Hebreo de hebreos

La herencia judía de Pablo

Para Pablo, su herencia judía era algo mucho más importante que su lugar de nacimiento o su ciudadanía romana. Cuando, desde su perspectiva cristiana, recapitula los valores naturales de los que antes se enorgullecía, escribe: “circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley fariseo…” (Filipenses 3:6).

En este texto en que presenta su procedencia como “del linaje de Israel”, es decir, judío de nacimiento, el apóstol añade algunos detalles que especifican más concretamente la clase de judío que era.

En primer lugar pertenecía a la tribu de Benjamín (algo que repite en Romanos 11:1). El territorio de la tribu de Benjamín se situó inicialmente al norte del territorio más extenso de la tribu de Judá; Jerusalén, aunque pertenecía formalmente a Benjamín, era de hecho un enclave entre ambos territorios. Cuando, tras la muerte de Salomón, la monarquía unida se dividió, Benjamín se alineó con el reino del sur por la gran influencia que la tribu de Judá y la ciudad de Jerusalén ejercían sobre esta tribu. El pueblo de Benjamín estaba en peligro de perder su identidad tribal, pero algunos de sus miembros no estaban dispuestos a permitirlo, por lo que, aun después del retorno del exilio, se establecieron nuevos asentamientos tanto en Jerusalén como en los territorios adyacentes, de personas que se identificaron explícitamente como “hijos de Benjamín” (Nehemías 11:7–9 y 31–36). Es probable que los familiares de Pablo fueran descendientes de ellos.

Puede que incluso la elección del nombre de Pablo tuviera algo que ver con su ascendencia tribal. El benjamita más famoso de la historia de Benjamín fue, sin lugar a dudas, Saúl, el primer rey de Israel. Si los padres de Pablo habían tenido en cuenta este hecho, estamos entonces ante una “coincidencia no planeada”1 en el sentido de que sabemos únicamente por el libro de los Hechos que su nombre judío era Saúl, mientras que solamente las epístolas nos informan de su pertenencia a la tribu de Benjamín. Algunos escritores cristianos de los primeros siglos apuntaron a la persecución de la iglesia primitiva por parte de Saulo como el cumplimiento de las palabras del patriarca Jacob que habló de Benjamín como de un “lobo arrebatador” (Génesis 49:27),2 pero esta imaginativa inferencia nada tiene que ver con una exégesis sobria.

En segundo lugar, se refiere a sí mismo como “hebreo de hebreos”. En las cartas de Pablo, igual que en el lenguaje de Lucas, “hebreo” probablemente es un término más específico que “israelita” o “judío”. En otra ocasión, en referencia a los forasteros que en Corinto intentaban menoscabar su prestigio a ojos de los creyentes de esta ciudad, dijo: “¿Son hebreos? Yo también” (2 Corintios 11:22). El contexto indica que “hebreos” se usa en un sentido más estrecho que “israelitas” o “descendientes de Abraham”. En Hechos 6:1, “hebreos” se usa en contraste con el término “griegos” aunque tanto los hebreos como los helenistas eran judíos (en este caso, discípulos judíos de Jesús y miembros de la iglesia primitiva de Jerusalén). La distinción era probablemente lingüística y cultural: los hebreos, en este caso, asistían a sinagogas donde se usaba el hebreo en los cultos y hablaban normalmente arameo, mientras que los helenistas hablaban griego y asistían a sinagogas donde las Escrituras se leían en griego y las oraciones se decían también en este idioma. Muchos de los helenistas de Jerusalén tenían sus raíces en los países de la diáspora como los de Cirene, Alejandría y los de Cilicia y Asia, que asistían a la sinagoga que se menciona en Hechos 6:9.3 En la diáspora de todo el mundo greco-romano, los helenistas representaban la mayoría de los judíos residentes, mientras que los hebreos eran inmigrantes recién llegados desde Palestina o miembros de familias muy celosas de sus costumbres palestinas. Sabemos, por inscripciones encontradas en Roma y Corinto, que cada ciudad tenía su “sinagoga de los hebreos”.4 Esto indicaría la posible existencia de un lugar de reunión para los judíos palestinos, (que probablemente hablaban en arameo), frente al de los judíos que hablaban en griego. Filón de Alejandría, filósofo contemporáneo de Pablo, que era un judío helenista, usa la palabra “hebreos” para los que hablaban hebreo5 (en la literatura greco-judía del primer siglo dC. incluyendo el Nuevo Testamento, el término “hebreo” en su sentido lingüístico es lo suficientemente amplio para incluir el arameo).

