La gracia anticipante

Definición, función e implicaciones Las palabras gracia anticipante son poco comunes en nuestro vocabulario diario, sobre todo si las usamos unidas, y más todavía si las usamos para hablar de Dios y su obra. Sin embargo, para Wesley y su teología estas palabras son cruciales y hasta cierto punto imprescindibles. Si hemos leído o escuchado a teólogos wesleyanos, es probable que hayamos escuchado las palabras gracia preveniente, que se utilizan para explicar aspectos de la teología de Wesley, especialmente los que tienen que ver con lo que ocurre antes de la salvación.

La «gracia anticipante» o «gracia preveniente» (o preventiva) son sinónimos, y se utilizan para describir uno de los aspectos de la gracia de Dios. La diferencia entre estas palabras se debe a la traducción del inglés al español, en donde «gracia preveniente» refleja un sentido más literal de los escritos de Juan Wesley (el cual usó las palabras preventing o prevenient grace) y además nos conecta con la tradición cristiana en la cual las palabras eran usadas en latín (gratia preveniens). Las palabras usadas por Wesley en inglés contienen la raíz latina y la conexión con la tradición cristiana, puesto que el significado en latín puede describirse como «gracia que viene antes» o la que previene, la que llega antes, la que es pre-salvación. Por lo tanto, como nos podemos dar cuenta, es difícil capturar todo el contenido de las palabras prevenient grace con dos palabras en español. La que más se aproxima a una traducción que capture la esencia del significado es la palabra utilizada por los traductores y editor de las Obras de Wesley, quienes utilizan la palabra anticipante en todos los lugares donde Wesley dice prevenient. De cualquier manera, en inglés o en español, lo que Wesley trata de comunicar y explicar con «gracia anticipante» es todo lo que se refiere a la obra que Dios realiza en la vida de los seres humanos hasta antes del momento que llegan a la salvación. Es lo que hace Dios para persuadir a los seres humanos a que lo amen, es para demostrar su amor incondicional a la humanidad, para compartir sus bondades y sus bendiciones con toda la gente a pesar de que no le reconozcan y mucho menos le adoren, y finalmente es el intento de Dios en favor de todas las personas para que respondan de una manera positiva a su llamado y reciban todos los privilegios y responsabilidades que Dios quiere concederles.

Wesley dice: . . . (S)alvación que comienza con lo que muy acertadamente se ha llamado una «gracia anticipante». Nos referimos así al deseo primero de agradar a Dios, al primer atisbo (vislumbre) de conocimiento con respecto a su voluntad, y a tener esa primera sensación, leve y transitoria, de que hemos pecado contra él. Todo esto ya es señal de vida, de cierto grado de salvación, es el primer paso para librarnos de nuestra ceguera e insensibilidad hacia Dios y todo lo referido a él.1 Y luego añade, De manera que la salvación de la cual aquí se habla puede extenderse a toda la obra de Dios, desde el primer alborear de la gracia en el alma hasta que es consumada en la gloria. Si tomamos esto en su máxima extensión, habrá de incluir todo lo que es realizado en el alma por lo que frecuentemente se llama «conciencia natural», más apropiadamente, «gracia anticipante»; toda atracción del Padre, los deseos que se dirigen hacia Dios, los cuales, si nos rendimos a ellos, aumentan más y más; toda aquella luz por la cual el Hijo de Dios alumbra a todo hombre que viene al mundo, enseñando a todo hombre a hacer justicia, amar misericordia y a humillarse ante su Dios, todas las convicciones que su Espíritu de tiempo en tiempo opera en todo ser humano. Aunque es verdad que la generalidad de las personas las sofocan tan pronto como pueden y luego de un rato olvidan, o por lo menos niegan, haberlas tenido alguna vez.

