¿Quién es el Verbo según Juan?

En el principio siempre fue el Verbo, y el Verbo siempre estuvo junto al Dios cara a cara: y el Verbo siempre fue Dios mismo.

Juan 1:1 (Versión libre del autor)

La piedra de toque para toda doctrina

El mensaje de la Biblia es esencialmente Cristocéntrico (es decir, que Cristo es el centro del mensaje, todo converge hacia Él). Y una de las características de todo error es que de un modo u otro tiende a mermar algo de la grandeza o suficiencia de Cristo.

Se han introducido doctrinas que reconocen la grandeza de la persona de Cristo y que Él es mucho, pero no es todo, por cuanto empequeñecen su obra, diciendo que es el Mediador, pero no es el único.

Otros dicen que Cristo salva, pero que es preciso guardar la Ley, como los antiguos judaizantes que se oponían al apóstol Pablo y a quienes este escribió la carta a los Gálatas. De una manera u otra, pues, todos los errores atacan la grandeza de Cristo, sea a su persona, sea a su obra. Por lo tanto, cuando una doctrina se nos abre paso para su consideración, preguntémonos: ¿qué lugar ocupa Cristo en ella?

Además, otro principio que hay que tener en cuenta para una recta interpretación de la Biblia es que la Palabra de Dios forma una unidad. Toda la Biblia debería ser leída a la luz de todo el contenido. No debemos desarrollar solamente una parte en detrimento de las otras partes de la Escritura. Porque la Biblia es una unidad perfecta.

En efecto: este sistema es el mejor medio que vemos y lo más práctico para combatir las herejías, porque los argumentos bíblicos de los «Testigos de Jehová» no resisten la interpretación total y objetiva de toda la Biblia.

Un tesoro de nuestra Fe

«En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios» (Jn 1:1). Este texto es un verdadero tesoro para los creyentes cristianos por su profundo contenido doctrinal. Con tan pocas palabras y con esta expresión tan breve como sencilla, que constituye el prólogo de su Evangelio, el apóstol Juan se remonta hasta la misma eternidad y afirma la existencia del Verbo en el mismo tiempo a que se hace referencia en Génesis 1:1, cuando Dios creó los cielos y la tierra.

Él, el Verbo, ya existía cuando lo que no existía antes comenzó a existir. Su existencia es, pues, sin principio: eterna. El Verbo no fue creado. Esta es una deducción lógica de la declaración de Juan, y también es sugerida por el verbo gramatical que se emplea, como veremos después.

Este texto de Juan 1:1 nos revela grandes verdades teológicas. Veámoslo:

a) La eternidad del Verbo. Es decir, su preexistencia: «En el principio era el Verbo».

b) La personalidad distinta del Verbo. O sea, su coexistencia. Y también su relación única con Dios el Padre: «y el Verbo era con Dios».

c) La naturaleza y la esencia de la deidad del Verbo. Es decir, su consustancialidad, la cual lleva inherente su propia divinidad: «y el Verbo era Dios».

d) Además, este versículo tan monumental refuta también de un solo golpe tres graves errores:

e) «En el principio era el Verbo»: que por llevar intrínseca la Deidad misma, derriba el ateísmo (refutando así a aquellos que niegan la existencia de Dios).

f) «Y el Verbo era con Dios»: esta declaración va contra Sabelio (quien negaba la distinción de Personas en la unidad de la Trinidad divina).

g) «Y el Verbo era Dios»: se replica a Arrio (el cual negaba la deidad de Jesucristo).

Una falsificación diabólica

Sin embargo, intencionadamente, la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras vierte Juan 1:1 de la siguiente manera:

«En (el) principio la Palabra era, y la Palabra estaba con el Dios, y la Palabra era un dios».

Así, los llamados «Testigos de Jehová» tratan de demostrar que Cristo no es Dios. Pero ¿es admisible esta traducción textual que ellos presentan? No, si nos atenemos a las reglas de la gramática griega y a los contextos bíblicos correspondientes. Porque solo el diablo puede tener un interés maquiavélico en atacar la verdad más fundamental de la Biblia: la deidad de Jesucristo.

Análisis gramatical de Juan 1:1

Vayamos ahora al texto original. Mi Nuevo Testamento griego, basado en los textos críticos del profesor Eberhard Nestle, de Westcott y Hort, y de Bernhard Weiss, todos ellos reconocidas autoridades en el griego de los documentos novotestamentarios, dice:

«En arkhe en ho Logos, kai ho Logos en pros ton Theon, kai Theos en ho Logos».

Voy a tratar de traducir lo más literalmente posible:

«En principio era el Verbo, y el Verbo estaba con el Dios, y Dios era el Verbo».

Aunque la segunda cláusula quizá podría traducirse mejor así:

«Y el Verbo estaba junto al Dios» o «y el Verbo estaba con el Dios». Porque el artículo masculino definido «ton» («el»), que precede al primer nombre «Dios», es acusativo.

Además, parece ser, según algunos exegetas, que la idea literal del griego es que el Verbo estaba «dentro de Dios», o más bien que estaba «habitando en Dios». Por lo que a la luz de ello, y sin forzar la exégesis ni torcer la armonía de los contextos correspondientes, la tercera cláusula invita a ser traducida perfectamente de la siguiente manera: «y el Verbo era Dios mismo».

