(Romanos 1:16)
INTRODUCCIÓN: la carta a los romanos fue dirigida a una iglesia no visitada todavía por el apóstol Pablo (vv. 11, 12). Sin embargo, es una de las cartas más profundas y empieza con una expresión de valentía (Ro. 1:10–17).
1. ¿De qué no se avergonzaba el apóstol? Del Evangelio. En Roma había los más famosos políticos y sabios, pero él está dispuesto dondequiera que sea, pues no hay nada de que avergonzarse. Esto podemos decir de nuestro Evangelio, que es el de Pablo. Miles de catolicorromanos han de avergonzarse de las indulgencias pagadas, del celibato del clero y sus consecuencias, en muchos casos; de tesoros acumulados en sus iglesias, mientras hay tantos pobres faltos de pan. Son elementos humanos introducidos en la religión cristiana, y les avergüenzan. Los cristianos evangélicos somos exhortados a:
a) Dar razón de nuestra fe (1 P. 3:15).
b) Ser valientes y bien preparados para aprovechar todas las ocasiones. Las dos cosas las tenía Pablo.
c) Cristo condena con una seria advertencia el avergonzarse (Mr. 8:28).
2. ¿Por qué no se avergonzaba? «Porque es poder de Dios». No sólo una religión buena y hermosa, razonable y convincente, sino «poder de Dios». Los hombres buscan:
a) Poder político o militar; pero el individuo queda esclavo de este mismo poder, pues tiene superiores.
b) El poder del dinero; pero está sujeto a crisis financieras. Pablo no tenía nada de esto, pero triunfó (el dicho de Tertuliano: «Somos de ayer y hemos llenado el mundo»).
c) En una edad de dudas y de tinieblas apareció el Sol de justicia sobre las divagaciones de los filósofos. Uno de los más esclarecidos, Sócrates, antes de beberse la cicuta mortal, ordenó sacrificar un gallo a Esculapio por si acaso este ídolo era un dios. Lo que Sócrates no había podido descubrir con su filosofía, Pablo lo había recibido por revelación de Dios (1 Co. 2:6–9).
d) Por esto se sentía valiente y, más aún, deudor. Tiene un tesoro dado por Dios, pero no para sí solo.
e) Tenía experiencia de tal poder en sí mismo y en otros (1 Co. 6:10–11).
f) Es el mismo poder en el día de hoy (testimonio en la «tele», de un director de hospital para drogadictos: «Los que curamos clínicamente vuelven a caer, se ha observado, empero, que los únicos que tienen éxito permanente son los que acompañan a la terapéutica, la religión»).
3. ¿Cuál es el propósito de este poder? Para dar salvación. Parábola del hombre que guarda su palacio (Lc. 11:21). El más fuerte, que es el Espíritu Santo, guarda al creyente:
a) De los hábitos pecaminosos, en esta vida.
b) De las consecuencias del pecado, en la venidera.
4. ¿Quién recibe este poder? «Todo aquel que cree». No el que meramente simpatiza o asiste a los cultos—aunque ello es bueno—, pues la fe viene por el oír, sino que es sólo el que cree y acepta a Cristo el quien recibe poder (ej.: un vagón no enganchado al tren. La argolla de enganche es la fe).
5. Dos clases de individuos necesitados:
a) Judíos: eran religiosos, mas no conforme a ciencia (Ro. 10:1–3). Puede aplicarse a religiones humanas.
b) Griegos: eran filósofos escépticos y orgullosos, como los de areópago; también pueden ser ganados, aunque es más difícil. No lo son demasiado para el poder de Dios.
CONCLUSIÓN: demos gracias por tan glorioso Evangelio, pues Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y por los siglos. Sintámonos orgullosos, como Pablo, de haberlo conocido, y, como él, seamos fieles mensajeros de la «sublime» Buena Nueva.
Vila, S. (2001). 1000 bosquejos para predicadores (pp. 43–44). Viladecavalls (Barcelona) España: Editorial CLIE.

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