En el último capítulo se nos introdujo a las conexiones existentes entre el Edén y el Sinaí. Ambos eran lugares sagrados en los que los hijos de Yahvé lo vieron en forma humana (Gn 3:8; Ex 24:9–11). Concluíamos nuestro análisis con la provocadora idea de que el consejo divino estaba presente en la montaña de Dios, concretamente durante la entrega de la ley.
El vínculo entre la ley y el consejo celestial se apunta varias veces en el Nuevo Testamento, que usa el término paraguas “ángeles” para referirse al consejo divino. Cerrábamos el último capítulo con dos pasajes que describían la ley como “entregada por medio de ángeles” (Hch 7:53) y “declarada por medio de los ángeles” (Heb 2:2).3
Cuando me topé por primera vez con estos versículos del Nuevo Testamento ya había leído mucho del Antiguo Testamento y nunca antes había visto esta idea, así que naturalmente me pregunté a dónde querían llegar los autores neotestamentarios. En realidad se trata de un problema espinoso. Hay pasajes que describen ángeles en el Sinaí, pero ninguno de ellos hacer referencia específicamente a la ley.
Por ejemplo, el Salmo 68:15–18 dice:
15 Monte de Dios es el monte de Basán;
Monte alto el de Basán.
16 ¿Por qué observáis, oh montes altos
Al monte que deseó Dios para su morada?
Ciertamente Jehová habitará en él para siempre.
17 Los carros de Dios4
se cuentan por veintenas de millares de millares;
El Señor viene del Sinaí a su santuario.
18 Subiste a lo alto, cautivaste la cautividad,5
Tomaste dones para los hombres,
Y también para los rebeldes, para que habite entre ellos JAH6 Dios.
Sin referirse directamente a la ley, la idea neotestamentaria en Hch 7 y Hebreos 2 parece completamente forzada, a menos que uno utilice la versión del Antiguo Testamento de la Septuaginta, la traducción griega del Antiguo Testamento que era la Biblia de la iglesia primitiva.
Un segundo pasaje clave sobre el Sinaí que conecta la ley con las huestes celestiales es Deuteronomio 33:1–4. En la versión de la Septuaginta aparecen toda una multitud de seres divinos en el Sinaí, mientras que en el texto hebreo tradicional no es así. Y esa tampoco es la única diferencia. Fijémonos en el pasaje en ambas versiones, especialmente en las palabras resaltadas en negrita:7
Texto hebreo tradicional (masorético) | Septuaginta |
Esta es la bendición con la cual bendijo Moisés varón de Dios a los hijos de Israel, antes que muriese. Dijo: | Esta es la bendición con la cual Moisés, el varón de Dios, bendijo a los israelitas antes de su muerte. Dijo: |
Jehová vino de Sinaí, y de Seir les esclareció; resplandeció desde el monte de Parán, y vino de entre diez millares de santos, con la ley de fuego a su mano derecha. Aun amó a su pueblo; todos los consagrados a él estaban en su mano; por tanto, ellos siguieron en tus pasos, recibiendo dirección de ti, cuando Moisés nos ordenó una ley, como heredad a la congregación de Jacob. | El Señor ha venido de Sinaí, y se nos apareció en Seir; se dio prisa desde el Monte Parán con diez millares de Cades a su diestra, sus ángeles con él. Y tuvo Misericordia de su pueblo, y todos los santos estaban bajo sus manos; incluso estos estaban debajo de ti; y [el pueblo] recibió sus palabras, la ley que Moisés nos ordenó, como heredad para las asambleas de Jacob. |
La diferencia fundamental es que en la Septuaginta aparecen ángeles en el Sinaí (v. 2) y en el texto tradicional no. En el versículo 3 el texto hebreo tradicional parece sugerir que “los consagrados (santos)” son los israelitas que recibirán la ley. En la Septuaginta hay ángeles a la diestra de Dios (la posición de autoridad) que están siendo testigos de la entrega de la ley a o Israel.8
Dado que los autores del Nuevo Testamento usan la mayoría de las veces la Septuaginta para referirse al Antiguo Testamento, podemos entender qué quieren decir en Hch 7:52–53 y Hebreos 2:1–2.
Ahora bien, Gálatas 3:19 (nvi) añade un sugerente detalle que hace que la conexión resulte más dramática:
Entonces, ¿cuál era el propósito de la ley? Fue añadida por causa de las transgresiones hasta que viniera la descendencia a la cual se hizo la promesa. La ley se promulgó por medio de ángeles, por conducto de un mediador.
