Son los niños quienes plantean las preguntas teológicas más difíciles. Una noche despues de la cena, después de escuchar un relato bíblico acerca de la torre de Babel, Meagan Duvall (de cinco años por aquel entonces) preguntó: «Quién escribió la Biblia?» ¡Qué pregunta! El interrogante de Meagan forma parte de hecho de una pregunta más amplia: «¿Cómo ha llegado hasta nosotros la Biblia?» o «de dónde procede nuestra Biblia en castellano?» Puesto que la Biblia no se escribió originalmente en español, es importante entender el proceso que Dios ha utilizado para poner la Biblia en nuestras manos. A continuación tenemos una tabla que ilustra el proceso de la inspiración, transmisión, traducción e interpretación.
Antes ha quedado en el aire la respuesta que Scott dio a la pregunta de su hija Meagan. Utilizando el lenguaje de un niño de cinco años, intentó explicarle que fue Dios quien escribió la Biblia y que, para hacerlo, utilizó a muchas personas. La Biblia es, por completo, la Palabra de Dios (autoría divina) y sin embargo, al mismo tiempo es obra de autores humanos. La explicación que hace John Stott de la autoría divina y humana de la Biblia es especialmente clara:
¿De qué boca procede entonces la Escritura? ¿De la de Dios o de la del hombre? [Se parece muchísimo a la pregunta de Meagan.] La única respuesta bíblica es «de ambas». Ciertamente, Dios habló de tal manera a través de los autores humanos de la Biblia que las palabras de ellos fueron al tiempo las suyas, y las suyas las de ellos. En esto consiste la doble autoría de la Biblia. Las Escrituras son igualmente la Palabra de Dios y las palabras de seres humanos. Mejor aún, son las Palabras de Dios que nos llegan por medio de las palabras de seres humanos.36
Dios obró por medio de diferentes autores humanos con sus distintos trasfondos, personalidades, contexto cultural, estilo literario, compromisos de fe, etcétera, de modo que lo que éstos escribieron fue la inspirada Palabra de Dios. Como le dijo Pablo a Timoteo, «Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, reprender, corregir e instruir en justicia» (2 Tim 3:16). El fruto de la obra que Dios realizó a través de autores humanos fue un texto original inspirado.
Como era de esperar, llegado el momento fue necesario hacer copias de los documentos originales de la Escritura (nos referimos a los originales como los autógrafos). Después se hicieron copias de aquellas primeras copias, y así sucesivamente. Por ello, aunque los autógrafos ya no existen, sí poseemos numerosas copias de los libros de la Biblia. Por ejemplo, en nuestros días existen más de cinco mil manuscritos (documentos copiados a mano) de todos los libros del Nuevo Testamento. Respecto al Antiguo Testamento, en 1947 se descubrieron un buen número de manuscritos hebreos en las cuevas de Qumrán cerca del Mar Muerto. Los Rollos del Mar Muerto (así se les llama), contienen porciones de casi todos los libros del Antiguo Testamento. Antes del descubrimiento de los Rollos, los manuscritos más antiguos del Antiguo Testamento databan del siglo noveno dC. En otras palabras, algunas de las copias que se encontraron en 1947 eran mil años más antiguas que cualquiera de los documentos conocidos hasta entonces.
Por supuesto, antes de que se inventara la imprenta en el siglo XV, todas las copias se realizaban a mano. Como bien sabe todo aquel que haya intentado copiar a mano alguna extensa porción de texto, es relativamente fácil cometer errores. A pesar de su proverbial meticulosidad en la tarea de copiar la Escritura, los escribas, que eran los encargados de esta tarea, cometían errores ocasionales. De vez en cuando omitían alguna letra o hasta alguna línea completa de texto, escribían mal alguna palabra, o invertían el orden de los carácteres. Es igualmente posible que, en ocasiones, algún escriba hubiera retocado intencionadamente el texto para hacerlo más comprensible o teológicamente «correcto».
