A veces estamos tan enfocados en discernir verdades doctrinales en las páginas de la Biblia que nos olvidamos de que es importante porque se trata de algo que ha sucedido en el trastorno de eventos humanos. La Biblia es un documento histórico.
La palabra “evangelio” quiere decir “buenas noticias” y las buenas noticias que proclamaba Jesús eran que Dios, el rey del universo, estaba regresando a su pueblo para rescatarlo y para inaugurar una nueva era de gracia y poder. Así se introduce el ministerio de Jesús en el evangelio de Marcos:
“Jesús se fue a Galilea a anunciar las buenas nuevas de Dios. ‘Se ha cumplido el tiempo —decía—. El reino de Dios está cerca. ¡Arrepiéntanse y crean las buenas nuevas!’ ” (Marcos 1:14–15).
Las buenas nuevas mencionadas aquí son literalmente “el evangelio” en el idioma original de la Biblia. Lo importante es entender que Jesús estaba anunciando la venida de algo concreto. No era una especie de nuevo sentimiento religioso, o una nueva interpretación de la Biblia, o el anuncio de una nueva verdad. Si investigamos el trasfondo cultural y religioso de los judíos de la época de Jesús, vemos que estos eran tiempos de grandes expectativas; que por generaciones ya los judíos esperaban el retorno de Dios para rescatar a su pueblo. Cuando Jesús anuncia que el reino de Dios está cerca, ellos esperan que algo suceda.
Por eso son importantes los milagros de Jesús. En estas manifestaciones de poder vemos la irrupción del reino de Dios en nuestro mundo. Estos eventos sobrenaturales fueron señales incontrovertibles de que Dios estaba obrando en Jesús, y confirmaron su proclamación de que Dios estaba por regresar o, lo que es más, que ya había regresado en la persona y obra de Jesucristo.
Los milagros de Jesús eran señales de la venida del reino de Dios. Pero lo importante para nuestra discusión es que estos milagros eran históricos. Es decir, ocurrieron. Nosotros hoy día, ya a una distancia de 2000 años, hemos perdido el asombro que experimentaron las multitudes que participaron en estos eventos. Para nosotros estas ocurrencias son “verdades bíblicas”, son fuentes de doctrina, pasajes para predicar o para memorizar. Pero volvamos a esos días antiguos en nuestra imaginación. Observemos a los enfermos, los cojos, los mudos, ciegos y demonizados viviendo sin esperanza en este mundo. Y ¿qué sucede? El poder de Dios irrumpe dentro del progreso natural e insidioso de la desesperanza de sus vidas. Algo ocurre. Poder sobrenatural entra en este mundo y transforma la experiencia de estos desesperados. Jesús no es solo un predicador inspirador que les enseña a los desafortunados a tener una nueva actitud hacia sus situaciones, como si lo importante fuera solo lo que pensamos, no lo que experimentamos. Jesús transforma la experiencia, porque cuando Dios entra en el mundo las cosas cambian. Regresemos a esos momentos de asombro, emoción y maravilla cuando el paralítico se levanta y camina, el ciego ve, y la niña muerta solo estaba durmiendo. Será desde el punto de partida de estos momentos que comenzaremos a comprender la profundidad de las buenas nuevas. Son buenas nuevas porque anuncian la venida de algo nuevo a nuestro mundo.