Gálatas 3:19 nos informa de que había un intermediario entre Dios, los ángeles e Israel. La mayor parte de los eruditos supone que se trata de una referencia a Moisés. Otros han observado que, a la luz del versículo siguiente, esto resulta problemático (“Ahora bien, no hace falta mediador si hay una sola parte, y sin embargo Dios es uno solo”). ¿Por qué sentiría Pablo la necesidad de aclarar que la unicidad de Dios no se veía afectada por este intermediario si solo se trataba de Moisés?9
Existe otra solución, que explicaría el posterior comentario de Pablo: el intermediario es Yahvé en forma humana.10
Deuteronomio 33 usa un lenguaje que exige la presencia de Yahvé en forma humana (“apareció”; “su diestra”). Viéndolo así, Deuteronomio 9:9–10 adopta un nuevo significado.11 Moisés dice:
9 Cuando yo subí al monte para recibir las tablas de piedra, las tablas del pacto que Jehová hizo con vosotros, estuve entonces en el monte cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua; 10 y me dio Jehová las dos tablas de piedra escritas con el dedo de Dios; y en ellas estaba escrito según todas las palabras que os habló Jehová en el monte, de en medio del fuego, el día de la asamblea.
A estas alturas, este lenguaje nos resulta familiar (la aplicación de un lenguaje físico —“dedo”— aplicado a Yahvé). Esta es la descripción habitual del segundo Yahvé, el Ángel. No debería sorprendernos que el Nuevo Testamento hable de una mediación angélica para la ley —fue escrita por el Ángel que es Dios en presencia de los miembros del consejo (“los santos”) y luego entregada a Israel a través de Moisés.
3 Recordemos que el lenguaje neotestamentario para referirse a los seres divinos es jerárquicamente menos preciso que el del Antiguo Testamento. Como tendremos ocasión de ver en el capítulo 37, mientras Pablo usa términos para hablar de seres divinos que reflejan una autoridad geográfica (p. ej., principados y potestades), la mayor parte del vocabulario del Nuevo Testamento se simplifica. A los seres divinos buenos se les llama predominantemente angelos (“ángel”), mientras que los términos preferidos para referirse a los malignos son daimōn y daimonion. En realidad, estos tres términos son neutros (ni buenos ni malos) según el uso griego general. Hacen referencia, respectivamente, a “mensajeros” y “seres espirituales”. La idea de un mensajero divino presupone que se trata de un ser enviado por Dios con fines benéficos, y por tanto angelos se convirtió en el término habitual para los espíritus benévolos. Esto no quiere decir, sin embargo, que la teología judía de la era helenista estuviera tratando de librarse de términos como el hebreo (plural) elohim o elim (“dioses”) o el griego zeoi. Los textos judíos escritos tanto en hebreo como en griego antes y durante el siglo I también utilizan este vocabulario. Además de los recursos citados en el capítulo 37, véase S. Heiser, “Monotheism and the Language of Divine Plurality in the Hebrew Bible and the Dead Sea Scrolls”, Tyndale Bulletin 65:1 (2014): 85–100; R. B. Salters, “Psalm 82, 1 and the Septuagint”, Zeitschrift für die alttestamentliche Wissenschaft 103.2 (1991): 225–39.
4 Véase 2 Re 6:17.
5 Puede que los lectores se percaten de que este pasaje es citado en el Nuevo Testamento por Pablo (Ef 4:8). Véase el capítulo 33 y los comentarios sobre esta cita.
6 El texto hebreo usa la forma abreviada de YHWH (YH).
7 Las traducciones son mías.
8 Para un repaso de los antiguos textos judíos (antes y después del Nuevo Testamento) relacionados con la conexión entre la ley y los ángeles, véase Terrance Callan, “Pauline Midrash: The Exegetical Background of Gal. 3:19b”, Journal of Biblical Literature 99.4 (December 1980): 549–67.
NVI: Nueva Versión Internacional
9 A este versículo se le ha llamado uno de los más confusos del Nuevo Testamento. Véase el análisis que hace F. F. Bruce sobre Gal 3:19–20 en the New International Greek Testament Commentary series, The Epistle to the Galatians: A Commentary on the Greek Text (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1982), 175–80.
10 Este enfoque, específicamente en relación con el Ángel de Yahvé, se encuentra en textos de la época del segundo templo como Jubileos 1:27–29. Sorprendentemente, en ese texto Dios le dicta la ley al Ángel, quien entonces se lo entrega a Moisés. Véase Hindy Najman, “Angels at Sinai: Exegesis, Theology and Interpretive Authority”, Dead Sea Discoveries 7.3 (2000): 313–33. En este sentido también resulta relevante un pasaje discutido de los escritos de Josefo (Antigüedades 15:136). El pasaje claramente vincula a los ángeles con la ley, si bien algunos eruditos pretenden traducir el término griego angeloi como “profetas” (W. D. Davies, “A Note on Josephus, Antiquities 15:136”, Harvard Theological Review 47.03 [1954]: 135–40). Esta idea la rebate de manera muy capaz Andrew J. Bandstra en “The Law and Angels: Antiquities 15.136 and Galatians 3: 19”, Calvin Theological Journal 24 (1989): 223–40. Sin embargo, Bandstra aplica la referencia angélica de Josefo a un contexto distinto al de Sinaí.
11 Véase también Ex 24:12; 31:18; 32:15–16; Dt 4:13; 5:22.
Heiser, M. S. (2019). El Mundo invisible: Recuperando la cosmovisión sobrenatural de la Biblia. (D. Lambert, Ed.) (Primera edición). Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico.

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