Esta explicación de Wesley nos brinda aliento y esperanza, aunque a la vez nos pone en una posición de responsabilidad delante de Dios. Aliento y esperanza al saber que los efectos del pecado original son hasta cierto punto reversibles. En el capítulo anterior, dijimos que el pecado original deja al ser humano en una condición de total depravación, sin algo bueno o positivo, totalmente alejado de Dios. Pero según Wesley, Dios en su infinita misericordia y su amor incondicional por la humanidad extiende su gracia a todas las personas, incluyendo incluso a quienes lo rechazan y odian. De hecho, esta misma capacidad de odiar y de ir en contra de la voluntad de Dios es un producto del pecado original, la capacidad de decidir entre el bien y el mal es un don de Dios, al que Wesley llama la «gracia anticipante». Es por la intervención divina que tenemos la habilidad de responder al llamado de Dios. Si no fuera por la gracia anticipante, ni siquiera tendríamos la oportunidad de entender y recibir el llamado de Dios. Es la gracia anticipante la que nos sostiene, la que nos ayuda a buscar a Dios cuando no sabemos comunicarnos con Dios y ni siquiera sabemos cuál en su nombre. La gracia anticipante es la que hasta cierto punto restaura en los seres humanos la imagen de Dios perdida por completo después del pecado de Adán y Eva. Es a través de esta gracia que los seres humanos, en esta ocasión sin tomar en cuenta su voluntad, reciben ciertas capacidades que fueron perdidas al momento de la caída.

Así pues, la gracia anticipante es un mensaje de aliento y esperanza que no solamente ayuda a cada persona de forma individual, sino que también promueve un equilibrio en la creación y en la sociedad. Puesto que todo ser humano ha recibido esta gracia, entonces la comunidad de una manera u otra refleja la imagen de Dios. Por ello, a pesar de la caída y el pecado original, podemos apreciar ciertas características positivas y santas, que no sólo son una señal del amor y misericordia de Dios, sino también de la gracia anticipante. Por otra parte, al momento de restaurar la capacidad de los seres humanos para responder a Dios, la gracia anticipante también nos hace responsables de nuestras acciones. Es decir, dado que por el pecado original tenemos la inclinación a hacer constantemente el mal, no podríamos ser juzgados por algo que no se puede prevenir y para lo cual no hay alternativa.

Con la presencia de la gracia anticipante (y en este caso quizás sería mejor usar la forma literal de la palabra en inglés, la gracia preventiva o preveniente), tenemos la capacidad de decidir y distinguir. Por lo tanto, todas nuestras decisiones y acciones, en sí mismas, suponen valor moral y responsabilidad delante de Dios. Por eso, como lo indica la cita anterior, Wesley se refiere a la gracia anticipante como la «conciencia natural». De nueva cuenta esta posición de Wesley lo pone en desacuerdo con Juan Calvino y su doctrina de la predestinación. Wesley dice que: La suposición calvinista ‘que el hombre natural está tan muerto como una piedra’; . . . revela la completa falsedad y locura de ella, siendo que ninguna persona está exenta de la gracia anticipante, y cada grado de gracia es un grado de vida. De esta manera, Wesley no niega el estado de depravación absoluta de los seres humanos, en lo que difiere con Calvino es respecto a lo que sucede después de la caída.

Para Calvino, la depravación total continúa y no hay nada bueno ni positivo en el ser humano, quien por lo tanto sin remedio se encuentra condenado al infierno y destinado al castigo eterno. Sin embargo, como es obvio, muchas de estas personas ahora son salvas por la fe en Jesucristo. Calvino responde que si hay personas que han recibido la salvación que Dios otorga a través de Jesucristo, es porque la gracia irresistible de Dios ha actuado en ellas y las ha redimido y limpiado de todo pecado y maldad, porque Dios es soberano y tiene el poder para hacer esto. Además, estas acciones de Dios son una demostración de su amor y misericordia, ya que toda la humanidad merecía el castigo eterno, pero en su misericordia a Dios le plugo rescatar a algunos para demostrar su poder y su gloria. La conclusión del párrafo anterior es precisamente la gran diferencia entre Wesley y Calvino, particularmente la palabra algunos. A pesar de que los argumentos de ambos teólogos son muy similares, sus conclusiones son contrastantes.

