Uno de los que más impactó en la historia de la predicación en Europa y los Estados Unidos en el siglo xviii, fue John Wesley (1703–1791). Wesley fue un predicador incansable; se menciona que él «Predicaba dos veces al día, y a menudo tres y cuatro veces»296. Lo grande de Wesley es que llevó a cabo su predicación, en las condiciones más adversas que se puedan imaginar. A menudo era apedreado y había contra él innumerables intentos de homicidio. Las cifras en torno a su vida, inspiran mucho a los predicadores que han vivido después de él: «Se calcula que en los últimos cincuenta y dos años de su vida predicó más de cuarenta mil sermones. Wesley trajo a pecadores al arrepentimiento en tres reinos y dos hemisferios»297.
Eso sin contar sus aportes en cuanto a literatura cristiana, misiones y estudios bíblicos. En su diario personal, el 28 de agosto de 1757, había mencionado: «Ciertamente [yo] vivo por la predicación»298. Efectivamente así vivió hasta el último día de vida que le fue dada por el Señor.
El siglo xix favoreció tremendamente la producción literaria, esto también alcanzó a la literatura relacionada con la teoría homilética. Turnbull (ibid., p. 54) indica que «en la medida que el siglo progresó, la teoría homilética se tornó más informal, más variada y más interesante». Este siglo además se caracteriza por la industria creciente de los sermones impresos, que fueron publicados como folletos, boletines y libros. Escribir libros de sermones llegó incluso a ser una segunda carrera para algunos ministros. Uno de los más claros ejemplos es Charles Spurgeon (Ellison [ed.], 2010, p. 274).
En esta época se puede citar a Charles Simeon (1759–1836), predicador inglés, ardoroso e incansable, quien llegó a sostener, que el oficio más valioso era precisamente el de predicador. En una misiva enviada a John Venn, le escribió: «…felicito… tu ascenso al oficio más valioso, el más importante y el más glorioso en el mundo: el de un embajador del Señor Jesucristo»299. Además de ellos, podemos citar también a John Henry Newman (1801–1890), quien fue uno de los eruditos británicos más sobresaliente del siglo xix, además de predicador capaz. Propugnó el Movimiento de Oxford para liberar a la Iglesia de Inglaterra del peligro del racionalismo y los enfoques teológicos liberales. Alexander Maclaren (1826–1910), quizá fue más influyente que Spurgeon en la Unión Bautista; él publicó diecinueve volúmenes de sermones, incluyendo en esto, su serie más afamada, Sermons Preached in Union Chapel, Manchester (Sermones predicados en la capilla Unión, Manchester). Estos volúmenes contienen más de cuatrocientos sermones. Otros predicadores dignos de mencionar son Henry Parry Liddon (1829–1890), Frederick William Robertson (1816–1853)300.
Sin duda, una de las figuras más sobresalientes del siglo xix, es la del predicador bautista Charles Haddon Spurgeon (1834–1892)301. Spurgeon es la imagen viva del predicador infatigable, con habilidades oratoriales, celo evangelístico y sobre todo celo bíblico. A pesar de que conocemos a Charles Spurgeon como un predicador bautista, su conversión se llevó a cabo en una capilla Metodista, el 15 de diciembre de 1850, mediante un sermón basado en Isaías 45:22, que fue predicado por un predicador desconocido302 (Dargan, 1912, p. 535). Spurgeon, a partir de 1855 en adelante, colectó sus sermones en un volumen cada año: «Esta serie eventualmente alcanzó sesenta y tres volúmenes y contiene aproximadamente 3.600 sermones» (Ellison [ed.], 2010, p. 274). Se dice que «durante cierto periodo predicó 300 veces en doce meses» (Boyer, 1983, tomo I). En 1861, Spurgeon predicó usualmente ante una audiencia de seis mil personas, en el Tabernáculo Metropolitano en Newington Causeway (Londres); sin embargo, ese no fue su mayor auditorio:
«El mayor auditorio al cual predicó, fue en el Crystal Palace de Londres, el 7 de octubre de 1857. El número exacto de asistentes fue de 23.654 personas. ¡Spurgeon se esforzó tanto en aquella ocasión y su cansancio fue tan grande, que después de ese sermón de la noche del miércoles durmió hasta la mañana del viernes!»303.
