LA REDENCIÓN EN EL PENTATEUCO

SEMINARIO TEOLÓGICO CENTRO AMERICANO

Presentado en cumplimiento parcial de los requisitos de la materia Antiguo Testamento I

Alfredo J. Velázquez Cortés

31 de marzo de 2021

LA REDENCIÓN EN EL PENTATEUCO

Introducción

Este ensayo tiene como enfoque la promesa de redención dada en el Pentateuco. La redención es un tema que abarca todo el Antiguo Testamento y que se comprende mejor en el Nuevo Testamento. Sin embargo, en el Pentateuco se puede observar un concepto básico de la redención y su función venidera. Por lo tanto, es importante observar cómo se va sistematizando la redención a la luz del Pentateuco. Esta historia tiene su desarrollo en libro de Génesis, donde Dios crea al ser humano para que cuidara su creación y gobernará sobre ella (Gn 1–3). Ahí comenzará el drama de Dios con el hombre, también se verá como el pecado se introduce y su vez, el camino de salvación y redención comienza a tomar sentido.

La causa de la redención

¿Qué es la redención? La redención puede ser vista como salvación para el hombre que carece de libertad; pero, en su sentido etimológico se utiliza como el acto de liberar o rescatar a una persona o una cosa de una situación gravosa a cambio del pago de un precio.[1] Por lo tanto, no debería haber redención sin una causa específica; por eso el pecado y la influencia de Satanás, son la mejor explicación del porque el hombre necesita ser redimido. Satanás cuando ejercía su papel de querubín proyector experimentó una relación cercana con Dios similar a la que el hombre estaba experimentando en el huerto del Edén (Ez 28:12-19). Este personaje se convirtió en adversario de la creación y buscó la forma de infiltrase y corromper lo que Dios había diseñado. La astucia de Satanás y específicamente el pecado provocarían una separación eterna entre Dios y el hombre. Pero ¿qué es el pecado y como se ve reflejado? En el hebreo la palabra “pecado” (אָשָׁם ʾāšām[2]) suele estar asociada con cometer crímenes, transgredir la ley, errar el blanco, extraviarse.[3] En el momento en que Adán experimentó el pecado, la relación que gozaba con Dios fue distorsionada, la comunión que tenía con el Señor fue obstruida.

En Gn 3:8 se puede ver al hombre extraviado y caminando en vergüenza. Pero todo este drama estaba preparando el escenario para una obra salvífica. Había necesidad de una acción redentora. Por lo tanto, una promesa sería expuesta, el hombre no quedaría postrado, Dios estaba dispuesto a levantarlo (Sal 37:24).

La redención profetizada

El ser humano necesita ser participe de la salvación, por eso Dios entraría en escena y buscaría al hombre. La iniciativa es explicita, mientras el hombre se escondía a causa de su condición, Dios lo buscaba para mostrar salvación. La escena que se ve en Gn 3:15 es el primer destello de salvación y redención[4]. La redención venidera fue profetizada. Lo siguiente que se observa es la enemistad que existiría entre Satanás y la humanidad.

Todo este conflicto, promesas y desafíos es parte del protoevangelio, es decir, el primer anuncio del evangelio en las Escrituras. La profecía que fue dictada era clara. La redención apuntaba a un salvador, ese era Jesús, aquel que pisaría la cabeza de la serpiente. El pecado y la influencia de Satanás llegarían a su fin cuando Jesús fuera a la cruz para derrotarlo públicamente (Col 2:13-14). Pero esa historia se desarrollará a lo largo del Pentateuco, ahí todo comenzará a tener sentido.

La redención y su desarrollo

El libro de Génesis desarrolla el concepto de la redención a través de los patriarcas. Previo a eso, es posible ver como Dios actuó en gracia y misericordia a través de Abel, Enoc y Noé (Gn 4–10). Sin embargo, el plan redentor se llevaría a cabo a través de la simiente de Abraham (Gn 12). El trato y las promesas de Dios con Abraham se puede resumir en tres partes: Heredarían la tierra de Canaán; llegarían a ser una gran nación, por medio de ellos, todos los linajes de la tierra serían benditos, ésta es la promesa mesiánica.[5] Dios no improvisaría, su providencia era segura, la redención sería manifiesta.

