La Naturaleza del Antiguo Testamento

A pesar de que la Biblia es el libro que más se vende, no es leído por el hombre término medio. Se guarda en las bibliotecas y lo mencionan los predicadores pero es generalmente considerado como un libro cuya lectura es aburrida, o como un libro cerrado que solamente puede ser interpretado por expertos. Esta apatía se nota especialmente en cuanto al Antiguo Testamento. Los culpables de esta deplorable situación son, en parte, algunos ingenuos expositores que, ignorando la situación histórica, tratan de colocar en el Antiguo Testamento un Nuevo Testamento completo. Si el Antiguo Testamento es solamente el Nuevo Testamento en jeroglíficos, es mucho más simple leer el Nuevo Testamento. Si se estudia el Antiguo Testamento sin tener en cuenta su situación histórica, el aliento de vida desaparece de él.

Muchos críticos textuales han contribuido también a crear esta trágica situación respecto al Antiguo Testamento, considerando su contenido como fragmentos sin sentido o relegando su verdad revelada al campo de lo vulgar. Como un experto ha dicho, lo que se “empezó con un cortaplumas, se ha continuado con un hacha.”1 Tal vez, como otro ha dicho, algunos críticos han sido inducidos “por las fascinantes estratagemas del hombre perverso.”2 Aunque el método crítico ha hecho una considerable contribución al estudio del Antiguo Testamento en su insistencia sobre el hecho de que un pasaje no puede ser entendido aparte de su situación histórica, esto ha sido seguido con tan minucioso análisis que las verdades más importantes han sido olvidadas.

Su énfasis evolutivo ha hecho creer que las únicas porciones del Antiguo Testamento dignas de estudio son los profetas del siglo octavo, en cuyas porciones la religión del Antiguo Testamento llega a su apogeo. Para los escritores del Nuevo Testamento, sin embargo, el Antiguo Testamento era de una naturaleza completamente distinta. No limitaron su atención a aquellos pasajes del Antiguo Testamento que más afinidad tenían con las enseñanzas de Jesús, sino que vieron toda la historia de los hebreos como culminando con Dios manifestándose al Israel espiritual por medio de la encarnación de su Hijo. En Jesús encontramos la misma actitud. Consideró las Escrituras como una unidad y no como una compilación.

Hay, además, otro grupo que ha contribuido al desinterés en el Antiguo Testamento—aquellos que menosprecian su importancia cuando lo comparan con el Nuevo Testamento. Dicen que siendo el Nuevo Testamento el cumplimiento del Antiguo, el estudio de los escritos judíos es de poco valor. Tal opinión es tan irracional como el estudiante que cree que tendria que empezar su estudio de la lengua del Antiguo Testamento en una clase de hebreo avanzado, puesto que solamente en la clase superior es posible obtener la revelación completa. Pero para entender el hebreo avanzado es necesario pasar por el valle preliminar de sombra. De la misma manera aquellos que tratan de entender el Nuevo Testamento separado del Antiguo, están expuestos a trágicos errores e interpretaciones equivocadas. Esta actitud ha conducido a muchos a interpretar los conceptos del Nuevo Testamento exclusivamente según el pensamiento griego, ignorando los conceptos hebreos que les dieron raíz. Esta ha sido la característica de la historia del pensamiento cristiano. Durante los últimos años, sin embargo, tal vez el más importante énfasis de los estudios del Nuevo Testamento ha sido la esencial unidad de la Biblia. Como un escritor lo ha expresado: “No es posible progreso alguno en el entendimiento del cristianismo primitivo a menos que el arca de la exégesis del Nuevo Testamento sea recobrada de su vagar por tierras de los filisteos y vuelta a su hogar en medio de las Escrituras del Antiguo Testamento, a la Ley y a los Profetas.”3 Y a la inversa, por supuesto, el Antiguo Testamento nunca debe ser estudiado independientemente del Nuevo porque es el Nuevo Testamento el que revela muchos de los misterios del Antiguo, declarando los propósitos escondidos en su revelación.

Tal vez la mayor dificultad con que se ha de enfrentar el que desea comprender el Antiguo Testamento es un entendimiento inadecuado de la naturaleza de su literatura. El medio por el cual los escritores desearon transmitir sus pensamientos fue el lenguaje. El arte de la palabra es el principal medio por el cual las ideas de una persona pueden ser legadas a otras. El lenguaje tiene sus formas definidas que llevan consigo sus propias leyes igualmente definidas de uso e interpretación. Si un escritor bíblico usó un determinado tipo de literatura se debe interpretar ese pasaje de acuerdo con las leyes universales de ese modo de expresión. Hasta que sea capaz de determinar si un pasaje es una atrevida imagen poética o una afirmación prosaica de un hecho científico, su interpretación ha de ser necesariamente precaria. Si esto no puede ser adecuadamente determinado, el significado del pasaje ha de permanecer incierto.

