«¿POR QUÉ ESTUDIAR teología? Lo que me interesa es la vida práctica del cristiano. Basta con leer mi Biblia». Esta es la actitud de muchos creyentes y aun de líderes cristianos. El problema con este modo de pensar es su propensión a aceptar distorsiones de doctrina e inconscientemente sustituir las enseñanzas bíblicas con tradiciones eclesiásticas. En el corto lapso de su vida, el escritor de este libro ha observado en la iglesia los excesos del legalismo, un énfasis desproporcionado sobre la prosperidad material y un concepto del amor de Dios tan tergiversado que no deja lugar para su santidad, ira y juicio.
Conviene que teólogos ortodoxos y piadosos forjen teología basada en las Sagradas Escrituras y los obreros cristianos la estudien y la enseñen por las siguientes razones:
1. El conocimiento de la doctrina bíblica y sistemática es fundamental para tener una fe auténtica y salvífica. Los vocablos griegos pistis (verbo) y pisteuo (sustantivo) traducidos «fe» en el Nuevo Testamento a menudo se refieren a «una persuasión firme, una convicción de verdad, una constancia en la profesión de una verdad o la fidelidad a un sistema de verdades». La teología forjada de las enseñanzas bíblicas proporciona la única base para esta fe neotestamentaria.
2. Es importante saber la teología para conocer bien a Dios, nuestra propia naturaleza, el propósito de existir y los aspectos de la salvación que el Señor nos ofrece. Tomás de Aquino observa acertadamente: «La teología está enseñada por Dios, enseña acerca de Dios, y nos lleva a Dios». Al conocerla bien estamos preparados para prestarle culto correctamente.
Para conocer a Dios, uno tiene que identificarlo, saber quién es y cómo es. El teólogo contemporáneo, P. T. Forsyth dice: «El objeto de nuestra fe es un Dios teológico, o de otra manera no es amor santo». La idea de que Dios es amor es insuficiente a menos que se defina este amor a la luz de Juan 3:16. No se refiere al amor de un padre indulgente que pasa por alto la maldad de sus hijos, sino un amor que proporciona el antídoto de su maldad y hace aceptable al pecador ante un Dios Santo. El conocer bien sus atributos y sus caminos nos puede llevar a la adoración auténtica.
3. El estudio de la teología sistemática edifica a los creyentes y es un factor indispensable para perfeccionar «a los santos para la obra del ministerio». El conocimiento de la doctrina cristiana tiene mucho que ver con el desarrollo moral y espiritual del creyente. Es obvio que nuestro carácter y manera de vivir se amoldan a lo que creemos. «No os conforméis a este siglo» (es decir, no permitan que el mundo les forme en su molde con sus valores materialistas y errados), exhortó el apóstol Pablo (Ro. 12:2). Es necesario renovar nuestra mente estudiando en forma sistemática la verdad divina. «Creced en la gracia y conocimiento de nuestro Señor» (2 P. 3:18, énfasis del autor).
Es preciso también para conservar los resultados del evangelismo. El Espíritu Santo inspiró al profeta Oseas a lamentar: «Mi pueblo fue destruido porque le faltó conocimiento» (4:6). Si no enseñamos doctrina a los nuevos convertidos, el evangelismo será, según Juan Wesley, engendrar niños para el diablo.
Además, la enseñanza desempeña un papel importante en la capacitación de obreros cristianos. En fin, coincidimos con la observación: «El conocimiento de Dios es necesario para la correcta adoración de Dios, el auténtico servicio a Dios y la verdadera vida en el mundo ante Dios».
4. Toda predicación, enseñanza cristiana e interpretación de la Biblia debe basarse en la sana doctrina. Es imprescindible saber las enseñanzas bíblicas a fin de comunicar el evangelio eficazmente a otros. De otro modo, las contradicciones e incertidumbres del predicador o maestro sembrarían confusión en la mente de los oyentes.
5. La mejor defensa contra la falsa doctrina es el buen conocimiento de la sana doctrina. El escritor inspirado nos advierte en cuanto a los «hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas de error» (Ef. 4:14). Aquella persona que no conoce bien la teología bíblica es buen candidato para que otros espíritus le den «revelaciones» espurias. Proliferan los teólogos que forjan doctrinas basadas en especulaciones humanas. Se suscitan también sectas falsas que, al igual que los fariseos, recorren mar y tierra para hacer prosélitos y, una vez hechos, los hacen dos veces más hijos del infierno que sus maestros. El creyente debe estar preparado tanto para presentar defensa de la sana doctrina como para proclamarla en su pureza y con relevancia y poder.
Comenzamos el estudio de la teología considerando la naturaleza de la religión y la teología y las características de la doctrina evangélico-conservadora.
Hoff, P. (2005). Teología evangélica: Tomo 1/Tomo 2 (pp. 11–13). Miami, FL: Editorial Vida.
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