Por lo general, cabría esperar que un judío nacido en una ciudad de habla griega como Tarso fuera helenista. De hecho, Pablo podía ser considerado helenista en el sentido que, obviamente, el griego no era para él un idioma extranjero; sin embargo, como hemos visto, él insiste en su condición de “hebreo”. Además, esta insistencia suya no tiene nada que ver con su crianza y educación en Jerusalén. La frase “hebreo de hebreos” indica que sus padres eran también hebreos. Es difícil saber hasta qué punto es fiable el comentario de Jerónimo en el sentido de que la familia de Pablo era natural de Gischala, localidad de Galilea.6 Según el libro de los Hechos, Pablo se dirigió a la multitud de Jerusalén en arameo (Hechos 21:40; 22:2) y, si se considera que la voz celestial que oyó en el camino de Damasco le habló en arameo –“en lengua hebrea” (Hechos 26:14)– es razonable concluir que esta era su lengua materna. Parece, por tanto, que a pesar de que Pablo nació en el seno de una familia judía que disfrutaba de los derechos civiles romanos en una ciudad de habla griega, era el arameo y no el griego el idioma que se hablaba en la casa de Pablo y posiblemente también en su sinagoga. A diferencia de muchos judíos residentes en Anatolia, esta familia guardaba estrictamente las tradiciones judías y se mantenía vinculada a su patria. Pablo habría tenido pocas oportunidades de participación en la cultura de Tarso durante su infancia. De hecho, sus padres se aseguraron que fuera educado en la fe ortodoxa al mandarle a Jerusalén durante su periodo de formación.

Según la variante más probable de Hechos 22:3 –el prólogo de su discurso en arameo a la multitud hostil en Jerusalén en el patio exterior del templo– Pablo era (a) “judío, nacido en Tarso de Cilicia”, pero (b) “criado en esta ciudad” (Jerusalén) y (c) “instruido a los pies de Gamaliel, estrictamente conforme a la ley de nuestros padres, celoso de Dios…”.7 La última parte de este relato coincide esencialmente con la afirmación de Gálatas 1:14: “Y en el judaísmo aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi nación, siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis padres.” Pablo habría ingresado en la escuela de Gamaliel en algún momento de su adolescencia; sin embargo, seguramente sus padres habrían tomado medidas para que pasase también una buena parte de su niñez en Jerusalén, bajo sanas influencias.

En tercer lugar, y según su propio testimonio, Pablo era fariseo. Esto coincide con su afirmación de Hechos 22:3 en el sentido que fue “instruido a los pies de Gamaliel”, que era el fariseo más destacado de su tiempo, confirmando también las palabras que dirigió a Agripa: “Conforme a la más rigurosa secta de nuestra religión, viví fariseo” (Hechos 26:5). Aun más enérgica fue la afirmación que hizo ante el Sanedrín: “yo soy fariseo, hijo de fariseo” (Hechos 23:6). El sentido normal de estas palabras es que bien su padre o alguno de sus antepasados estaba relacionado con los fariseos. También es posible, aunque menos probable, que la expresión “hijo de fariseo” signifique “discípulo de fariseo.”

1 La expresión se deriva de la obra de J. J. Blunt, Undesigned Coincidences in the Writings of the Old and New Testaments (Londres, 1847).

2 Por ejemplo Hipólito, De la bendición de Jacob, en Génesis 49:27.

3 No está del todo claro si se trata de una referencia a una o a varias sinagogas, pero es más bien probable que se trate de una sola frecuentada por judíos “libertos” de las mencionadas regiones. Ver p. 78.

4 CIG iv. 9909 (Roma); B. Powell, “Greek Inscriptions from Corinth”, AJA series 2,7 (1903), págs. 60.61, nº 40 (Corinto).

5 Filón, De los sueños, ii. 250; Abraham, 28.

6 Jerónimo, De viris illustribus, 5.

7 Esto es lo que implica la variante de Hechos 22:3 en el Novum Testamentum Graece (Stuttgart, 25a edición, 1963) y en las ediciones del Greek New Testament, publicado por la British and Foreign Bible Society (Londres, 2a edición, 1958) y United Bible Societies (Londres y Nueva York, 3a edición 1976). Véase W. C. Van Unnik, Tarsus or Jerusalem: The City of Paul´s Youth, E. T. (Londres, 1962).

Bruce, F. F. (2012). Pablo: Apóstol del corazón liberado (pp. 47–50). Viladecavalls, Barcelona: Editorial CLIE.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: