Arqueología bíblica

Los eruditos no se ponen de acuerdo sobre si es posible hablar de una “arqueología bíblica”. Algunos dicen que la arqueología es arqueología; es decir, que tanto sus métodos, como los fines que se propone, son los mismos en todas partes, ya sea que esté o no comprendida la Biblia. También sienten una preocupación justificada acerca de las afirmaciones poco científicas (en algunos casos hasta fraudulentas) que se han hecho en nombre de la arqueología “bíblica”. Consideran que se debería usar otro termino, como, por ejemplo, “arqueología de Palestina”, o bien hablar de la “arqueología en relación a la Biblia”.

Quizás el término “arqueología bíblica” ha caído bajo la crítica porque los científicos de la actualidad simplemente carecen de interés en las cuestiones bíblicas. Los estudiosos con un interés profesional en la Biblia no se ocupan activamente de los trabajos arqueológicos, como se solía hacer antes. Además, en la actualidad los arqueólogos estudian un amplio panorama de temas culturales y antropológicos que pueden no tener interés inmediato para los que estudian la Biblia. La sostenida alianza entre los estudios bíblicos y la arqueología ya no es tan firme como solía serlo.

Los fondos y el personal necesario para proyectos arqueológicos en tierras bíblicas, nunca han venido de organizaciones e instituciones eclesiásticas. Han sido suministrados por universidades, museos y recursos particulares. Esta tendencia irá aumentando aún más en el futuro, debido a la inflación, al carácter cada vez más especializado de la arqueología, y al creciente escepticismo de la arqueología hacia el cristianismo tradicional. Sin embargo, las iglesias y las instituciones que dependen de ella deberían tratar de interesarse en esta actividad de la forma más práctica que les sea posible.

¿Demuestra la arqueología que “la Biblia es verdad”? No precisamente. Es cierto que la arqueología ha elevado nuestra confianza en los bosquejos generales del registro bíblico. Ha podido fundamentar muchísimos enunciados específicos de su texto, ha resultado a menudo útil para refutar los ataques de los escépticos. Sin embargo, gran parte del contenido de la Biblia tiene que ver con asuntos relativamente privados, personales, que la arqueología no puede verificar. Cuanto más se retrocede en la historia, tanto más difícil es hallar pruebas.

A. Sus limitaciones. La “verdad” de la Biblia no es cuestión simplemente de los datos sino de su interpretación. Aun cuando pudiéramos demostrar la veracidad de toda la Biblia, eso todavía no demostraría su significado redentor. Por el hecho de que la fe cristiana se basa en hechos históricos, los cristianos ven con agrado todos los datos que pueda suministrar la arqueología, pero saben que no pueden anclar su fe en ellos. Tampoco la falta de pruebas, o el escepticismo crítico, pueden invalidar la Palabra de Dios. Es mejor poner énfasis sobre el hecho de que la arqueología nos ayuda a entender la Biblia, que insistir en que ella demuestra “la verdad de la Biblia”. De hecho, no tiene la posibilidad de hacerlo, ni tampoco es necesario que lo haga.

B. Su valor. La arqueología nos puede dar información acerca del fondo bíblico, miles de años después que fue escrita la Biblia. Aunque la arqueología se ocupa principalmente de objetos concretos y materiales, nos puede ayudar a comprender el mensaje espiritual de los escritores bíblicos; en especial, sus ilustraciones y los giros de lenguaje que empleaban. Debe haber un “diálogo” entre el texto bíblico y los hallazgos arqueológicos, porque cada parte puede ayudar a iluminar e interpretar la otra. La Biblia nos ayuda a comprender los nuevos descubrimientos a que arriban los arqueólogos, mientras que la arqueología nos permite “leer entre líneas” lo que nos dice el texto inspirado.

Por ejemplo, los registros históricos de la antigua Babilonia no mencionaban a Belsasar, aunque la Biblia decía que había sucedido a Nabucodonosor en el reino (Daniel 4, 5). Durante un tiempo, los estudiosos de la Biblia abrigaron dudas respecto de la verdad bíblica en este punto. Por fin, -en el año 1853, los arqueólogos encontraron en Ur una inscripción en donde se señalaba que Belsasar había reinado junto a su padre Nabonido.

C. Su confiabilidad. ¿Hasta qué punto es objetivo y también verdaderamente científico el método arqueológico? ¿En qué medida se puede confiar de sus resultados? Afortunadamente, ya han pasado los días en que se creía que las ciencias “positivas” (como la física, la química, etc.) eran absolutamente objetivas. Sabemos que la actitud del científico hacia la verdad, así como su concepto de ella, habrán de afectar la forma en que interprete los hechos. Por otra parte, el grado de opinión personal que interviene en las ciencias del “espíritu” o ciencias sociales (la historia, la sociología, la psicología), no es tan grande como para rehusarles el rango de ciencias. La arqueología ocupa un lugar intermedio entre las ciencias positivas y las ciencias sociales. Los arqueólogos son más objetivos cuando desentierran datos, que cuando los interpretan. No obstante, los métodos que empleen en sus excavaciones se ven afectados también por sus preocupaciones humanas. Tampoco pueden evitar la destrucción de las evidencias a medida que van cavando las sucesivas capas de tierra, lo cual hace que nunca puedan ponerse a prueba sus “experimentos”, mediante una repetición. Esto hace que la arqueología tenga un carácter único entre las demás ciencias. Aún más, es la razón por la cual las afirmaciones de la arqueología demandan tanto cuidado, y están tan amenazadas de caer en trampas interpretativas.

Así y todo, la arqueología se superpone a otras disciplinas científicas, tales como la historia, la geografía y la antropología cultural (el estudio de las ideas y las formas de vida del hombre). Hay especialistas en química o en física que suelen acompañar a los equipos de excavación con el objeto de analizar las semillas, los huesos, la tierra, el polen y cosas por el estilo. El estudio de las religiones comparadas o la “historia de las religiones”, muchas veces representa un papel importante en la interpretación de los descubrimientos, debido a que muchos de los hallazgos están relacionados a los cultos religiosos. La geología se ocupa de las capas naturales o estratos de tierra, en contraste con las capas “culturales” producidas por el hombre, que atraen la atención de los arqueólogos; sin embargo, los arqueólogos frecuentemente consultan a los geólogos para conocer más acerca de la naturaleza de los lugares que están excavando.

D. Su geografía. ¿Cuáles son las zonas geográficas que atraen el interés de la arqueología bíblica? Para el período del Nuevo Testamento, esa región coincide generalmente con aquella abarcada por el Imperio Romano. Para el período del Antiguo Testamento, la región es un poco menor, y el eje se desplaza hacia el este, para incluir el valle de Mesopotamia y Persia (el moderno Irán).

Lo más sencillo es comenzar desde el núcleo básico—Palestina o Israel (Canaán)—, y desde allí abrirse en abanico. Los grandes imperios del valle mesopotámico y de la región del Nilo son casi tan interesantes como la misma Palestina. La cultura fenicia (actualmente el Líbano) tenía mucho en común con la de Canaán, al sur. Es igualmente fundamental el estudio de Siria, hacia el este, ya que su historia muchas veces se mezcló con la de Israel, y constituía el acceso principal de los invasores de Palestina. Más hacia el norte tenemos el Asia Menor, tierra de los hititas y de otros pueblos importantes.

Packer, J. I., Tenney, M. C., & White, W., Jr. (Eds.). (1985). El mundo del Antiguo Testamento (pp. 68–71). Miami, FL: Editorial Vida.

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