Por ello, las copias que tenemos no son exactamente iguales. No existe la menor duda de que los escribas eran, en general, extremadamente cuidadosos, y podemos estar bien tranquilos en el sentido de que, una parte inmensa del texto bíblico no presenta dudas textuales.37 No obstante, sí existen ciertas diferencias entre las copias, y hemos de intentar determinar cuáles son las lecturas que más probablemente reflejan el texto original. Esta responsabilidad recae sobre la disciplina conocida como Crítica Textual.
La Crítica (o Análisis) Textual es una disciplina técnica que trabaja comparando las diferentes copias del texto bíblico a efectos de determinar cuál era el texto original. El trabajo de los críticos textuales es fundamental para la posterior tarea de la traducción bíblica, puesto que el interés primordial de cualquier traductor debería ser tener la máxima seguridad de que lo que está traduciendo es el verdadero texto bíblico. El trabajo de los mejores críticos textuales se presenta en las modernas «ediciones críticas» de la Biblia. Para el Antiguo Testamento el texto crítico modelo es el de La Biblia Hebraica Stuttgartensia (BHS). Por lo que al Nuevo Testamento se refiere los textos de referencia son la última edición del Nuevo Testamento Griego de las Sociedades Bíblicas Unidas (GNT) o el Novum Testamentum Graecede de Nestle-Aland. Estas ediciones críticas representan el mejor consenso del mundo académico respecto a los autógrafos, y forman la base para casi todas las traducciones modernas.
Es ahora cuando un traductor (o, generalmente, un comité de traducción) comenzará a traducir la Biblia a partir de los idiomas de origen (hebreo, arameo, o griego) al idioma de destino (en nuestro caso, el castellano moderno). Y aquí es donde nosotros entramos en escena. Como lectores tomamos la Biblia traducida a nuestro idioma y comenzamos a leerla e interpretarla.
Piensa por un momento en todo lo que ha sucedido antes de que podamos captar una sola frase del texto en nuestro idioma. Dios habló a través de autores humanos que redactaron el texto original. Los originales fueron copiados una y otra vez. Los analistas textuales trabajan para determinar cuál era el texto más cercano al original y compilar una edición crítica moderna de los textos del Antiguo y del Nuevo Testamento. A continuación, son los traductores quienes se ponen a trabajar para expresar el sentido del texto bíblico antiguo en nuestro idioma de modo que podamos oír al Señor hablándonos a través de su Palabra38.
36 John Stott, El cristiano contemporáneo (Ed. Nueva Creación, 1995).
37 Klein, Blomberg, y Hubbard, Biblical Interpretation, 72, concluyen que: «Es posible reconstruir sin ningún género de dudas al menos un 97 por ciento del Nuevo Testamento original, si no más, a partir de los manuscritos existentes. El porcentaje del texto veteroestamentario es un poco inferior, quizá solo un 90 por cien».
38 Aquellos que deseen considerar un tratamiento completo de las traducciones de la Biblia al inglés pueden ver las siguientes obras: F. F. Bruce, History of the Bible in English: From the Earliest Versions, 3rd ed. (Nueva York: Oxford, 1978); David Ewert, A General Introduction to the Bible: From Ancient Tablets to Modern Translations (Grand Rapids: Zondervan, 1983); Paul D. Wegner, The Journey from Texts to Translations: The Origin and Development of the Bible (Grand Rapids: Baker, 1999); y David Daniel, The Bible in English (New Haven, Conn.: Yale, 2003). El lector español puede considerar el opúsculo de Le More Pablo E., Traducciones de la Biblia, Reseña Teológica, nº 3, Unión Bíblica, y el de Estrada, David, Transmisión de los documentos del Antiguo Testamento, nº4, Unión Bíblica y Transmisión de los documentos del Nuevo Testamento, nº 2, Unión Bíblica.
Duvall, J. S., & Hays, J. D. (2008). Hermenéutica: Entendiendo la Palabra de Dios: Un acercamiento práctico a la lectura, interpretación y aplicación de la Biblia. (A. F. Ortiz, Ed., P. L. Gómez Flores, Trad.) (pp. 222–226). Viladecavalls, Barcelona: Editorial Clie.

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