El Éxodo y el libertador llamado Moisés

El libro de Génesis dejo manifiesto como Dios obro en Abraham, Isaac y Jacob, quién fue llamado Israel, y, como su descendencia fue notoria al mundo. Las profecías habían sido anunciadas, Dios salvaría a su pueblo y las naciones; él pronto reinaría (Gn 49:8-10). El libro de Éxodo relata cómo Dios obró con su pueblo que estaba cautivo en Egipto. El cautiverio era producto del Faraón, un hombre cruel que no conocía al Dios que sirvió José (Gn 41–50). El pueblo de Egipto se encontraba sucumbido en los falsos dioses, por eso, Israel vivía en opresión, tanto en términos espirituales como físicos (Éx 1–2). Sin embargo, la opresión y aflicción habían provocado que el pueblo clamara a Jehová su Dios (Éx 3:7-8).

Dios se vio en la obligación de salvar a su pueblo, ya que él es fiel a sus promesas (Gn 15:13-14). El instrumento que Dios utilizaría sería a Moisés; Pablo Hoff afirma que “Dios preparó a Moisés para ser caudillo y libertador de su pueblo. La mano divina se evidencia paso a paso”.[6] Se puede observar que Moisés fue criado en un lugar piadoso con la más alta tecnología del momento; fue criado en Egipto en casa de Faraón; y adquirió experiencia en el desierto cuando ejercía su papel de pastor. Todo encajaba, había un panorama que apuntaba a la redención y el instrumento clave sería Moisés.

Un panorama visible de redención

Moisés era un prototipo de aquel salvador que se aproximaba, la escena que se ilustra en Éxodo muestra como el pueblo estaba cautivo por las tinieblas, como el reino de Dios aparentemente se había detenido. Parecía que los dioses falsos de Egipto reinaban. Pero pronto Dios exhibiría su poder a través de señales y prodigios, y Moisés sería el líder que guiaría al pueblo de Israel, del cautiverio a la libertad (Éx 4:11-12). El panorama cada vez se hacía más visible, el pueblo experimentaría redención, serían rescatados de la esclavitud (Éx 5–12). Según el contexto histórico la teología egipcia vinculaba a Faraón con el panteón egipcio; desde la cuarta dinastía egipcia en adelante, Faraón era considerado el hijo del dios supremo Ra.[7] Por lo tanto, Faraón no estaba dispuesto de ninguna manera acceder al trato que Moisés le ofrecía, para él Jehová no era el Dios verdadero, pero las señales que Dios enviaría manifestarían lo contrario.

Una guerra cósmica por la redención

Se desató una guerra entre Moisés y Faraón. Las señales respaldaban a Moisés, él venía en representación del Dios verdadero, aquel que prometió redención. Michael Heiser observa un panorama interesante en el libro de Éxodo:

Faraón era el hijo de Ra. Israel fue llamado explícitamente el hijo de Jehová en la confrontación con Faraón. Jehová y su hijo derrotarían al dios supremo de Egipto y a su hijo. Dios contra dios, hijo contra hijo, reflejo de la imagen contra reflejo de la imagen. En ese contexto, las plagas son una guerra espiritual. Jehová desbaratará el orden cósmico, sumiendo la tierra en el caos.[8]

Por lo tanto, la liberación que se presenta en Éxodo no es meramente física, se trata de poderes espirituales, de una opresión que era invisible. Dios libertó a Israel de Egipto con la intención de que ellos pudieran rendirle culto y servirle a él con toda libertad (Éx12:27). El camino hacía la tierra prometida y la redención se abrió. El pueblo debía marchar y mantenerse fiel al Dios que los rescato.

El reino y el pacto

En Éxodo junto con los siguientes libros del Pentateuco muestran como Dios estaba preparando un pueblo distinto a las demás naciones. La liberación de la esclavitud en Egipto fue el catalizador de la transición de Israel, que pasó de ser un pueblo para convertirse en una nación.[9] Israel como el pueblo de Dios, sería la nación que lo representaría, de ese pueblo la redención sería notaria hasta los confines de la tierra. La misión de Israel debía ser cumplida. Por lo tanto, Dios le da ordenanzas específicas para que fueran distintos, para que no adorarán falsos dioses como hacían las naciones paganas (Éx 19–40).

