EL ÁNGEL DE YAHVÉ

La desgarradora historia de Génesis 22, donde Abraham se muestra dispuesto a sacrificar a Isaac, el hijo del pacto, es nuestra próxima parada. Es una especie de pasaje de transición. Hemos visto que Abraham ha tenido varios encuentros con Yahvé. La expresión que se utiliza para transmitir la naturaleza física y visible de esos encuentros ha sido, hasta este punto, “la palabra de Yahvé”. Génesis 22 marca un cambio en el lenguaje al referirse a la figura visible de Yahvé como el “Ángel de Yahvé”.

Aunque el Ángel de Yahvé aparece antes de Génesis 22 (Gn 16:7–11; 21:17), esta aparición en concreto comienza a difuminar las identidades de Yahvé y su ángel. Génesis 22:1–9 cuenta que Abraham había tomado a Isaac, tras la excéntrica petición de Yahvé, hasta el monte Moriah para ofrecer a su hijo como holocausto. Retomamos la historia en el versículo 10.

10 Y extendió Abraham su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. 11 Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí. 12 Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único. 13 Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. 14 Y llamó Abraham el nombre de aquel lugar, Jehová proveerá. Por tanto se dice hoy: En el monte de Jehová será provisto. 15 Y llamó el ángel de Jehová a Abraham por segunda vez desde el cielo, 16 y dijo: Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; 17 de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. 18 En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz (Gn 22:10–18).

Lo primero que observamos es que cuando el ángel de Yahvé le habla a Abraham, este reconoce la voz. No pregunta quién es el que habla, como si la voz no le resultara familiar. No teme estar escuchando la voz de otro dios. El lector, sin embargo, sabe que esa voz no proviene de Yahvé como tal, sino del ángel de Yahvé. La palabra que aquí se traduce como “ángel” es el término hebreo mal’ak, que simplemente significa “mensajero”.

La siguiente observación es muy importante. El Ángel le habla a Abraham en el versículo 11, y por tanto se le distingue de Dios. Pero inmediatamente después de hacerlo, alaba a Abraham por no haber rehusado entregarle a Isaac “a ”. Hay un cambio a la primera persona, lo cual, habida cuenta de que es Dios mismo quien le había dicho a Abraham que sacrificara a Isaac (Gn 22:1–2), parece requerir que identifiquemos a Yahvé como la persona que está hablando.

Muchos eruditos dirían que esto se debe a que el Ángel es el portavoz de Yahvé, el que actúa en lugar de Yahvé, por decirlo de alguna manera. Pero esta idea solamente se transmite más adelante en el pasaje, cuando (v. 16) el ángel introduce sus palabras con “dice Yahvé”. En el versículo 11 no se hace tal aclaración. El enunciado del texto difumina la distinción entre Yahvé y el ángel intercambiando al ángel por la persona que inicialmente exigió el sacrificio como una prueba: el propio Yahvé (Gn 22:1–2). Por consiguiente, el autor bíblico tuvo la oportunidad de dejar claro que se establecía una distinción entre Yahvé y el ángel y sin embargo no lo hizo. Este “fallo” se produce en otros lugares del Antiguo Testamento de manera incluso más evidente. En realidad no es un fallo. No se trata de un descuido. La redacción está diseñada para desdibujar cualquier diferencia entre las dos personas.

LOS DIOSES DE ISAAC Y JACOB

Génesis 26:1–5 marca la primera aparición visible de Yahvé a Isaac (“Y se fue Isaac … a Gerar … y se le apareció Jehová”). Es una señal para Isaac de que el pacto establecido con su padre tendrá continuidad a través de él. Yahvé repite las palabras del de la alianza a Isaac (vv. 3–4): “y confirmaré el juramento que hice a Abraham tu padre. Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y daré a tu descendencia todas estas tierras; y todas las naciones de la tierra serán benditas en tu. Más adelante, en Génesis 26 (vv. 23–25) Yahvé se le vuelve a aparecer a Isaac. Así se ha pasado el testigo.

