𝐉𝐞𝐬𝐮́𝐬 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐫𝐞𝐩𝐫𝐞𝐬𝐞𝐧𝐭𝐚𝐧𝐭𝐞 𝐝𝐞 𝐈𝐬𝐫𝐚𝐞𝐥, 𝐧𝐨 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐞𝐥 «𝐯𝐞𝐫𝐝𝐚𝐝𝐞𝐫𝐨 𝐈𝐬𝐫𝐚𝐞𝐥»

𝐈𝐧𝐭𝐫𝐨𝐝𝐮𝐜𝐜𝐢𝐨́𝐧

A lo largo de la historia teológica ha existido un debate persistente sobre el lugar de Jesús en relación con Israel. Mientras algunos han afirmado que Jesús es el “verdadero Israel”, esta visión tiende a diluir la distinción entre Jesús como persona y la nación de Israel como entidad colectiva. En este escrito afirmamos que Jesús no es el “verdadero Israel” en un sustitucional, sino el representante fiel y obediente de Israel, quien encarna su vocación mesiánica sin anular su identidad nacional ni su papel futuro en el plan redentor de Dios.

𝟏. 𝐉𝐞𝐬𝐮́𝐬: 𝐞𝐥 𝐬𝐢𝐞𝐫𝐯𝐨 𝐫𝐞𝐩𝐫𝐞𝐬𝐞𝐧𝐭𝐚𝐧𝐭𝐞, 𝐧𝐨 𝐞𝐥 𝐬𝐮𝐬𝐭𝐢𝐭𝐮𝐭𝐨

En Isaías 49:3-6, el siervo del Señor es identificado con “Israel”, pero luego es claramente distinguido de él, pues tiene la misión de “restaurar a Jacob” y reunir a Israel (v. 5). Esto sugiere que el siervo es un individuo que representa a la nación, no que la reemplaza. Michael Vlach destaca que Jesús, como el verdadero israelita, cumple el rol profético del siervo al restaurar a Israel, no al redefinirla ni absorber su identidad nacional.¹ Así, Jesús es el cumplimiento del propósito divino para Israel, no su cancelación.

𝟐. 𝐋𝐚 𝐫𝐞𝐬𝐭𝐚𝐮𝐫𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐟𝐮𝐭𝐮𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐈𝐬𝐫𝐚𝐞𝐥 𝐞𝐬 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐝𝐞𝐥 𝐩𝐥𝐚𝐧 𝐝𝐞 𝐃𝐢𝐨𝐬

Romanos 9–11 ofrece un marco claro para entender el lugar de Israel. Pablo distingue entre el remanente creyente y la nación incrédula, y declara que “todo Israel será salvo” (Rom 11:26). Craig Blaising explica que esta salvación futura es literal y nacional, no simbólica ni espiritualizada como mera incorporación a la iglesia.² El rechazo actual de Israel no es definitivo; su futura restauración traerá bendición mundial (Rom 11:12, 15). La misión de Jesús, lejos de cancelar esta expectativa, la refuerza (cf. Mt 19:28; Hch 1:6-7).

𝟑. 𝐆𝐞𝐧𝐭𝐢𝐥𝐞𝐬 𝐢𝐧𝐜𝐥𝐮𝐢𝐝𝐨𝐬, 𝐩𝐞𝐫𝐨 𝐧𝐨 𝐚𝐛𝐬𝐨𝐫𝐛𝐢𝐝𝐨𝐬

El nuevo pacto incluye a los gentiles, pero no borra la distinción étnica. Según Robert Saucy, los gentiles comparten la salvación junto a Israel, no al convertirse en parte de Israel.³ Textos como Isaías 19:25 revelan que Egipto y Asiria también serán llamados “mi pueblo” y “mi obra”, sin perder su identidad. Esto confirma que en el cumplimiento del pacto abrahámico, los gentiles son bendecidos con Israel, no como Israel.

Buist Fanning respalda este argumento al señalar que la visión escatológica de Apocalipsis 21 muestra una comunidad multiétnica que retiene su diversidad en la nueva creación.⁴ Los “pueblos” redimidos no son unificados bajo una sola identidad étnica, y tanto las tribus de Israel como los apóstoles son honrados en la nueva Jerusalén (Ap 21:12, 14). Esto niega que los creyentes gentiles sean absorbidos en una nueva definición de “Israel”.

