Juan Calvino – Jacobo Arminio

El calvinismo. El calvinismo debe su nombre y sus comienzos al teólogo y reformador francés Juan Calvino (1509–1564).1 El principio central del calvinismo es que Dios es el soberano de toda su creación.

Podremos comprender con cierta rapidez el calvinismo si lo reducimos a cinco principios. Antes de seguir adelante en la explicación, debemos admitir que toda generalización acerca de un sistema teológico está sujeta a omisiones y simplificaciones excesivas. Manteniendo esto presente, identificamos en el calvinismo cinco creencias centrales: (1) depravación total, (2) elección incondicional, (3) expiación limitada, (4) gracia irresistible y (5) perseverancia de los santos.1 (1) La raza humana ha caído tan bajo como consecuencia del pecado, que las personas no pueden hacer nada para mejorar ni para ser aprobadas ante Dios. (2) El Dios soberano eligió en la eternidad pasada a algunos de nuestra raza para que fueran salvos, sin la condición previa de saber quién aceptaría su oferta, movido por su gracia y compasión por la humanidad caída. (3) Envió a su Hijo a expiar sólo por aquéllos que Él había elegido. (4) Los elegidos no pueden resistirse a su benévola oferta; van a ser salvos. (5) Una vez salvos, perseverarán hasta el fin y recibirán el máximo de la salvación: la vida eterna.

El arminianismo. El teólogo holandés Jacobo Arminio (1560–1609) manifestó su desacuerdo con los principios del calvinismo, alegando que (1) tendían a hacer de Dios el autor del pecado, al haber decidido en la eternidad pasada quiénes serían salvos y quiénes no, y (2) negaban el libre albedrío de la persona, puesto que afirmaban que nadie se puede resistir a la gracia de Dios.

Las enseñanzas de Arminio y sus seguidores fueron codificadas en las cinco tesis de los Artículos de Protesta (1610): (1) La predestinación está condicionada por la respuesta de la persona y basada en la presciencia de Dios; (2) Cristo murió por todas y cada una de las personas, pero sólo los creyentes son salvos; (3) la persona es incapaz de creer y necesita la gracia de Dios; pero (4) esta gracia es resistible; (5) el que todos los regenerados vayan a perseverar es algo que requiere mayor investigación.2

Las diferencias entre calvinismo y arminianismo son evidentes. Para los arminianos, Dios sabe de antemano quiénes van a responder positivamente a la gracia que Él ofrece, y es a éstos a quienes predestina a compartir sus promesas. En otras palabras, Dios predestina que todos los que escojan libremente su salvación provista en Cristo y continúen viviendo para Él van a compartir sus promesas. En potencia, Jesús hace expiación por todos los seres humanos, y de manera efectiva, por aquéllos que respondan a la bondadosa oferta divina de salvación, una oferta a la que se pueden resistir. Si responden aceptando la gracia de Dios, es por iniciativa de la gracia, y no solamente por la voluntad humana. La perseverancia está condicionada por un continuar viviendo la fe cristiana, y es posible caer de esa gracia, aunque Dios no permita que nadie caiga con facilidad.

La mayoría de los pentecostales tienden a seguir el sistema arminiano de teología, viendo la necesidad de respuesta al evangelio y al Espíritu Santo por parte de la persona.

1 Por supuesto, el calvinismo ha pasado por algunas modificaciones en las enseñanzas de varios de los sucesores de Calvino.

1 [En idioma inglés los estudiantes de teología utilizan como recurso nemotécnico el acrónimo TULIP (“tulipán”), formado por las primeras letras de estos cinco principios en dicho idioma: “Total depravity, Unconditional election, Limited atonement, Irresistible grace, Perseverance of the saints.” Nota del traductor al castellano.] Los cinco puntos del TULIP se basan todos en una manera concreta de ver la soberanía de Dios. Ésta descuida el hecho de que Dios es soberano sobre sí mismo y, por tanto, es capaz de limitarse en los aspectos que decida, de manera que nosotros podamos tener un libre albedrío y ser capaces de convertirnos en hijos suyos por decisión propia, en lugar de limitarnos a ser marionetas en sus manos.

2 R. W. A. Letham, “Arminianism”, en New Dictionary of Theology, editores, Sinclair B. Ferguson, David F. Wright y J. I. Packer (Downers Grove, Ill.: InterVarsity Press, 1988), pp. 45–46.

Horton, S. M. (Ed.). (1996). Teología sistemática: Una perspectiva pentecostal (pp. 49–51). Miami, FL: Editorial Vida.

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