EL ESPÍRITU Y DIOS

Según el Credo Atanasiano, el Espíritu Santo es absolutamente Dios, y comparte sin atenuación la divinidad del Padre y del Hijo. El Espíritu, como el Padre y el Hijo, es Dios y Señor, increado, incomprensible, eterno y todopoderoso. Examinemos si en el Nuevo Testamento hay algún indicio de esta doctrina. Se tratará el problema de la misma manera que se hizo con el de la divinidad de Cristo. Lo primero será preguntar si al Espíritu se le llamó Dios alguna vez en el Nuevo Testamento. Lo segundo, examinar si el Espíritu recibió adoración y se le dirigieron plegarias. Y lo tercero, investigar el papel desempeñado por el Espíritu en la ejecución de las funciones estrictamente divinas.

¿FUE LLAMADO DIOS EL ESPÍRITU?

Solamente unos pocos pasajes pueden aducirse para defender que el Espíritu fue llamado Dios en el Nuevo Testamento, y los testimonios de estos pasajes son de dudoso valor. Vamos a examinar tres pasajes separadamente.

1. 1 Co 6:19–20:

«¿O no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? ¡Habéis sido bien comprados! Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo».

Afirma Agustín que este pasaje presupone que el Espíritu Santo es Dios1. Tomando las palabras «en vuestro cuerpo» como una frase adjetiva dependiente de la palabra «Dios», él traduce la última cláusula así: «Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo». Agustín dice que, puesto que el cuerpo es llamado «templo del Espíritu Santo que está en vosotros», «el Dios en vuestro cuerpo» tiene que ser el Espíritu Santo.

La interpretación de Agustín está equivocada y se debe a la ausencia en latín del artículo definido. El griego es así:

«δοξάσατε δή τὸν θεὸν ἐν τῷ σώματι ὑμῶν».

Y la traducción latina que da Agustín es:

«Glorificate ergo Deum in corpore vestro».

Sin embargo, puesto que el artículo definido τὸν no se repite antes de la frase ἐν τῷ σώματι ὑμῶν, la frase es adverbial y no adjetiva. El griego quiere decir: «Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo», y la preposición ἐν se usa como instrumental o como local.

Otra versión anterior, que Agustín parece no haber conocido, apoyaría su creencia de que el Espíritu en este pasaje es identificado con Dios. Marción y Tertuliano entendían así: «Glorificate et portate Deum in corpore vestro» («Glorificad y llevad a Dios en vuestro cuerpo»)2. Esto implicaría que Dios se identifica con «el Espíritu Santo que está en vosotros». La prueba textual demuestra, sin embargo, que la lectura de Marción y Tertuliano es fruto de errores de escritura3.

En 1 Co 6:19–20, Pablo no identifica al Espíritu Santo con Dios. Exhorta a los corintios a glorificar a Dios en su cuerpo, que es templo del Espíritu. La distinción que hace Pablo entre el Espíritu y Dios se pone de manifiesto en el versículo 19 cuando habla de «el Espíritu Santo, que está en vosotros, que habéis recibido de Dios». Dios es el donante y el Espíritu su regalo.

2. 2 Co 3:17–18:

«Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad. Mas todos nosotros, que con el rostro descubierto, reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa imagen cada vez más gloriosos, conforme a la acción del Señor, que es el Espíritu».

Ya se ha indicado que «el Señor» en este pasaje está por «Yavé»4. Pablo interpreta una alusión al Ex 34:34, en el que se afirma que «Moisés se presentaba delante del Señor». Dice que el Señor delante del que Moisés se presentó era el Espíritu. Pero queda en pie una cuestión adicional: ¿Pensó Pablo que el Señor y el Espíritu eran idénticos? Lietzmann sostiene que Pablo quería decir que Él, que es Señor como persona, es Espíritu como sustancia5. Esta interpretación sería correcta si el griego se leyera ὁ δέ κύριος πνεῦμα ἐστιν («El Señor es Espíritu»). Pero como el griego dice τὸ πνεῦμα en vez de πνεῦμα, la explicación de Lietzmann no es satisfactoria.