Una mirada ligera a la traducción de la Biblia en inglés (o español) será suficiente para mostrar que se le presta poca ayuda al lector para descubrir qué clase de literatura es determinado pasaje. Si se abre al azar, se descubrirá que está arbitrariamente dividida en libros, capítulos, y versículos. Sin tener en cuenta que tanto las divisiones de capítulos como las de versículos fueron introducidas para facilitar la consulta, el lector llega a creer que esas divisiones han existido siempre, aunque los originales no tuvieron ni capítulos ni versículos. Sin duda que estas divisiones son de gran ayuda para el estudio de las Escrituras pero la literatura ha sufrido considerablemente a causa de tal pragmática fragmentación. Imaginémonos lo que ocurriría si las poesías de Tennyson fuesen editadas, divididas en capítulos y versículos sin tener en cuenta su distribución original. Y sin embargo, precisamente esta suerte han corrido las Escrituras.

Hay algunos que desaprueban el estudio literario como si el admirar la exquisita hermosura de una flor imposibilitase a uno para gozar de su dulce fragancia. Antes de que algo pueda ser apreciado debe primero atraer. La forma teológica de tratar las Escrituras ha destruido mucho de su encanto para el mundo. Necesitamos renovar una apreciación de la belleza de los relatos bíblicos porque es la puerta abierta para descubrir la revelación fundamental. Es una tragedia de la civilización moderna que a través de las escuelas y universidades los alumnos aprendan a apreciar la belleza y sublimidad de las obras de Cervantes, Byron, Shakespeare y Browning, y que ignoren por completo a la más grande literatura que el mundo ha conocido porque se halla en la Biblia. Si se encontrase en cualquier otro lugar, el mundo literario se descubriría ante ella.

Pero no ha sido siempre así en el mundo de habla inglesa. Un profesor norteamericano de literatura inglesa ha escrito que el acontecimiento más importante en los anales de la historia inglesa no fue la derrota de la Armada Invencible ni la batalla de Waterloo, sino la traducción de un libro. “Fue en el siglo dieciséis que la traducción de la Biblia en lengua vernácula por Tyndale y Coverdale hizo de los ingleses el pueblo de un libro—y ese libro, la Biblia … Las costumbres mentales de los ingleses se convirtieron en hebreas.”4

Saintsbury habla de la Authorized Version de 1611 como el libro usado por todo hombre y mujer de habla inglesa para el uso más noble de su idioma. Su fraseología se puede leer en los discursos de Patrick Henry y en los grandes discursos de Lincoln. James Russell Lowell y Nathaniel Hawthorne denotan la influencia de su contenido. Pfeiffer5 ha señalado un buen número de expresiones hoy presentes en nuestro idioma cuyo origen es hebreo: “lamerán el polvo”; “el sudor de tu frente”; “veneno y ajenjo”; “amontonar ascuas de fuego”; “una tierra que fluye leche y miel”; “las estrellas desde sus órbitas”; “caña frágil”; “hueso de mis huesos, y carne de mi carne”; “ojo por ojo”; “las ollas de las carnes”; “la piel de mis dientes”; “una pequeña nube como la mano de un hombre”; “leñadores y aguadores”; “la mujer de tu seno”. Una apreciación de la belleza sublime de la literatura del Antiguo Testamento nunca destruirá su interés religioso sino al contrario, lo fomentará y acrecentará.

Es de esperar que los estudios contenidos en este libro contribuyan a un mejor entendimiento de la naturaleza del Antiguo Testamento. La importancia de las Escrituras hebreas en el plan de la salvación es de un valor inestimable. Sus personalidades, una vez conocidas, pierden su posición cronológica en las lecciones de sus experiencias con Dios. El cielo y la tierra pasarán pero esta Palabra vivirá para siempre.

1 C. C. Torrey, The Second Isaiah (Nueva York: Charles Scribner’s Sons, 1928), p. 13.

2 N. H. Snaith. The Distinctive Ideas of the Old Testament (Filadelfia: The Westminster Press, 1946), p. 13.

3 Compárese R. V. G. Tasker, The Old Testament in the New Testament (Filadelfia: The Westminster Press. 1945). p. 9.

4 E. C. Baldwin, Types of Literature in the Old Testament (Nueva York: The Ronald Press Co., 1929), p. 15.

5 R. H. Pfeiffer. Introduction to the Old Testament (tercera edición, Nueva York: Harper and Brothers, 1941), p. 15.

Francisco, C. T., & Lacue, J. J. (1999). Introduccion al Antiguo Testamento (pp. 13–18). El Paso, TX: Casa Bautista De Publicaciones.

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