El primer milagro de la historia de Jesús es la encarnación. Aquí Dios se hace hombre y entra en el campo de la historia humana. Y es por esto que para el cristiano el campo de la historia es de la más alta importancia. Para algunos “historia” es uno de esos temas pesados que tenemos que estudiar en el colegio y que olvidamos lo más pronto posible al entrar en la “vida real”. Este tema lleno de fechas y nombres difíciles de recordar no parece tener conexión alguna con nuestra vida diaria. Pero cuando hablamos de historia en relación a la Biblia estamos hablando de algo completamente diferente. Entonces, por favor: borrar todas esas asociaciones anteriores con el estudio de la historia. Cuando nos convertimos a Jesucristo, la historia también se convierte en algo nuevo. Porque al afirmar que la Biblia es histórica estamos afirmando que algo maravilloso ha ocurrido. Esta es la respuesta que le di a un amigo una vez. Él es muy liberal y no cree en milagros y también piensa que la Biblia fue creada por influencias meramente humanas. Especialmente, no piensa que la resurrección de Jesús pueda haber ocurrido. Le dije que la diferencia entre él y yo es que yo creo en la posibilidad de que algo maravilloso puede haber ocurrido en la historia. Y al creer esto, me abro al mensaje de la Biblia, y veo que aparentemente es verdad: algo maravilloso de veras ha ocurrido, sumamente, en la vida, muerte y resurrección de Jesús.
Esta historia nos afecta a todos. Si hablamos de un tal y cual hombre famoso que vivió hace unos siglos e hizo tal y cual gran cosa que no nos afecta a nosotros de ninguna manera, puede ser difícil entender la ventaja de conocer esa información (aunque un buen historiador nos podría mostrar la importancia). Pero cuando entendemos que los eventos de la Biblia fueron eventos históricos estamos hablando de eventos que son de la más alta importancia para todo ser humano. Se trata de las acciones de Dios en nuestro mundo, un mundo en el que es difícil oír su voz y tocar su forma. Por eso importa el hecho de que Jesús realmente vino, Dios en forma humana, y caminó entre nosotros. Importa la encarnación de Dios en la persona de Jesucristo. Porque si no es verdad, si Dios no vino, si Jesús no sanó y enseñó, si no resucitó de la muerte —en fin, si la Biblia no es histórica—, el progreso natural de la desesperanza no ha sido interrumpido por la venida de Dios, y estamos aquí en este mundo sin esperanza y sin Dios esperando la muerte igual a los desesperados pobres, mudos, cojos y muertos de antaño a quien Jesús nunca sanó. El apóstol Pablo ya lo resumió hace 2000 años con palabras que para el cristiano son inolvidables: “Si Cristo no ha resucitado, la fe de ustedes es ilusoria” (1ra Cor. 15:7).
Este es un tema que es más fácil de discernir, quizás, en el Nuevo Testamento, pero también es parte del Antiguo. Por eso dice un erudito que: “Los orígenes de Israel… están vinculados a eventos históricos tan seguramente como los del cristianismo”. Uno de los conceptos fundamentales del Antiguo Testamento es que Dios ha intervenido en la historia del pueblo de Israel para bendecirlo y por medio del mismo bendecir a todas las naciones. Dios irrumpe en la vida de Abraham, el padre de los judíos, y su esposa Sarai, cuando después de una larga vida infecunda les da el milagro de un hijo. El mensaje es claro: el pueblo de Dios solo existe como resultado de la acción sobrenatural de Dios en este mundo. Pero en esas primeras generaciones los judíos no son más que una familia de pastores ambulantes en una tierra que no les pertenece. Luego bajan a Egipto y crecen tanto que el faraón, por temor a su número, los esclaviza. De esta opresión en Egipto surge el evento que realmente forma la nación de Israel: el éxodo. Dios irrumpe otra vez de parte de su pueblo, demostrando su poder, no solo para rescatarlos de la opresión del Faraón, sino también para demostrar al mundo de ese día que Él es soberano sobre los eventos que ocurren en el campo de la historia humana. En el éxodo algo maravilloso ocurrió. Los esclavos fueron liberados por el mismo Dios que, encarnado en la persona de Jesucristo, también liberó a los cautivos en su día por medio de ese mismo poder divino.
Haskell, R. (2009). Hermenéutica: Interpretación eficaz hoy (pp. 19–22). Viladecavalls, Barcelona: Editorial CLIE.

Deja una respuesta