Jacob, el hijo de Isaac, recibe la misma aprobación divina en una serie de encuentros visibles con Yahvé. El primero de ellos es el que se recoge en la conocida historia de “la escalera de Jacob” en Génesis 28:10–22. Hay varios detalles de esa visión que resultan destacables para continuar nuestro estudio.

Jacob está de camino a Harán (vv. 1–2), el lugar del que había salido su antepasado Abraham años antes siguiendo el mandato de Yahvé. Jacob está huyendo de la ira de su hermano Esaú tras haber robado el derecho de primogenitura mediante un engaño (Gn 27). Los especialistas coinciden en que la “escalera” probablemente fuera algún tipo de estructura en forma de escalinata que (en el sueño de Jacob) conectaba el cielo con la tierra, tal vez un zigurat.3 Jacob ve “ángeles de Dios” subiendo y bajando por esa estructura, una indicación de la presencia del consejo divino. Jacob también ve al Yahvé visible de pie junto a él (28:13)—el lenguaje ya familiar para referirse a Yahvé en forma humana que vimos en el caso de Abraham.4 En el versículo 15 Yahvé le promete protección a Jacob y se compromete a llevarlo de vuelta a su casa, la tierra prometida a Abraham. Jacob llama aquel lugar Betel, “casa de Dios” (v. 19), y levanta un pilar para conmemorar su conversación con Yahvé (vv. 18–19).

Jacob vio al Yahvé visible en Betel. Dada lo que ya hemos visto en Génesis, esto no es algo inusual. Las cosas se ponen más interesantes en Génesis 31, la historia que relata cómo Jacob se hizo rico a expensas de su tío Labán. Los rebaños de Jacob se habían multiplicado sobrenaturalmente a pesar del intento de engaño del que había sido objeto por parte de Labán. Mientras su relación se deterioraba, Jacob tuvo un sueño. La descripción es significativa:

11 Y me dijo el ángel de Dios en sueños: Jacob. Y yo dije: Heme aquí. 12 Y él dijo: Alza ahora tus ojos, y verás que todos los machos que cubren a las hembras son listados, pintados y abigarrados; porque yo he visto todo lo que Labán te ha hecho. 13 Yo soy el Dios de Bet-el, donde tú ungiste la piedra, y donde me hiciste un voto. Levántate ahora y sal de esta tierra, y vuélvete a la tierra de tu nacimiento (Gn 31:11–13).

El ángel de Dios le dice explícitamente a Jacob en el versículo 13 que él era el Dios de Betel. Allí, Jacob había visto ángeles y una sola divinidad: Yahvé, el Dios de Abraham. Fue Yahvé quien le había prometido protección, y a quien Jacob había levantado el pilar de piedra. Esta pasaje funde ambos personajes. Esta fusión resulta útil para interpretar los posteriores encuentros divinos de Jacob.

A medida que pasan los años, Jacob se mete en problemas y sale de ellos. Sin embargo, Yahvé está con él. Tras conseguir huir de su tío Labán, Jacob se entera en el transcurso de su viaje que ahora deberá encontrarse cara a cara con Esaú, el hermano a quien había robado la bendición de su padre años atrás. En el momento de producirse el engaño de Jacob, Esaú había tratado de matarlo, así que ahora Jacob se pregunta si su hermano todavía albergaba algún resentimiento contra él. Ese encuentro tiene lugar en Génesis 33. Pero es lo que le acontece a Jacob en el capítulo anterior lo que llama nuestra atención.