Para que Israel pudiera reinar, el pueblo tenía que brindar su lealtad a Jehová. ¿Qué hace Dios para que su pueblo le sea leal y no imite la conducta de las naciones paganas? En el monte Sinaí Dios establece un pacto con ellos (Éx 19–20). Para que Israel permaneciese reinando, necesitarían obedecer los mandamientos que Jehová había entregado por medio de Moisés. Israel debería recordar que Jehová hizo accesible el camino de salvación, él los rescato y los redimió de la esclavitud.

Sin embargo, a través del pacto ofrecido en el Sinaí, Dios no estaba haciendo algo nuevo, como señala Christopher Wright:

Esta es una continuación de la historia del pacto, no una iniciación de ella. Cuando Dios llama a Israel a «guardar mi pacto» (Éx 19:5), se hace eco de lo que ya hemos leído en 2:24 («su pacto») y 6:4-5 («mi pacto»), y en ambos pasajes, es el pacto con Abraham lo que está a la vista. Toda la historia de este libro hasta ahora ha sido una manifestación de la fidelidad de Dios a esa promesa del pacto. El pacto del Sinaí extiende a todo Israel la relación de pacto establecida por Dios con sus “padres”: Abraham, Isaac y Jacob, expresando los compromisos mutuos concretos que son necesarios y apropiados ahora que la familia de setenta se ha convertido en una gran nación (1: 1-7).[10]

Israel como la nación de Dios tenían que continuar su camino por el desierto, pero ahora bajo los mandamientos de Jehová. Ya no tenían excusa. Dios los había sacado de Egipto para que pudieran reinar como reyes y sacerdotes (Éx 19:6). No obstante, para que eso ocurriera el pueblo necesitaba entender la santidad de Dios y comprometerse con él.

La necesidad de la santidad y la adoración

El Pentateuco hace visible el drama de un pueblo que estaba en proceso de conocer a Dios y de entrar a una tierra que les pertenecía por herencia (Gn 26:4). Ellos habían conocido al Dios de milagros, pero debían experimentar la santidad de Jehová. El libro de Levítico apunta a eso, a conocer un Dios que es santo, y que anhela que su pueblo obedezca y refleje su santidad. La santidad no era un asunto liviano, Israel debía poner en practica las leyes que eran concernientes a la santificación y consagración.

Dios es santo y demanda santidad para su pueblo. La santidad no es sólo una de sus cualidades, sino que es un resumen de todas sus cualidades como el único Dios.[11] Era necesario que el pueblo caminase en santidad, para que pudieran dar testimonio de la obra redentora que Jehová había ejecutado a favor de ellos. Hoff afirma que “Como la revelación era el medio que usaba Dios para acercarse a su pueblo, así el sacrificio era el medio por el cual su pueblo podía acercarse a Dios”.[12] Había un proceso que pasar, el pueblo debía seguir las instrucciones, debían cumplir con las leyes ceremoniales y de sacrificio para caminar en libertad, en redención y adoración al Dios verdadero.

Números y Deuteronomio y la obediencia al pacto

Para comprender la totalidad de la redención y el camino de salvación que se había abierto, el libro Números y Deuteronomio son esenciales. Ambos ilustran el panorama de redención a favor de Israel y como se estaba convirtiendo en algo notorio para las naciones. El drama continuaba a través de guerras y desiertos. Israel se encontraba en marcha, rumbo a la conquista de las tierras que Dios le había prometido. Sin embargo, antes pasarían por un censo y Dios le daría instrucciones específicas (Nm 1–2).

El libro de Números muestra cómo los hebreos fracasaron en cumplir los ideales que Dios les había propuesto. Llegaron al lindero de la tierra prometida, pero tenían la personalidad de un esclavo y cobarde, dependiente e incapaz de hacer frente a la perspectiva de la lucha.[13] Por lo tanto, era necesario que el pueblo entendiera y obedeciera los mandamientos y caminara conforme al pacto que Dios le había entregado a través de Moisés en el Sinaí. La escena presentada en Números es una que demanda lealtad por causa de la redención y el pacto.

Pero en Deuteronomio el escenario es diferente, hay una repetición de los mandamientos ya que era un nuevo pueblo el que entraría a la tierra prometida. Este pueblo tenía que obedecer al Dios de Moisés y permanecer en obediencia al pacto de Dios (Dt 6). Es cierto que la obediencia era la clave para permanecer en el pacto; pero, esta obediencia demandaba lealtad. Se exigía una fidelidad viva hacía Dios, donde los demás dioses serían visitos como nada y Jehová sería exaltado al más alto lugar. Era necesario comprender la salvación a través del redentor, Jehová Dios. El mismo unificaría a su pueblo como producto de una redención eficaz con la intención de que esas buenas noticias llegarán hasta los confines de la tierra para salvación de todos.

Resumen

La redención fue presentada como una promesa que apunta a un salvador. Ese salvador es el Mesías que el pueblo de Israel esperaría. Israel experimentó sombras del sacrificio venidero, la salida de Egipto y la redención efectuada con el cordero pascual, señala a Jesús. La redención en el Pentateuco fue ilustrada de forma física. Sin embargo, esa redención trasciende a lo espiritual. Por eso es que se afirma que Israel experimentó liberación espiritual, ya que no estaban sujetos a los falsos dioses de Egipto.

¡Gloria a Dios!, ahora podían adorar al Dios verdadero, Jehová de los ejércitos había escuchado su clamor. La opresión espiritual se había ido, los mares se habían abierto a su favor. Cánticos de alabanzas habían sido pronunciados por un pueblo que había experimentado victoria y redención (Éx 15:1-21). Israel se convirtió en un pueblo de pacto, sólo necesitaban permanecer como redimidos de Jehová, para testificar a las naciones que habían sido salvados por su Dios.

Conclusión

La redención está disponible para la humanidad, Dios está dispuesto a libertar al hombre del pecado y de la influencia de Satanás. La promesa redentora profetizada en el Pentateuco fue efectuada en la cruz del calvario, cuando Jesús dio su vida por la humanidad. Esa promesa de salvación está vigente, es una esperanza que afirma que hay victoria para aquel que pone su confianza en el redentor, en uno que vive y reinará por siempre. Dios a través de la historia utilizó sus siervos para que fueran testigos de la salvación que él les daría. Por lo tanto, la redención es efectiva, el plan de Dios para su pueblo es seguro. El panorama del Pentateuco en cuanto a la redención es sólo un preámbulo de las promesas que Dios tiene para los que le aman.

Bibliografía

Cotton, Roger. El Pentateuco: Guía de estudio. Springfield, Missouri: Global University. 2009.

Lockward, A. En Nuevo diccionario de la Biblia. Miami: Editorial Unilit. 1999.

Heiser, Michael. El Mundo Invisible: Recuperando la cosmovisión sobrenatural de la Biblia. Bellingham, Washington: Editorial Tesoro Bíblico. 2019.

Hoff, Pablo. El Pentateuco. Miami, Florida: Editorial Vida. 1978.

Ortiz, Pedro. Léxico Hebreo-Español y Arameo-Español. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas. 2000.

Stratis, Justin. Sumario Teológico Lexham. Bellingham, Washington: Lexham Press. 2018.

Wright, Christopher. Exodus. Grand Rapids, Michigan: Zondervan Academic. 2021.


[1] Lockward, A. (1999). En Nuevo diccionario de la Biblia. Miami: Editorial Unilit, 873.

[2] Ortiz, P., V. (2000). Lexico Hebreo-Español y Arameo-Español. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

[3] Stratis, J. (2018). Sumario Teológico Lexham. Pecado actual. En M. Ward, J. Parks, B. Ellis, & T. Hains (Eds.), Bellingham, WA: Lexham Press.

[4] Hoff, P. (1978). El Pentateuco. Miami, FL: Editorial Vida, 32.

[5] Ibíd., 50.

[6] Ibíd., 115.

[7] Heiser, M. S. (2019). El Mundo invisible: Recuperando la cosmovisión sobrenatural de la Biblia (D. Lambert, Ed.) (Primera edición). Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico, 202.

[8] Ibíd., 204.

[9] Ibíd., 207.

[10] Wright, C. J. H. (2021). Exodus. (T. Longman III, Ed.) Grand Rapids, MI: Zondervan Academic, 335-336.

[11] Cotton, R. (2009). El Pentateuco (Libro de texto de estudio independiente). (R. Arancibia, Ed., L. Gustafsson, Trad.) Springfield, MO: Global University, 108.

[12] Hoff, P. (1978). El Pentateuco. Miami, FL: Editorial Vida, 169.

[13] Ibíd., 208.

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