Veamos: 1) Ambos creen que después de la caída la condición del ser humano es de total depravación. 2) Ambos creen que la única manera en que el ser humano puede responder al llamado de Dios es a través de la gracia e iniciativa de Dios mismo. 3) Ambos creen que esta gracia que Dios otorga y que capacita a los seres humanos para responder al llamado de Dios es irresistible; es decir que los seres humanos no la pueden rechazar, ni tampoco tienen una alternativa. Pero la gran diferencia está en que cuando Calvino habla de esta gracia irresistible se refiere a una gracia para salvación, mientras que para Wesley esta gracia es el principio de la salvación pero no la totalidad de ella. Para Calvino, no hay grados de salvación ni categorías; uno es salvo o no. Para Wesley sí las hay, puesto que la salvación inicia con la gracia anticipante, y marca el comienzo de una larga jornada espiritual. Pero esta no es la única diferencia; Calvino concluye que no todos los seres son ni serán salvos, y que por lo tanto la gracia irresistible para salvación es otorgada a algunos y no todos, así pues, sólo algunos serán salvos. La gracia irresistible de Dios, es decir, la intervención de Dios en la vida del ser humano para salvación, es un designio de Dios y una expresión de su soberanía. Dios salva a quienes Dios quiere, y nadie más. Para Wesley esto no es así. La gracia irresistible de Dios, a la que él se refiere como gracia anticipante, no es una gracia que en sí misma produce la salvación, sino que le da la habilidad al ser humano de entender el plan de salvación y responder a ese plan de una manera negativa o afirmativa. Esta gracia anticipante les es dada a todos por igual, y porque Dios quiere que todas las personas sean salvas. Pero sólo algunas lo serán. Y no porque Dios las haya escogido desde antes de la fundación del mundo (predestinándolas), ni porque su gracia irresistible haya obrado para salvación sólo en algunos, sino porque ciertas personas, usando la libertad que Dios les ha dado (a través de la gracia anticipante), rechazarán continuar con el proceso y jornada de la salvación que Dios había iniciado en ellas. Muchos critican a Wesley, diciendo que su entendimiento de la gracia anticipante limita a Dios y hace al ser humano autor de la salvación. Ambas acusaciones son falsas. Ya hemos explicado en el capítulo anterior que Dios es quien se limita a sí mismo y que, dado su carácter, las autolimitaciones divinas le dan libertad al ser humano de rechazar a Dios e incluso ir en contra de su voluntad.

Con respecto a la segunda acusación, de ninguna manera Wesley argumenta que los seres humanos sean quienes controlan la salvación. La salvación es controlada por Dios, que es el autor y consumador de la salvación a través de la obra redentora de Cristo. La única y decisiva participación del ser humano en el proceso de su salvación consta de decir sí o no a la invitación de Dios. Pero esta capacidad de decidir también proviene de Dios a través de la gracia anticipante. Una implicación muy importante, y hasta cierto punto controversial de la gracia anticipante, y de la manera en que Wesley la define y la entiende, tiene que ver con uno de los sacramentos: el bautismo. Me refiero al bautismo infantil, práctica que en ciertos círculos religiosos no es considerada bíblica. Basado en lo ya dicho antes, pero primordialmente en la obra y función de la gracia anticipante, Wesley afirma: Que por la ofensa de uno, el juicio cayó sobre todos los seres humanos (todos los nacidos en este mundo) para condenación, es una verdad indudable, y afecta a cada recién nacido así como también a cada persona adulta. Pero es igualmente verdad que por la justicia de uno, el don gratuito vino sobre todas las personas (todas las nacidas en el mundo, niño o adulto) para justificación. Por lo tanto un recién nacido infante nunca fue o nunca será enviado al infierno por la culpa del pecado de Adán puesto que tal pecado es cancelado por la justicia de Cristo tan pronto como son enviados a este mundo.

Como habíamos dicho antes, Wesley cree que la presencia del pecado original en la vida del creyente no es suficiente para condenarlo al fuego eterno. Así que mucho menos lo es para enviar a un infante al infierno. Es cierto que en los niños, desde muy temprana edad, podemos identificar una tendencia egoísta,5 que es evidencia del pecado original en sus vidas y a la vez un vislumbre de lo que será en su vida adulta. Wesley no cree que estos niños serán enviados al infierno por el «pecado original» ni por el pecado de sus padres. Como ya lo hemos explicado, para Wesley el factor decisivo es la respuesta individual, consciente y deliberada al llamado de Dios. Wesley no cree que los niños tengan la capacidad total de discernir este llamado y responder a Dios de una manera inteligible. Además, prefiere enfatizar lo positivo de la gracia anticipante: su función restauradora de la imagen de Dios.