𝟒. 𝐔𝐧 𝐬𝐨𝐥𝐨 𝐩𝐮𝐞𝐛𝐥𝐨 𝐝𝐞 𝐃𝐢𝐨𝐬 𝐜𝐨𝐧 𝐦𝐮́𝐥𝐭𝐢𝐩𝐥𝐞𝐬 𝐢𝐝𝐞𝐧𝐭𝐢𝐝𝐚𝐝𝐞𝐬 𝐯𝐢𝐬𝐢𝐛𝐥𝐞𝐬

Walter Kaiser sostiene que existe un solo pueblo de Dios con distintos aspectos discernibles, incluyendo a Israel y a la iglesia.⁵ Esta unidad espiritual no implica uniformidad identitaria. La iglesia no sustituye a Israel, sino que coexiste con ella dentro del único programa divino: el reino de Dios. Esta visión armoniza con Efesios 2:14-16, donde se habla de reconciliación sin anulación de origen.

𝟓. 𝐒𝐢𝐨𝐧: 𝐞𝐥 𝐜𝐞𝐧𝐭𝐫𝐨 𝐞𝐬𝐜𝐚𝐭𝐨𝐥𝐨́𝐠𝐢𝐜𝐨 𝐝𝐞𝐥 𝐫𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐮𝐧𝐢𝐯𝐞𝐫𝐬𝐚𝐥

Andrew Abernethy ofrece una poderosa contribución al mostrar que, en el libro de Isaías, Sion no es simplemente una metáfora del gobierno de Dios, sino el centro concreto y geográfico desde donde se manifiesta su reino universal. Jerusalén, restaurada, será una muestra del tipo de vida que Dios traerá a toda la creación (Is 65:17-25). Como afirma el autor: “La importancia de Sion como lugar […] proviene enteramente del Rey que reside allí.”⁶

Este énfasis refuerza que la identidad y misión de Israel no se disuelven en el cumplimiento escatológico. Al contrario, Sion sigue siendo el eje desde donde las naciones vendrán a adorar a YHWH (Is 2:2-4; 66:18-21), y esta centralidad escatológica confirma el lugar permanente de Israel en los propósitos de Dios.

𝐂𝐨𝐧𝐜𝐥𝐮𝐬𝐢𝐨́𝐧

Jesús no es el “verdadero Israel” entendido como un reemplazo corporativo de la nación, sino su representante fiel, el siervo que encarna su propósito divino y garantiza su restauración futura. La iglesia, como comunidad del nuevo pacto, participa de las bendiciones de Dios, pero no absorbe ni redefine a Israel. En la consumación escatológica, las distinciones étnicas serán preservadas en unidad, y Sion seguirá siendo el centro del reinado del Mesías sobre las naciones. Esta perspectiva respeta la continuidad del plan de Dios, la integridad de sus promesas y la riqueza de su sabiduría, que une a judíos y gentiles en un solo cuerpo sin negar sus particularidades. Como afirma Pablo: “porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios” (Ro 11:29).

𝐍𝐨𝐭𝐚𝐬 𝐚𝐥 𝐩𝐢𝐞

[1] Michael J. Vlach, “A Non-typological Future-Mass-Conversion View,” en Three Views on Israel and the Church: Perspectives on Romans 9–11, eds. Jared Compton y Andrew David Naselli (Grand Rapids: Kregel Academic, 2018), 23–24.

[2] Craig A. Blaising, “The Future of Israel as a Theological Question,” Journal of the Evangelical Theological Society 44, no. 3 (2001): 437–440.

[3] Robert L. Saucy, The Case for Progressive Dispensationalism: The Interface Between Dispensational and Non-Dispensational Theology (Grand Rapids: Zondervan, 1993), 123–126.

[4] Buist M. Fanning, Revelation, ed. Clinton E. Arnold, Zondervan Exegetical Commentary on the New Testament (Grand Rapids: Zondervan Academic, 2020), 532–533.

[5] Walter C. Kaiser Jr., “An Evangelical Response,” en Dispensationalism, Israel and the Church, eds. Craig A. Blaising y Darrell L. Bock (Grand Rapids: Zondervan, 1992), 367.

[6] Andrew T. Abernethy, The Book of Isaiah and God’s Kingdom: A Thematic–Theological Approach, ed. D. A. Carson, vol. 40, New Studies in Biblical Theology (Downers Grove, IL: Apollos; InterVarsity Press, 2016), 179.

— A. Velázquez