A pesar de sus limitaciones físicas, Spurgeon continuó predicando, sin verse disminuido en su tarea, hasta el final de sus días en Francia.
Otros que dejaron huellas profundas en la teoría de la predicación, han sido: Alexandre Vinet (1797–1847) y su Homilética (1847). El libro fue traducido al inglés y tuvo un fuerte impacto en Inglaterra, donde fue utilizado como libro de referencia en el campo de la homilética, durante muchos años. Incluso llegó a influir en la obra de John A. Broadus. Fue precisamente John A. Broadus (1827–1895) quien escribió una de las obras más relevantes en los Estados Unidos. Su trabajo fue publicado el año 1870 con el título de Un tratado sobre la preparación y entrega de sermones e increíblemente todavía se sigue usando como texto de referencia en algunos seminarios. En esta época, e inicios del siglo xx, también aparecieron otras obras importantes, tales como La teoría de la predicación (1890) de Austin Phelps (1820–1890) y La elaboración del sermón (1898) de Harwood Pattison (1838–1904).
Durante la primera mitad del siglo xx se deben resaltar las obras de El predicador (1909) y Elementos vitales de la predicación (1914) de Arthur Sephen Hoyt (1851–1924). Otros trabajos que también merecen mencionarse en esta época, son: Disertaciones sobre predicación de Lyman Beecher (1775–1863), Predicación positiva y la mente moderna (1907) de Peter Taylor Forsyth (1848–1921), Las conferencias de L. Beecher sobre predicación, tituladas The Romance of Preaching (Yale 1914, p. 35).
En general, durante la primera mitad del siglo xx, no hubo muchos cambios significativos en la teoría de la predicación, la tendencia fue «ser más inspiracional en contenido» (ibid., p. 55). Los libros siguieron el formato siguiente: (1) el predicador, (2) su propósito, (3) su mensaje, y (4) su método (ibid.). Algunos aspectos de la predicación ‒como es el caso de la elaboración de las ilustraciones‒ recibieron aportes importantes, se puede mencionar aquí el trabajo de Dawson Bryan y su Arte de ilustrar sermones (1938), William Edwin Sangster (1900–1960) y La habilidad de ilustración de sermones (1946) e Ian Macpherson con El arte de ilustración de sermones (1964). También se le dio importancia a la relación entre la predicación y la teología. La obra titulada La predicación apostólica y su desarrollo (1936), de C. H. Dodd (1884–1973), resalta este punto.
Aunque sobresale más por su labor teológica, que por su labor como predicador, no podemos dejar de mencionar a Karl Barth (1886–1968) y su profundo respeto por la predicación. En 1928 declaró: «…no existe nada más relevante para la situación real, desde el punto de vista de los cielos y la tierra, que el hablar y escuchar la Palabra de Dios en el poder regulador y productor de su verdad…»304.
En la segunda mitad del siglo xx, se le ha dado mayor importancia a la estructura y organización del sermón, dentro de la teoría homilética. En ese sentido, hay algunas obras que han contribuido a tal fin, ellas son: La preparación de sermones (1948) de A. W. Blackwood (1882–1966); Principios y práctica de la predicación (1956) de Ilion T. Jones; Diseño para la predicación (1958) de Grady Davis; Pasos para el sermón (1963) de Brown Clinard y Northcutt. Pero podríamos decir que la mayor contribución, durante la segunda mitad del siglo xx, sería el énfasis en el uso de las Escrituras en la predicación. En buena cuenta, «Esto representa una recuperación del modelo de la iglesia primitiva y de la Reforma» (ibid.). El que más aportó en este sentido, fue A. W. Blackwood con sus obras Predicando desde la Biblia (1941) y Predicación expositiva hoy (1953). No podemos dejar de mencionar al Dr. Martyn Lloyd-Jones (1899–1981) y su obra Preaching and Preachers. De él, como predicador, escribe John Stott en los siguientes términos: «… su aguda mente analítica, su comprensión penetrante del corazón humano y su temperamento galés apasionado se combinaron para hacer de él el predicador británico más poderoso de las décadas de los cincuenta y sesenta»305.
También se puede advertir en esta época, el surgimiento de la predicación expositiva, como método homilético, en lugar del sermón temático, que rigió por mucho tiempo.
296 Mateo Lelievre, Juan Wesley, su vida y su obra, CNP/CLIE, Barcelona 1988; Stanley Sowton, Juan Wesley, Casa Nazarena de Publicaciones, Kansas City, s/f; W. McDonald, El Wesley del pueblo, CUPSA, México 1985; Reginald Kissack, Así era y así pensaba Juan Wesley, CUPSA, México 1984; Gonzalo Báez-Camargo; El reto de Juan Wesley a los metodistas de hoy, CUPSA, México 1985.
297 «John Wesley», en Biografías. Protestantes que dejaron huellas en la historia, publicado en http://biografas.blogspot.com/2006/09/john-wesley.html.
298 Citado por J. Sott, op. cit., p. 29.
299 Ibid., p. 31.
300 John Edwards, Nineteenth Century Preachers and their Methods, Charles H. Kelly, London 1902.
301 El nombre de la familia Spurgeon es de origen hugonote. Sus ancestros abandonaron Francia y se establecieron en el condado de Essex, cerca de Londres. Charles provino de una familia con tradición en la predicación y el ministerio pastoral. El abuelo de Charles, el reverendo James Spurgeon, fue pastor de la iglesia independiente en Stambourne, Essex, durante cincuenta y cuatro años. El padre de Charles, John Spurgeon, igualmente fue un predicador Congregacional.
302 Este predicador desconocido parece haber sido un humilde zapatero. Relata Orlando Boyer: «A falta del pastor, un zapatero se levantó para predicar ante las pocas personas que se encontraban presentes, y leyó este texto: “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra” (Isaías 45:22). El zapatero, que no tenía experiencia en el arte de predicar, solamente podía repetir el pasaje y decir: “¡Mirad! No es necesario que levantéis ni un pie, ni un dedo. No es necesario que estudiéis en el colegio para saber mirar, ni tampoco que contribuyáis con 1000 libras esterlinas. Mirad a mí, y no a vosotros mismos. No hay consuelo en vosotros. Miradme, sudando grandes gotas de sangre. Miradme colgado de la cruz. Miradme, muerto y sepultado. Miradme, resucitado. Miradme, sentado a la derecha de Dios”. Luego, fijando los ojos en Carlos, le dijo: “Joven, parece que tú eres desgraciado. Serás infeliz en la vida y en la muerte si no obedecieres”. Entonces gritó con más fuerza: “¡Joven, mira a Jesús! ¡Míralo ahora!”. El joven miró y continuó mirando, hasta que por fin, un gozo indecible se apoderó de su alma» (Carlos Spurgeon, el príncipe de los predicadores, en Biografía de Grandes Cristianos, tomo I, 1983). La conversión de Spurgeon fue el resultado de la predicación. A eso mismo se dedicaría el resto de su vida.
303 Cf. Arnold Dallimore, Spurgeon: A New Biography, Banner of Truth Trust, Edinburgh 1985; Tom Nettles, Living By Revealed Truth The Life and Pastoral Theology of Charles Haddon Spurgeon, Christian Focus Publishing, Ross-shire 2013.
304 Citado por J. Stott, op. cit., p. 37.
305 J. Stott, op. cit., p. 43.
Ramos Palomino, S. (2015). HISTORIA BREVE DE LA PREDICACIÓN. En Homilética Bíblica: Naturaleza y análisis de la predicación (pp. 272–276). Barcelona, España: Editorial CLIE.

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