La gracia anticipante inicia la jornada de la salvación. En un infante, dadas sus limitaciones físicas y mentales, el inicio y la culminación de esta obra no se encuentran alejadas la una de la otra. A su corta edad el infante no ha rechazado abierta ni deliberadamente el llamado de Dios, y si no lo ha rechazado, y si sus padres prometen educarle en la fe cristiana, ¿qué impide que sea bautizado? Algunos contestarían que los infantes, como el mismo Wesley lo indica, no tienen la capacidad de tomar una decisión de esta índole y, por lo tanto, debemos esperar a que lleguen a una edad de madurez y tomen una decisión propia. Sin embargo, Wesley responde que él confía en la gracia de Dios ––empezando por la anticipante–– y en la comunidad cristiana que se hace responsable de educar y ayudar al infante a crecer en la fe cristiana. Por otra parte, ser lo que es, o porque el pecado original está presente en su vida, no son razones suficientes para negar este sacramento a quien Dios ve con favor y aceptación. Otro punto importante, que es también una implicación del concepto de la gracia anticipante, es el valor y el reconocimiento de la dignidad de la vida de todo ser humano, sin importar su condición social o espiritual.

Los argumentos de Calvino, en mi opinión, corren el riesgo de ser interpretados de tal forma que nieguen la garantía de la dignidad y valor de la vida de ciertos seres humanos que han dado muestras de perversidad y maldad. Por ejemplo, pensemos en el peor de los criminales, en alguien que ha ultrajado o abusado a otra, sea adulto o niño. Desde el punto calvinista, estos actos son evidencias de que estas personas obviamente no han recibido la gracia que lleva a la salvación. Pero quizás algunos también pudieran inferir, basados en la perversidad de sus actos y dureza de corazón, que nunca podrán ser salvos. He aquí el peligro. Por lo tanto, si ya han sido condenados por Dios para recibir el castigo eterno, entonces una manera de proteger a la sociedad y a los inocentes de estas personas es eliminándolas. Si seguimos esta línea de pensamiento se han creado dos grupos: uno con privilegios debido a su condición, y el otro que queda a la merced de los «escogidos».

Este tipo de argumento no se puede sostener desde un punto de vista wesleyano, ya que, de nueva cuenta, la gracia anticipante se extiende a toda persona, dándole libertad, dignidad, valor y, sobre todo, la oportunidad de decir sí a Dios en cualquier momento de su vida. Así pues, no importa cuál sea la condición social, económica o moral de la persona, mientras tenga vida y conciencia la gracia anticipante estará presente en su vida, y si Dios le da la oportunidad de seguir en el proceso de la salvación nosotros no tenemos autoridad para truncarlo. Al contrario, como cristianos, deberíamos extender el amor y la misericordia de Dios de la misma manera en que Dios nos la otorgó a nosotros: incondicionalmente. Al igual que Dios, deberíamos persuadir a esa persona, por muy criminal que sea, a que vea el amor de Dios en su vida a través de nuestras acciones. Finalmente, como fue indicado al inicio de la segunda parte de este libro, toda la teología de Wesley está basada de una manera u otra en su propia vida y experiencia.

Por lo tanto, con respecto a la gracia anticipante es pertinente mencionar varios eventos que están íntimamente ligados a esta concepción de la gracia de Dios. En primer lugar, de una manera clara y evidente, todos los eventos sobre la experiencia de Wesley que culminó en la capilla de Aldersgate parecerían una serie de coincidencias. Sin embargo, para Wesley, los eventos del 24 de mayo de 1738 estuvieron «misteriosamente» ligados y su común denominador fue darle la seguridad de la salvación para que la entendiera como una obra de Dios que se recibe por fe, y como una obra y expresión de la gracia anticipante. De la misma manera, Wesley reflexiona sobre su vida y ve cómo Dios lo estaba preparando para su ministerio incluso durante sus años en Oxford y Georgia. Wesley vio la mano de Dios en todo lo que vivió ––incluso las experiencias negativas–– y creía que la gracia anticipante había obrado juntamente con su decisión de confiar y seguir el llamado de Dios para llevarlo al ministerio que con gran amor y convicción desempeñó.

Magallanes, Hugo. Introducción a la vida y teología de Juan Wesley AETH . Abingdon Press. Edición de Kindle.

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