 3:3). Cualquier actitud semejante es mundana y, por tanto, indigna del verdadero Cuerpo de Cristo.
No olvidemos, además, que en muchos lugares hoy día, la iglesia es perseguida. Muchos hermanos y hermanas nuestros no tienen el lujo de reunirse en público como los hacemos nosotros, a la luz del día, con libertad de proclamar en alto sonido nuestra fe. Entre musulmanes, por ejemplo, hay pequeñas congregaciones de 2 o 3 hermanos, quienes, sin embargo, experimentan la presencia del Señor quien les prometió que estaría en medio de ellos (Mt. 18:20).
A mi se me ocurre que la Gran Comisión fue dada a los discípulos, y no a la iglesia formal y estructurada, como la conocemos hoy día (Mt. 28:18–20). Ellos no eran sofisticados como lo somos nosotros hoy día; eran un bando de seguidores del Señor, muchos con miedo de compartir su fe a los de afuera. Iglesia y organizaciones para-eclesiásticas, así llamadas, son en verdad expresiones del Cuerpo de Cristo que busca glorificar su nombre entre las naciones.
El origen del concepto
Las organizaciones para-eclesiásticas, como las conocemos hoy día, surgieron en el movimiento pietista (c. 1648) en su deseo de llevar el Evangelio por todo le mundo sin que la iglesia local tuviera que llevar con todo el peso de la iniciativa. En su comienzo, surgieron como un apoyo a la iglesia local. (Jerry White, The Church and the Para church, Multonomah Press, 1983.)
El movimiento pietista fue fundamentalmente misionero. Cuando el luteranismo y el calvinismo perdieron su ímpetu evangelístico, Phillip Jacob Spener empezó a predicar la salvación personal, la santidad de vida y el estudio bíblico entre los laicos de su tiempo. Herman Francke, un discípulo suyo, añadió un énfasis más, hablando de misiones. El conde Nikolaus Zinzendorf, después, fue el gran inspirador del movimiento misionero moraviano, conocido por su estilo de vida comunitario, que incluía familias y personas solteras. Enfatizaban la ética del trabajo y la creación de iniciativas productivas. Plantaban iglesias al mismo tiempo que enseñaban habilidades productivas a los “nativos”. El Reino de Dios, para ellos, incluía actividades productivas para el bien común. El movimiento quedó famoso por su corriente de oración por las misiones que duró más de cien años.
Las primeras sociedas misioneras de los tiempoes modernos empezaron de forma independiente, a parte de las denominaciones. Fue le caso de Thomas Bray con organizaciones que promovían el Cristianismo en tierras foráneas a partir de 1701. La sociedad Misionera bautista surgió luego después, en 1709.
Los movimientos avivalistas del norte atlántico, con George Whitefield y después con Juan Wesley, Charles Finney y Dwight Moody, influyeron grandemente en el llamamiento de estudiantes cristianos a las misiones. La Escuela Bíblica Dominical empezó como un movimiento para-eclesiástico, siendo, después de algunas controversias, incorporada a las actividades normales de muchas iglesias.
Hoy día las llamadas organizaciones para-eclesiásticas son bien conocidas, pasando por asociaciones típicamente evangelísticas, hasta llegar a ministerios como sean la traducción de la Biblia, orfanatos, plantación de iglesias, escuelas bíblicas, seminarios, escuelas de misiones, además de proyectos de corto plazo.
Es cierto que en los Estados Unidos, donde se cuentas por miles, las organizaciones para-eclesiásticas reflejan el espíritu emprendedor de los ciudadanos del país. Dice Jerry White que el crecimiento de esas organizaciones se debe a muchos factores:
1. La incapacidad de las iglesias locales de emplear miembros laicos
2. El espíritu de iniciativas independientes de la gente
3. Las leyes de impuestos que incentivan la inversión en organizaciones sin fines de lucro
4. Las necesidades que existen alrededor del mundo
5. La dirección de Dios en el corazón de muchos cristianos
La palabra griega usada para iglesia en el Nuevo Testamento (ekklesia) se compone de dos palabras, cuyas raíces son ek (para afuera) y kaleo (llamados). Iglesia, por lo tanto, se refiere a personas llamadas a salir de una situación anterior y llegar a ser parte de una asamblea o convocación. Según Lesslie Newbigin, “Ecclesia es la asamblea de ciudadanos llamados a tratar con un asunto publico de la ciudad. Lo distintivo de esta asamblea era su llamamiento por una autoridad más augusta que el edil: era la ecclesia de Dios, la asamblea llamada por Dios” (Open Secret, Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1994:16).
Las organizaciones comúnmente llamadas para-eclesiásticas surgen con la intención de cooperar con la iglesia local, nunca de reemplazarla. Esas organizaciones normalmente surgen como una respuesta a las oportunidades de anunciar el Evangelio que nadie más está aprovechando. Con lo tanto que nosotros entendamos que todos hemos sido llamados por Dios para oír su voz y obedecer el orden de Cristo de hacer discípulos de todas las naciones, no necesitamos competir—sino cooperar, para que la gloria del Señor sea manifiesta en todas las etnias del mundo.
Cruz, J. (2006). La iglesia y las organizaciones para-eclesiásticas. En L. DeCarvalho (Ed.), Misión global (pp. 229–231). Pasadena, California: Centro latinoamericano para la misión mundial.

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