El Dragón-Satanás

Apocalipsis 16:13, RVR 1960

«Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos a manera de ranas».

Introducción

A Juan el Apocalipta le es presentada la figura del mitológico dragón como una descripción del poder de Satanás en el drama final de las edades. Los antiguos creían en la existencia de dragones, y de ahí es que en muchas culturas de la historia antigua y en leyendas se hable de los dragones. Lo veían como un enorme animal alado, con una nariz que arrojaba fuego por sus orificios. De igual manera entre los cananeos se creía en un monstruo marino con siete cabezas.

En el deuterocanónico (escrito apócrifo) del libro Daniel se cuenta la historia del dragón babilónico que supuestamente mató Daniel con la masa de pelos y grasa cocinado que le dio de comer.

«En Babilonia había un gran dragón al que adoraban todos los habitantes de la ciudad. Entonces el rey le dijo a Daniel: ‒No me vas a decir que este es un dios de bronce. Este sí está vivo, pues come y bebe. Así que debes adorarlo. Pero Daniel le respondió: ‒Yo solo adoro al Dios de Israel, porque es mi Dios y vive para siempre. Si Su Majestad me da permiso, yo mataré a ese dragón sin hacer uso de arma alguna. El rey le dijo: ‒Está bien; te doy permiso. Entonces Daniel tomó un poco de brea, grasa y pelos, y los cocinó. Con eso hizo una masa y se la dio a comer al dragón. El dragón se la comió y reventó. Entonces Daniel dijo: ‒¡Eso es lo que ustedes adoraban! Cuando los babilonios se enteraron de lo que había pasado con el dragón, se enojaron muchísimo, se rebelaron contra el rey, y gritaron: ‒¡El rey se hizo judío! ¡Hizo pedazos a nuestro dios Bel, mató al dragón y a los sacerdotes! Luego fueron a donde estaba el rey y le ordenaron: ‒¡Entréganos a Daniel! De lo contrario te mataremos a ti y a tu familia» (Dan. (dc.) 14:23–29, TLAD).

1. La señal del dragón

La primera señal vista por Juan el Apocalipta fue la de la mujer-Israel, vestida de sol con la luna debajo de sus pies y con una corona de doce estrellas, en estado de embarazo, que luego fue perseguida por el dragón-Satanás.

«Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida de sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento» (Apoc. 12:1–2).

Juan vio la segunda señal de este dragón-Satanás con el color escarlata, bermejo o rojo, con siete cabezas, con diez cuernos y arrastrando en su cola la tercera parte de las estrellas que son ángeles-demonios del cielo.

«También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas; y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese» (Apoc. 12:3–4).

Las siete cabezas del dragón heptacefálico hablan de siete imperios bíblicos: Egipto, Asiria, Babilonia, Media-Persia, Grecia, Roma y el Imperio Romano restaurado. Los diez cuernos hablan de diez naciones del fin, que fueron parte de la antigua Roma en la época de Juan el Apocalipta.

2. La batalla del dragón

«Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él» (Apoc. 12:7–9).

Esta mención del dragón Satanás con el arcángel Miguel, señala a la batalla que hubo en el cielo en una pasada eternidad, donde Lucero, el querubín rebelde, y su cohorte de ángeles adheridos al mismo, fueron expulsados de las mansiones celestiales.

«¡Cómo has caído del cielo, oh estrella luciente, hijo de la mañana! Has sido arrojado a la tierra, tú que destruías a las naciones del mundo. Pues te decías a ti mismo: ‘Subiré al cielo para poner mi trono por encima de las estrellas de Dios. Voy a presidir en el monte de los dioses, muy lejos en el norte. Escalaré hasta los cielos más altos y seré como el Altísimo’» (Is. 14:12–14, NTV).

