El Reino escatológico en la persona y el mensaje de Jesús

Los primeros testimonios de Jesús Rey. Los Evangelios recogen varios testimonios tempranos de Jesús como el Cristo. ¿Qué tipo de reino imaginaban para este Cristo? ¿Cómo se relacionaba su concepción de su mesianismo con las profecías del Antiguo Testamento?

Lucas nos cuenta que, antes de su concepción, María recibió una revelación del ángel Gabriel sobre el hijo que daría a luz: «Será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin» (Lucas 1:32-33). El reino predicho en este anuncio es totalmente coherente con el esperado por los profetas.

Lucas presenta también una serie de salmos y profecías ocasionadas por los nacimientos de Juan el Bautista y de Jesús, que hablan del cumplimiento de las promesas de la alianza relativas a Israel y a todas las naciones. Mateo introduce el mesianismo de Jesús dando su genealogía a través de la casa real de David, el anuncio de Gabriel a José y el testimonio de la estrella.

La estrella es significativa no sólo por su conexión literaria con la profecía de Balaam («Saldrá una estrella de Jacob, y de Israel se levantará un cetro»; Núm. 24:17), sino porque los Magos la interpretan como indicadora del nacimiento del «Rey de los judíos» (Mt. 2:2) en un sentido muy real y político. Mateo da importancia al hecho de que estos gentiles «se postraron y le adoraron» (Mt. 2:11). Los profetas habían predicho que el Mesías gobernaría a los gentiles, y Daniel había dicho que todos los pueblos servirían (o adorarían) al Hijo del Hombre (Dan. 7:14). Herodes interpretó la noticia a la luz de la profecía mesiánica y se sintió amenazado políticamente por Jesús. Todos los indicios apuntan a que la realeza de la que se habla en Mateo 2 en referencia a Jesús es precisamente la que plantearon, describieron y anticiparon los profetas del Antiguo Testamento.

Un punto culminante en la temprana identificación de Jesús como el Cristo, y que aparece en cada uno de los Evangelios, es el bautismo de Jesús en el río Jordán. Aquí tenemos el testimonio del profeta Juan, la voz de Dios Padre desde el cielo y el Espíritu Santo que desciende. La predicación de Juan el Bautista se había centrado en una llamada al arrepentimiento debido a la proximidad del Cristo y a la cercanía del reino (Mateo 3:1-12; Marcos 1:2-8; Lucas 3:1-18; Juan 1:6-28). Juan negó ser él mismo el Cristo y habló de uno que iba a venir. Ese alguien se presenta como Jesús. Cuando Jesús fue bautizado por Juan, Dios habló desde el cielo afirmando a Jesús en el lenguaje de la alianza davídica: «Mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (Mateo 3:17; Marcos 1:11; Lucas 3:22). El Espíritu de Dios también vino sobre Él (Mt. 3:16; Mc. 1:10; Lc. 3:22). Juan testificó que todo el acontecimiento le verificó que Jesús era verdaderamente el Cristo (Juan 1:29-34).

La idea que Juan tenía del reino, que predicaba como cercano (Mateo 3:2), era coherente con las enseñanzas de la profecía del Antiguo Testamento. Al igual que los profetas anteriores, esperaba que el reino llegara en una revelación de juicio e ira. En consecuencia, predicó el arrepentimiento, alertando a sus oyentes de que «el hacha está ya puesta a la raíz de los árboles; todo árbol, pues, que no da buen fruto es cortado y echado al fuego» (Mt. 3:10). Advirtió que el Cristo (que vendría después de él) «bautizaría … con … fuego…. Tiene en la mano el bieldo y limpiará a fondo la era; y recogerá el trigo en el granero, pero quemará la paja con fuego inextinguible» (Mt. 3:11-12).

En esta profecía, Juan empleaba rasgos literarios de la predicción de Malaquías sobre la llegada del Día del Señor: «‘Porque he aquí que viene el día ardiente como un horno; y todos los arrogantes y todo malhechor serán paja; y el día que viene los abrasará’, dice el Señor de los ejércitos, ‘de modo que no les dejará ni raíz ni rama’ » (Mal. 4:1). Recordemos que los profetas creían que el Mesías venidero azotaría la tierra y castigaría a los malvados. Del mismo modo, Juan prevé a Cristo como el que ejecutará el juicio del Día del Señor.1

En resumen, los primeros testimonios sobre Jesús lo identifican como el Cristo del reino escatológico. El reino mismo se entiende en los términos de la profecía del Antiguo Testamento. Su venida estaría marcada por el juicio, un Día del Señor. Su extensión sería mundial, con los gentiles sometiéndose a Cristo. Sería un reino político y espiritualmente vivificado en el que se asegurarían las promesas de bendición a todos los pueblos, incluidas las promesas nacionales de Israel. Y todo esto tendría lugar por medio de un rey que cumpliría las promesas a David tanto en poder político como en intimidad con Dios: Jesús de Nazaret.

1 En el cuarto Evangelio, donde falta esta advertencia del Bautista, Jesús mismo atestigua que el Padre «ha dado todo el juicio al Hijo» (Juan 5:22).

Craig A. Blaising y Darrell L. Bock, Progressive Dispensationalism (Grand Rapids, MI: Baker Books, 1993), 232-234.

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