Ahora bien: los «Testigos de Jehová» argumentan de esta forma: el segundo nombre «Dios» no va precedido de artículo determinado, y esto indica que no se trata del mismo Dios. Por consiguiente, al escribirse la segunda vez el nombre de Dios sin artículo, se nos enseña con respecto al Verbo que Juan se refería a un «dios» de menor categoría, de calidad inferior y no igual al verdadero Dios.

Por otra parte —dicen—, existen copias de manuscritos griegos del Evangelio de Juan, en los cuales el segundo nombre «Dios» de este texto aparece escrito con inicial minúscula, lo que —siempre según ellos— viene a confirmar que el Verbo era un «dios» de segunda clase.

Además, en la gramática griega no existen los artículos indeterminados; se suponen cuando su morfología textual lo permite. Los nombres usados en griego sin artículo se traducen sin él o con el artículo indefinido. De ahí que, muy arbitrariamente, y cegados por su propia interpretación convencional, los «Testigos» hayan optado por traducir que «el Verbo era un dios».

Pero ese sistema de razonar es una hábil argucia, una artimaña sutil ideada por los traductores de la versión Nuevo Mundo para atacar la divinidad de Cristo y engañar así a quienes desconocen las reglas de la gramática griega. Porque, como veremos a continuación, la distinción que se aduce de «el Dios» y «Dios», esgrimida para apoyar y justificar una traducción que carece de fundamento escriturístico, no establece diferencia básica alguna en nuestro texto.

La gramática griega se distingue de la inglesa y de la española en varios aspectos, y el uso del artículo es uno de ellos. Tanto en español como en inglés existe el artículo definido el y el artículo indefinido un. En griego, por el contrario, como ya hemos dicho, solamente existe el artículo determinado ho. Asimismo, sabemos que una palabra acompañada del artículo definido (el) expresa identificación; y una palabra acompañada del artículo indeterminado (un) es indefinida.

Pero en griego no es así. La presencia del artículo en el idioma griego identifica a la persona u objeto. La ausencia del artículo enfatiza la cualidad de la persona u objeto. Aunque puede también omitirse el artículo en las máximas, sentencias y expresiones de carácter general.

A continuación citamos la explicación que sobre el artículo griego aparece en Un Manual de la Gramática del Griego del Nuevo Testamento, por H. E. Dana y Julius R. Mantey (pág. 137):

«La función del artículo es señalar un objeto o llamar la atención a este. Cuando el artículo aparece, el objeto es ciertamente definido. Cuando el artículo no se usa, el objeto puede o no ser definido… La función básica del artículo griego es señalar la identidad individual».

«Algunas veces, con un nombre que el contexto comprueba ser definido, EL ARTÍCULO NO SE USA. Esto hace que la fuerza recaiga sobre el aspecto cualitativo del nombre en lugar de su sola identidad. Un pensamiento puede concebirse desde dos puntos de vista: 1) identidad, y 2) cualidad. Para indicar el primer punto de vista, el griego usa el artículo; para el segundo, el anathorous (sin artículo) es usado. También en expresiones que han sido tecnificadas o estereotipadas, y en salutaciones, el artículo tampoco se usa» (pág. 149).

En conclusión: la gramática griega enseña que la ausencia del artículo no hace al nombre necesariamente indefinido, por las siguientes razones:

a) El nombre en griego tiene definitividad intrínseca.

b) Puede suprimirse el artículo al lado de ciertos nombres comunes que designan seres únicos en su especie y de NOMBRES PROPIOS.

c) Cuando un nombre se usa sin el artículo, el autor desea enfatizar la cualidad o carácter de ese nombre.

d) Gramaticalmente, un predicado nominal formado por un verbo copulativo (ser o estar) carece de artículo porque no lo necesita.

Y este es precisamente el caso de la oración sustantiva del verbo ser de Juan 1:1, donde el predicado «Theos» es nominativo al igual que el sujeto «Logos».1

Por otra parte, la palabra «Dios» se escribe aquí sin el artículo masculino en nominativo («ho»), de que está habitualmente precedida, porque esta omisión se imponía por tener, al propio tiempo, el sentido de un adjetivo, y el vocablo desempeña en la frase el papel de atributo y no de sujeto (por las razones gramaticales expuestas), no designando a la persona, sino —como ya se ha dicho— la cualidad, el carácter, la esencia, la naturaleza de ella, que en el caso que ocupa nuestra consideración es precisamente la de la Deidad misma. En consecuencia, pues, la palabra «Dios», sin el artículo, y en conexión aquí con la palabra «Verbo», sugiere que ambos son coparticipantes de la misma esencia, coiguales en sus atributos o cualidades divinas, y consustanciales en cuanto a propia naturaleza.

Además, escribiendo el nombre «Theos» de la tercera cláusula precedido por el artículo, Juan habría identificado la Palabra y el Dios (o sea, el Padre), minimizando así la distinción que acababa de hacer en la segunda cláusula al decir que «el Verbo era con el Dios», distinción de persona, aunque no de esencia, que los cristianos aceptamos en nuestro concepto de el Padre y el Hijo, pues no somos «sabelianos».

1 Del libro La Deidad de Cristo, por el Dr. Evis L. Carballosa.

Danyans, E. (2014). Respuestas Bíblicas y Doctrinales a los Testigos de Jehová (pp. 29–33). Barcelona, España: Editorial CLIE.

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