En Génesis 32 se nos habla sobre el estado de ánimo de Jacob, y la lealtad de Dios hacia él. En Génesis 32:1 Dios envía ángeles a su encuentro. Esta vez no se trata de un sueño. No obstante, Jacob no puede librarse de su ansiedad. Adopta medidas para sobornar a Esaú, mandando por delante de la caravana suntuosos regalos. Sitúa a sus hijos y a sus cuatro madres al otro lado del Jaboc, un pequeño arroyo (Gn 32:22–23). Una vez solo, esa noche tiene su encuentro más famoso con Dios (o quizás con alguien más que también era Dios). El relato dice así:

24 Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. 25 Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba. 26 Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices. 27 Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. 28 Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido. 29 Entonces Jacob le preguntó, y dijo: Declárame ahora tu nombre. Y el varón respondió: ¿Por qué me preguntas por mi nombre? Y lo bendijo allí. 30 Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma (Gn 32:24–30).

Génesis 32:28–29 deja claro que el “hombre” con el que Jacob luchó era un ser divino. El propio misterioso combatiente dice: “has luchador con elohim”, un término que sabemos puede traducirse como “Dios” o “un dios”. La historia no dice en ningún lugar que el encuentro de Jacob fuera tan solo una visión. Este elohim es tangible y corpóreo. Oseas 12:3–4 confirma la identidad divina del oponente de Jacob y luego añade dos detalles sorprendentes.5 Obsérvese el modo en que Oseas usa el paralelismo para expresar la idea:

3 Ya en el seno materno suplantó [Jacob] a su hermano, Y cuando se hizo hombre luchó [hebreo, sarah] con Dios [elohim]. 4 Luchó [hebreo, yasar] con el ángel y lo venció; lloró y le rogó que lo favoreciera. Se lo encontró en Betel, y allí habló con él.6

Oseas no solo describe el oponente elohim de Jacob como un ángel, sino que la última línea de esta cita identifica a este ángel con Betel. Curiosamente, sabemos por Génesis 32 que este incidente no tuvo lugar en Betel, sino en las aguas del Jaboc. Sin embargo, el comentario inspirado de Oseas sobre el incidente no tiene que ver con la geografía. Nos está diciendo que Jacob luchó con el mismo Dios, materializado físicamente, e identifica a Dios con el ángel que dijo que era el Dios de Betel.7

Ya hemos visto esta “confusión” de Dios con un ángel con anterioridad. Es algo deliberado. La cuestión no es que Yahvé, el Dios de Israel, sea un mero ángel, sino lo contrario. Este ángel es Yahvé.

Todavía hay otro pasaje que debemos considerar. La forma en que fusiona a Yahvé con el ángel es poco menos que asombrosa.

Génesis 48 recoge las últimas palabras de Jacob en el lecho de muerte, cuando bendice a los hijos de José. El pasaje hace mención del Dios que se le apareció en Betel, a quien los lectores ya saben por Génesis 31:13 que se le llama un ángel. Todo está preparado para soltar la bomba en la sección resaltada en negrita más abajo (vv. 15–16):

1 Sucedió después de estas cosas que dijeron a José: He aquí tu padre está enfermo. Y él tomó consigo a sus dos hijos, Manasés y Efraín 2 Y se le hizo saber a Jacob, diciendo: He aquí tu hijo José viene a ti. Entonces se esforzó Israel, y se sentó sobre la cama, 3 y dijo a José: El Dios Omnipotente me apareció en Luz [Bet-el] ]8 en la tierra de Canaán, y me bendijo, 4 y me dijo: He aquí yo te haré crecer, y te multiplicaré, y te pondré por estirpe de naciones; y daré esta tierra a tu descendencia después de ti por heredad perpetua …

14 Entonces Israel extendió su mano derecha, y la puso sobre la cabeza de Efraín, que era el menor, y su mano izquierda sobre la cabeza de Manasés, colocando así sus manos adrede, aunque Manasés era el primogénito. 15 Y bendijo a José, diciendo: El Dios [elohim] en cuya presencia anduvieron mis padres Abraham e Isaac, el Dios [elohim] que me mantiene desde que yo soy hasta este día, 16 el Ángel [malʾak] que me liberta de todo mal, bendiga a estos jóvenes (Gn 48:1–4, 14–16).

La posición paralela de elohim y mal’ak (“ángel”) resulta inconfundible. Habida cuenta de que la Biblia enseña muy claramente que Dios es eterno y que existía antes de todas las cosas, y que los ángeles son seres creados, la enseñanza de este paralelo explícito no consiste en afirmar que Dios es un ángel. Al contrario, se afirma que este ángel es Dios.9 Pero el rasgo más llamativo es el verbo (“bendiga”). En hebreo, el verbo “bendecir” en este pasaje no es gramaticalmente plural, lo que indicaría que se le pide a dos personas distintas que bendigan a los jóvenes. Antes bien, es singular, dejando así constancia de una firme fusión de los seres divinos por parte del autor. Dicho de otra manera, el autor tenía una clara oportunidad de distinguir entre el Dios de Israel y el ángel, pero en vez de eso fusiona sus identidades.

Al concluir este capítulo, las implicaciones de lo que hemos visto son asombrosas. Las historias patriarcales nos presentan un cuadro sorprendente. Si solamente existe un Dios, un Yahvé, entonces ¿por qué funde el autor a Yahvé y el ángel en una sola persona en algunos pasajes, dejando que en otras ocasiones el ángel se refiera a Dios en tercera persona? ¿Por qué difuminar la distinción entre Yahvé y este ángel y, al mismo tiempo, mantenerlos separados? ¿Qué es lo que se está comunicando?

Cuando el texto bíblico hace esto, nos lleva a preguntarnos si no habrá dos Yahvés, uno invisible en el cielo y uno visible en la tierra. A continuación veremos que esto es, precisamente, lo que se nos está diciendo. El Dios de Israel es Dios, pero en más de una persona.

3 El término es difícil, ya que se trata de un hapax legomenon en la Biblia hebrea (un término que aparece una sola vez). Material similar ha ofrecido algunas opciones sugerentes, aunque no seguras, para ayudarnos a entender su significado. Aparte de un zigurat, otra posible opción es una “piedra levantada” (en hebreo: maṣṣebah). Ambas opciones son coherentes con una conexión conceptual o teológica entre Dios y los humanos mortales. Véase Alan R. Millard, “The Celestial Ladder and the Gate of Heaven (Gn 28:12, 17)”, Expository Times 78 (1966/1967): 86–87; C. Houtman, “What Did Jacob Véase in His Dream at Bethel? Some Remarks on Gn 28:10–22”, Vetus Testamentum 27 (1977): 337–51.

4 La frase que en Gn 28:13 se traduce “junto a él” en nvi y otras versiones castellanas también se puede traducir “junto a ella” (esto es, la estructura en forma de escalera) o “sobre ella” (con el mismo referente).

5 Versículos 4–5 en el texto hebreo.

6 Esta es la traducción de la nvi. La última expresión (“con él”) es interpretativa. El texto hebreo, sin embargo, incluye un pronombre plural (“con nosotros”). El pronombre plural (“nosotros”) preserva la dualidad de los dos personajes. Esa dualidad se combinará firmemente en Génesis 48:15–16, que veremos en la siguiente exposición.

7 Véase la página web complementaria para un análisis de Gn 35:1–7. El versículo 7 es una de las raras ocasiones en las que la palabra elohim es el sujeto gramatical de un verbo en plural. Esa construcción tiene ramificaciones para nuestro análisis. Véase también mi artículo sobre este asunto gramatical: Michael S. Heiser, “Should elohim with Plural Predication Be Translated ‘Gods’?” Bible Translator 61.3 (July 2010): 123–36.

8 Luz es Bet-el, tal como queda demostrado si lo comparamos con Gn 28:19; 35:6; 48:3; Jue 1:23.

9 Véase la página web complementaria para un análisis más extensor del texto hebreo. Contiene otros indicadores de que los dos personajes deben conectarse.

Heiser, M. S. (2019). El Mundo invisible: Recuperando la cosmovisión sobrenatural de la Biblia. (D. Lambert, Ed.) (Primera edición). Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico.

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