«Hijo de hombre, entona este canto fúnebre para el rey de Tiro. Dale este mensaje de parte del SEÑOR Soberano: ‘Tú eras el modelo de la perfección, lleno de sabiduría y de exquisita belleza. Estabas en el Edén, el jardín de Dios. Tenías la ropa adornada con toda clase de piedras preciosas ‒cornalina rojiza, peridoto verde pálido, adularia blanca, berilo azul y verde, ónice, jaspe verde, lapislázuli, turquesa y esmeralda‒, todas talladas especialmente para ti e incrustadas en el oro más puro. Te las dieron el día en que fuiste creado. Yo te ordené y te ungí como poderoso ángel guardián. Tenías acceso al monte santo de Dios y caminabas entre las piedras de fuego. Eras intachable en todo lo que hacías, desde el día en que fuiste creado hasta el día en que se encontró maldad en ti». (Ez. 28:12–15, NTV).

Luego, este dragón-Satanás presenta otra proyección de la batalla escatológica o futurística que habrá en el cielo, previa al establecimiento del reinado milenial aquí en la tierra de nuestro Rey Jesucristo.

3. La investidura por el dragón

«Me paré sobre la arena del mar, y vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo. Y la bestia que vi era semejante a un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca como boca de león. Y el dragón le dio su poder y su trono, y grande autoridad» (Apoc. 13:1–2).

Este pasaje presenta una descripción apocalíptica de la bestia-Anticristo. El cual será la suma de varios imperios del pasado con un elemento del futuro. Esta bestia-Anticristo simbólicamente emerge del mar que es tipo de las naciones. Dándole al Anticristo un origen humano y otro satánico.

La boca de león recuerda a Babilonia. Los pies de oso señalan a Media-Persia. El cuerpo de leopardo es alusivo a Grecia. Las siete cabezas son seis imperios del pasado que tuvieron que ver con Israel y un imperio del futuro que se verá con esta nación. Los diez cuernos serán reinos-naciones que se asociarán con la bestia-Anticristo proféticos en los días venideros. La suma de todas las cabezas de las bestias de Daniel es siete y esta bestia-Anticristo tiene siete cabezas.

A ese personaje que la profecía retrata con lujo de detalles, el dragón le dará su investidura de poder. Y él mismo funcionará como su agente principal en esos días finales de la historia humana.

La bestia Anticristo será el hombre total del dragón-Satanás. Su obra maestra. Su encarnación soñada. Su arma última de destrucción humana. Será un hombre poseído por el mismo dragón-Satanás y por un arconte del abismo.

Esta bestia Anticristo les hará la guerra a los dos testigos apocalípticos, Moisés y Elías, en el inicio de la gran tribulación.

«Estos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra. Si alguno quiere dañarlos, sale fuego de la boca de ellos, y devora a sus enemigos; y si alguno quiere hacerles daño, debe morir él de la misma manera. Estos tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran. Cuando hayan acabado su testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, y los vencerá y los matará» (Apoc. 11:4–7).

Esos dos testigos apocalípticos nos recuerdan a los dos testigos: Zorobabel (sumo sacerdote) y Josué (líder político), mencionados en Zacarías. Pero en la narrativa joanina no se dan sus nombres, se describen sus acciones, y nos recuerdan muy claramente a Moisés (la ley) y a Elías (los profetas). Ambos testigos aparecieron junto a Jesús, todos transfigurados:

«Seis días después, Jesús tomó a Pedro y a los dos hermanos, Santiago y Juan, y los llevó a una montaña alta para estar a solas. Mientras los hombres observaban, la apariencia de Jesús se transformó a tal punto que la cara le brillaba como el sol y su ropa se volvió tan blanca como la luz. De repente, aparecieron Moisés y Elías y comenzaron a conversar con Jesús» (Mt. 17:1–3 NTV).

El final del dragón Diablo, junto a sus dos bestias o monstruos humanos apocalípticos, dos compinches terrenales e infernales, será en el lago de fuego y azufre. Destino final para el castigo eterno.

«Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos» (Apoc. 20:10).

Conclusión

Este dragón apocalíptico es la manifestación de la obra maestra de Satanás para los días finales. Su proyecto destructivo total.

RVR 1960 Versión Reina Valera de 1960

Silva Bermúdez, K. (2017). Sermones actuales sobre los animales en la biblia: 70 homilías de animales (pp. 467–471). Barcelona, España: Editorial CLIE.

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