Solamente puede ser comprendido el pasaje teniendo en cuenta el contexto. Pablo está contraponiendo la antigua alianza con la nueva. Contrapone la ley de la letra con la ley del Espíritu. El Antiguo Testamento dice que cuando Moisés se presentaba ante el Señor se quitaba el velo de su cara. Pablo afirma que el Señor a quien Moisés se presentaba representa la dispensación del Espíritu. Aunque Moisés inauguró una alianza de la letra, el Señor estuvo por el reino del Espíritu. Cuando el hombre acude al Señor, afirma Pablo, se quita el velo y el hombre encuentra libertad de vida en el Espíritu, en contraste con la esclavitud de vida bajo la ley.

Pablo pondera el hecho de que Moisés tuvo contacto con el reino del Espíritu. No se ha dado un intento continuado para explicar la relación precisa entre el Señor, Yavé, y el Espíritu. Pero no puede negarse que Pablo realmente diga que «el Señor es el Espíritu». No se contenta con decir que el Señor es el donante o dispensador del Espíritu, o que el Señor es espíritu (omitiendo el artículo definido).

¿Diremos entonces que Pablo deliberadamente identifica al Espíritu Santo con Yavé? No existe ninguna otra prueba para este punto de vista en los escritos de Pablo, y aun el contexto inmediato va en contra de esta identificación. Cuando escribe: «El Señor es el Espíritu», y añade, «y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad», la aparente identificación está seguida por las palabras «Espíritu del Señor», que sugieren que el Espíritu y el Señor son diferentes. Lo que Pablo pretende decir es que el Señor está representado por el Espíritu en su relación con los hombres. En cuanto atañe a los hombres, el Señor se relaciona con ellos como Espíritu. No obstante, el lenguaje empleado por Pablo muestra la dirección en la que se mueve su pensamiento. No intenta identificar al Espíritu con Yavé; pero, habiendo escrito «el Señor es el Espíritu», no cambia sus palabras, sino que las hace realmente idóneas con una referencia a «el Espíritu del Señor». Su mente no estaba todavía preparada para un reconocimiento de que el Espíritu era Dios. Su pensamiento sobre el Espíritu llevaba la misma dirección que al tratar de Cristo. Pero, tratándose de aquel, no fue tan lejos. En Rm 9:5 reconoció que Cristo era Dios, honor que nunca concedió al Espíritu.

3. Juan 4:24:

«Dios es espíritu, y los que adoran, deben adorarle en espíritu y verdad».

Si el griego πνεῦμα se traduce por «un Espíritu», es posible que se esté identificando a Dios con el Espíritu. Pero semejante traducción es engañosa. En este versículo, πνεῦμα se usa con un sentido adjetivo6. Dios pertenece al reino del Espíritu. De aquí que la adoración que le es propia sea adoración ofrecida en Espíritu.

Solamente un pasaje, 2 Co 3:17–18, de los tres que hemos analizado, sugiere que el Espíritu pueda ser explícitamente identificado con Dios. Y la declaración de Pablo está seguida por una tal modificación que no se puede decir que él haya aceptado conscientemente la identificación.

1 Agustín, De Trinitate, 1, 13.

2 Esta interpretación está apoyada también por la Vieja Latina y la Vulgata.

3 Ver Lietzmann, Il Korintherbrief, p. 29, para una explicación completa.

4 Ver pp. 225–28.

5 Il Korintherbrief, pp. 13–5.

6 Cf. C. H. Dodd, Interpretation of the Fourth Gospel, p. 225; Bultmann, Ev. Joh., p. 141.

Wainwright, A. W. (2015). La Trinidad en el Nuevo Testamento (pp. 235–238). Barcelona, España: Editorial CLIE.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: